AJUSTE DE CUENTAS
El impuesto global a empresas requiere más acuerdos: uno sobre impuestos digitales y otro sobre bases imponibles
os partidarios de que los demás paguen más impuestos han lanzado las campanas al vuelo con la propuesta de EE.UU. de un tributo mínimo global a las multinacionales. Esta semana, la idea comenzará a tomar forma real en la reunión de los ministros de Finanzas de los países del G-7 que se reunirán en Londres para preparar la cumbre de líderes entre el 11 y el 13 de junio. Sin embargo, las expectativas son muy altas para un asunto que es difícil de concretar, porque el diablo siempre
Landa en los detalles. Desde la segunda cumbre del G-20 en abril de 2009, cuando se logró un acuerdo para el levantamiento del secreto bancario en caso de fraude, se viene exigiendo una mayor coordinación de la fiscalidad internacional. Pero hubo que esperar hasta 2013 para que este grupo de países encargara a la OCDE el proyecto ‘BEPS’ destinado a estudiar la «erosión de las bases fiscales y el traslado de beneficios». El estudio finalizó en 2020.
Hay dos cuestiones que pueden complicar mucho las cosas. El primero es la eliminación y prevención de figuras fiscales que irían contra el acuerdo. En ese sentido va a ser muy interesante lo que suceda con los impuestos sobre las plataformas digitales que han ido aprobando unilateralmente algunos países, entre ellos España y Francia. Nuestro país promulgó el 16 de octubre de 2020 su impuesto sobre Determinados Servicios Digitales (DST), un tributo de naturaleza indirecta que grava ciertos servicios en los que existe intervención de usuarios situados en el territorio de aplicación.
EE.UU. ha amenazado con aplicar aranceles a aquellos países con tributos DST. El Departamento del Tesoro que dirige Janet Yellen comunicó en abril que dichos tributos deben tener limitaciones.
Por ejemplo, no aplicarse más que a las 100 empresas más grandes y dejar de crear impuestos similares.
La segunda cuestión tiene que ver con la definición de una base tributaria global. EE.UU. ya ha anunciado que estaría de acuerdo con un tipo impositivo global del 15%. Pero ponerse de acuerdo sobre el tipo es relativamente poco importante, ya que la clave es la tasa efectiva y eso tiene que ver con la definición de la base impositiva. Dos países podrían tener el mismo tipo del 15%, pero uno de ellos aplicar generosas deducciones o exenciones fiscales que hicieran que su economía fuera mucho más competitiva.
Uno de los aspectos que menos se destaca es que la Administración Biden ha podido dar este paso en la dirección a un acuerdo gracias a la reforma tributaria que Donald Trump impulsó en 2017. Trump hizo que en el terreno corporativo los EE.UU. dejaran de ser un sistema fiscal mundial y pasaran a ser una jurisdicción híbrida, no del todo territorial, pero parecida. Esto significa dejar de exigirle impuestos por sus ingresos mundiales a un sujeto tributario, en este caso a las empresas. De ahí que EE.UU. ahora busque un acuerdo. jmuller@abc.es