ABC (Castilla y León)

Antonio Ramos

VECINO AÚN NO VACUNADO

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«No me atreví y ese día me tocó entierro. Además, si me pongo malo dos días nadie cuida de mis vacas»

nio es el enterrador del pueblo y, como primera disculpa para no acudir a inocularse pone ese trabajo esporádico que añade a su verdadera vocación de cuidar las vacas. «No me atreví a vacunarme, además ese día estaba de entierro», explica, para luego ofrecer un motivo añadido que considera de mayor peso, el de los efectos secundario­s que han tenido algunos vacunados. «Ando todo el día con las vacas y si me pongo enfermo dos días no me las cuida nadie», comenta mientras prepara el pan en el horno comunal, otra de las tareas imprescind­ibles por la que el que puede considerar­se la oveja negra de Latedo debe ser protegido por la inmunidad de grupo.

La partida de cartas, aplazada

El alcalde pedáneo de la localidad, Miguel Terrón, revela que la negativa de Antonio a vacunarse responde en realidad a su creencia de que, como está todo el día en el monte, ya está inmunizado. Excepto él, todos los demás se han tomado muy en serio lo de la pandemia. Tanto es así que ni siquiera ahora, con un porcentaje tan alto de vacunados, se plantean reabrir la sede de la asociación cultural, que hasta la pandemia, a falta de bar, hacía las veces de único centro de reunión social en el pueblo.

De momento las partidas y las reuniones en la sede social siguen aplazadas porque aunque los vecinos están vacunados siempre hay alguien que llega de fuera. Por eso, el alcalde pedáneo tampoco se planea por el momento contratar orquestas para la fiesta patronal de Santiago porque «viene la juventud y todavía se puede contagiar uno», advierte Miguel Terrón, que recuerda que, aunque el porcentaje es muy alto, la vacuna no asegura al cien por cien la inmunizaci­ón. Aún así, lentamente, Latedo avanza hacia la nueva normalidad y «cuando andamos solos ya vamos sin mascarilla», admite este representa­nte local, que este fin de semana espera la visita de su hijo tras más de un año sin verlo. Las restriccio­nes y el miedo al contagio obligaron a aplazar el reencuentr­o, pero ahora Latedo ha ganado la batalla al covid-19...salvo la del enterrador.

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