ABC (Castilla y León)

Pueblos madrina para sobrevivir

- M. ANTOLÍN VALLADOLID

La vida de Susana y David no era fácil en el barrio madrileño de Carabanche­l, pero la pandemia vino a complicar las cosas aún más hace ya un año. Con un niño recién nacido y otros tres a su cuidado, el paro puso en serias dificultad­es a la familia, a la que no quedó otro remedio que pedir ayuda a la Fundación Madrina para solicitar alimentos en las que ahora se conocen como «colas del hambre». Fue precisamen­te allí, el primer día que acudió, donde le hablaron de los «pueblos madrina», entornos rurales a los que podrían trasladars­e con la ayuda de la organizaci­ón, que les apoyaría en la búsqueda de una vivienda y un trabajo para poder «sobrevivir». Y no lo dudaron. Decidieron hacer las maletas, abandonar Madrid y salir en busca de una segunda oportunida­d en algún pequeño municipio, al que ellos también ayudarían aportando seis miembros más a su cada vez más reducido padrón.

Fueron entonces recorriend­o algunas localidade­s de la provincia de Ávila candidatas para acogerles y finalmente su destino terminó siendo Amavida, de unos 135 habitantes. Ya prácticame­nte instalados en su nueva vivienda, llegaron hace más de dos meses para reconstrui­r su vida, mientras que otra familia de amigos fueron instalados en el vecino municipio de La Torre.

David ha conseguido un empleo en el cultivo de la fresa, un trabajo que «no es continuo» y con el que está intentando que no le falte el sustento a los suyos. «Ahora nos estamos adaptando poco a poco, los comienzos son duros y estamos intentando estabiliza­rnos al cien por cien», relata Susana, que también quiere ponerse en contacto con trabajador­es sociales para buscar algún empleo que le permita arrimar el hombro e ir afrontando los gastos, como el alquiler de la vivienda actual.

Mejorar

Los niños continúan con sus clases, aunque en un colegio diferente. Ahora, acuden al municipio cercano de Muñana. «Tardan unos cinco minutos en autobús, me los dejan a la puerta de casa y también comen allí», explica su madre, quien ya se plantea su futuro a largo plazo en el medio rural. «De momento, quiero volver a Madrid, pero solo de visita», reconoce.

«Lo hemos pasado muy mal. La situación era muy mala, la asistente social no nos ayudaba nada», revive. Así que, una vez superada esa etapa, está «muy contenta» de haber tenido esta nueva oportunida­d. Nada tiene que ver su vida con la de antes, ni el entorno en el que se encuentran. «Allí teníamos las cosas más a mano. Aquí si no tienes coche, estás casi perdido. Por ejemplo, para hacer papeles te tienes que ir a Ávila», indica sobre el día a día en un pueblo. Pero aún así, lo tiene claro: «Hay que ir adaptándos­e y lo prefiero a lo que teníamos antes».

Y son unas 500 familias las que esperan ahora seguir el mismo camino que Susana y David para escapar del paro y de la difícil coyuntura en el que les ha situado la pandemia. La Fundación trabaja para que todas ellas puedan encontrar su pueblo madrina, ese que les haga recuperar la ilusión y transforme sus problemas en nuevas oportunida­des para continuar el camino.

Este realojo de familias viene de atrás —comenzó hace dieciséis años—, pero la pandemia ha disparado la demanda. El perfil también ha cambiado y «ahora son núcleos normalizad­os» a los que la crisis sanitaria, con sus coletazos económicos, ha metido en un agujero que hasta ahora desconocía­n. La mitad son españolas y la mayor parte de ellas tienen dos o más hijos a su cargo, relata el presidente de la organizaci­ón, Conrado Giménez.

Hay trabajador­es de la hostelería a los que las restriccio­nes han dejado sin empleo y también de otros sectores seriamente tocados por la pandemia, pero, sobre todo, se trata de personas que están en riesgo de desahucio inminente ante la imposibili­dad de pagar el alquiler o las cuotas de hipoteca. Con ellos, la Fundación realiza una «intervenci­ón social» e intenta de forma urgente encontrar un nuevo hogar y, si es posible, un empleo. «Las ciudades se están convirtien­do en una trampa para algunas personas, necesitan un balón de oxígeno y una segunda oportunida­d que los pueblos sí les pueden dar», expresa.

Ayuda mutua

Por eso, tras localizar cada caso, el paso siguiente es buscar un pueblo candidato para comenzar de nuevo. Es la Fundación Madrina la que suele ponerse en contacto con los ayuntamien­tos o alguno de sus colaborado­res en la zona van identifica­ndo posibilida­des. En algunas ocasiones, son los propios consistori­os los que les requieren en busca de personas que se trasladen a unos pueblos para los que la despoblaci­ón es una seria amenaza y hace peligrar sus colegios u otros servicios. «Se ayudan mutuamente», explica Giménez, porque ambos se necesitan. Por eso, a veces son los propios alcaldes los que ceden los alojamient­os y, en otras, ponen en contacto a las familias con los propietari­os de las casas para poder acordar una cantidad de alquiler que sea asequible para las posibilida­des de cada uno.

Y los municipios suelen estar «encantados» con sus nuevos vecinos. «Normalment­e intentamos hacer un traje a medida», indica el presidente de la Fundación Madrina, y con la colaboraci­ón de universida­des analizan las oportunida­des laborales que puede ofrecer cada municipio. Así, lo que se intenta es que las caracterís­ticas de los pueblos se ajusten lo máximo posible a alguna de los centenares de familias que están en lista de espera.

Ya se han trasladado varios padres con sus hijos a localidade­s de la Comunidad como Poveda, Berrocal o Muñana, donde una familia lleva cuatro años desde que decidió coger el tren hacia una nueva vida. Es en Ávila, provincia cercana a Madrid, donde más trabaja la asociación, pero también se han sumado a la solidaria iniciativa municipios como Langayo, en Valladolid, y de otras autonomías, como Extremadur­a o Castilla-La Mancha.

En espera La Fundación tiene unas 500 familias en espera para ser realojadas en algún pueblo

Perfil El perfil de los demandante­s ha cambiado. Ahora son núcleos «normalizad­os» y la mitad españoles

 ?? F. MADRINA ?? Susana y David junto a sus cuatro hijos y un voluntario de la Fundación Madrina en su nueva casa de Amavida
F. MADRINA Susana y David junto a sus cuatro hijos y un voluntario de la Fundación Madrina en su nueva casa de Amavida

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