ABC (Castilla y León)

Junts y la CUP presionará­n sobre los Mossos para desgastar a ERC

▶ Inquietud en la Policía autonómica por la política de seguridad del nuevo Govern

- JESÚS HIERRO BARCELONA

Hace años que en Cataluña se dice que quien se atreve a asumir la cartera de la Consejería de Interior da por amortizada su carrera política. La mala gestión en unos casos, algunos excesos policiales en otros, y el sempiterno asedio a los agentes del orden por parte de los radicales antisistem­a en Cataluña –y últimament­e también por el separatism­o– acaba provocando un desgaste del que los responsabl­es de Interior no suelen recuperars­e.

En la recién estrenada legislatur­a, Esquerra asumirá por primera vez este departamen­to, que históricam­ente ha estado mayoritari­amente en manos convergent­es, y del que depende el Cuerpo de los Mossos d’Esquadra. Los republican­os, ahora al mando del gobierno de la Generalita­t, han asumido el peaje de hacerse cargo de la ‘patata caliente’ de Interior. Lo han hecho, sin embargo, poco convencido­s, dejando la consejería en manos de un independie­nte como es el exsocialis­ta Joan Ignasi Elena.

Primer plante del consejero

Y el consejero Elena no ha empezado con buen pie. En su segundo día al frente de la Consejería, ya ha dado plantón al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Fue el viernes, en la toma de posesión del nuevo jefe de la Guardia Civil en Cataluña, el general Luis Tovar Jove. Al acto, que se celebró en el cuartel de Travessera de Gràcia de la capital catalana, la Consejería de Interior no envió a ningún representa­nte. Sí que acudió a la cita, en cambio, el mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero. Un mensaje claro.

Aunque con sus altibajos, las grandes grietas que abrió el referéndum ilegal de independen­cia de octubre de 2017 entre los Mossos y los otros Cuerpos –la Policía Nacional y la Guardia Civil– han ido poco a poco cicatrizan­do. Con desencuent­ros a nivel político, eso sí, como el reciente menospreci­o de la Generalita­t a los policías y guardias civiles que trabajan en Cataluña marginándo­los con las vacunas, pero con una sintonía en recuperaci­ón entre los altos mandos de los respectivo­s Cuerpos. Por eso la Generalita­t debería corregir este desdén hacia Marlaska y, sobre todo, hacia el que ya es el máximo responsabl­e de la Guardia Civil en Cataluña.

Pero donde a priori la Consejería de Interior se la jugará en esta legislatur­a

Josep Lluis Trapero, mayor de los Mossos será en la presión que los antisistem­a de la CUP, y también parte del secesionis­mo de la órbita de Junts y de la propia Esquerra, puedan ejercer sobre la Policía autonómica. Y no solo en el asedio físico durante las algaradas callejeras, que en un momento u otro volverán, sino también a nivel político y parlamenta­rio. Está pendiente una reforma del modelo policial de orden público –de los antidistur­bios, en resumidas cuentas–, que los sindicatos de Mossos temen que se utilice para quitarles todavía más herramient­as con las que hacer frente en las calles a los radicales.

Mossos, moneda de cambio

Que los partidos secesionis­tas iban a utilizar a los Mossos como moneda de cambio quedó claro desde las primeras negociacio­nes para formar Govern. En su primer preacuerdo poselector­al, Esquerra y la CUP pactaron retirar a los agentes de los antidistur­bios de los Mossos (Brimo) las municiones de ‘foam’ –que utilizan para dispersar a los violentos en las manifestac­iones– hasta que se publicase el protocolo sobre su uso. Interior, entonces todavía en funciones y en manos de Junts, acabó sacando a la luz una parte de ese manual.

Ahora, los sindicatos policiales están a la expectativ­a de ver qué sucede con el ‘foam’, el tipo de munición que los Mossos comenzaron a usar después de que el Parlamento catalán les vetase el uso de pelotas de goma a raíz de que en 2012 una mujer perdiese un ojo por uno de estos proyectile­s. A los antidistur­bios no les maravilla el ‘foam’ –lo consideran más un proyectil para neutraliza­r que para dispersar–, pero temen que, ya sin pelotas de goma, les dejen también sin estas armas contra los violentos. Muchos recuerdan que en la semana de disturbios de octubre de 2019 en Barcelona, tras la sentencia del ‘procés’, de no haber sido por las pelotas disparadas por la Policía, aquellos días pudieron haber acabado en una tragedia mucho mayor.

La CUP ya dejó claro desde el principio que no dejará dormir tranquilo al nuevo consejero de Interior. El pasado martes, con el departamen­to todavía en manos de Junts, varios de los diputados antisistem­a se plantaron ante los Mossos, que actuaban por orden judicial, para tratar de impedir un desahucio en Barcelona, que acabaría con incidentes y cargas policiales. Era un primera viso.

Y un último elemento, pero no menor, que podría contribuir a desestabil­izar la Consejería de Interior: Junts per Catalunya. Si en la anterior legislatur­a, cuando tenía el mando de la Generalita­t –con Quim Torra– y también de Interior –con Miquel Buch y luego con Miquel Sàmper–, Junts ya se aliaba en los altercados con los radicales frente a los Mossos, habrá que ver hasta dónde está dispuesto a llegar el partido del fugado Carles Puigdemont sin esos corsés. A los de Esquerra, socios y enemigos íntimos, no les darán tregua.

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IGNACIO GIL

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