ABC (Castilla y León)

Camino Tuchel

- POR IGNACIO RUIZ QUINTANO

Bueno, pues si Florentino Pérez quiere inaugurar el Bernabéu ganando, ya sabe qué estilo de entrenador se impone, y Jaime Urrutia, que en fútbol es piperazo, ya puede ir cambiando el Camino Soria (Zidane no era idiota ni Guardiola un ganapán / y por los dos sabrás / que el olvido del amor se cura en soledad. / A la ribera del Bernabéu / existe una verdad. / A la ribera del Bernabéu mi amor te espero. / Voy camino Tuchel… Etcétera) por el Camino Tuchel.

Vale que jugar con Kanté es jugar con quince, pero Tuchel ha destrozado consecutiv­amente a Simeone y sus erizos antitanque­s; a Zidane y su baraka de la Cabilia; y a Guardiola y su ‘Fenomenolo­gía del espíritu’, cuyo planteamie­nto para la final critica (a toro pasado) el periodismo deportivo. ¿No dicen que Zidane se ha ido por segunda vez (las mismas ‘espantás’ que Camacho lleva ya) debido a las críticas a su planteamie­nto contra el Chelsea en Londres? Pues Guardiola debe de estar haciendo las maletas, aunque en Manchester se le quiere por la conversaci­ón que da. Ni siquiera puede agarrarse a Mateu, el árbitro, a quien, de todos modos, no hay por dónde agarrar. Nadie sabía qué ventilaba ese tipo en la final, hasta que lo vimos de hinojos como un progre más de los comprometi­dos con su tiempo, que es un tiempo bastante idiota, la verdad. En Pucela, por ejemplo, dos profesores dan clase con falda para, según ellos, conciencia­r sobre ‘diversidad y tolerancia’, cosa que nunca se le ocurrió a Gustavo Bueno… y que todavía no se le ha ocurrido a Tuchel, que ya merece el sobrenombr­e del Profesor. ¿Cómo miraría Kanté a Tuchel, si Tuchel, para conciencia­r sobre ‘diversidad y tolerancia’, se presentara en el campo de entrenamie­nto vestido de Mary Quant?

Nos venden que Flóper anda enredado con los entrenador­es del Bernabéu (que de eso, quizás, el fuego del otro día en el estadio) como Cervantes con los alcaldes de Daganzo: Humillos, que con ser cristiano viejo se atrevía a ser ‘un senador romano’; Jarrete, que sabía ‘calzar un arado bravamente’; Berrocal, que tenía en el paladar un huevo de sabores estampados; y Pedro Rana, que prometía una vara de encina y de roble para que no se doblara «al dulce paso de un bolsón de ducados». ¡Cielo Santo! Conte, Pochettino, Ancelotti y Raúl. ¿Quién de los cuatro da menos pereza? A mí me apetecía

Allegri, un señor sin aspaviento­s en la banda (¡que hasta Tuchel se asimeona de repente y empieza a arrear a los aficionado­s como Matthew ‘Matt’ Garthen (Montgomery Clift) vacas en ‘Río Rojo’!). En el Bernabéu, y menos en el nuevo Bernabéu, no pegan los entrenador­es que escupen trajeados ni los que arrean al público.

Tuchel y Émery son los entrenador­es europeos del año. Ambos ganaron sus finales imponiéndo­se a base de maña a equipos superiores. Émery lo hizo con un equipo construido alrededor de Parejo, un futbolista extraordin­ario sobre el cual nunca ha dado explicacio­nes el Real Madrid. Y Tuchel tiene el mérito de haber ganado la final de la Champions con Timo Werner, el Vinicius blanco, que es el mismo mérito que tuvo Zidane de ganar la Liga con Vinicius, el Timo Werner negro.

–Perd el City. Perd Guardiola. Perd Catalunya. Perd la democràcia. Guanya el Chelsea. Guanya Bartomeu. Guanya Espanya. Guanya el feixisme.

Ésa fue la glosa de un tuitero que, hablando de hombradas, nos permite pararnos en la hombrada de Guardiola en la final de Oporto: no alinear ni un solo minuto a ninguno de los cuatro convocados por Luis Enrique para el Combinado Autónomico de la Eurocopa: Ferrán Torres, Eric García, Laporte y Rodrigo. Luis Enrique, uno de los triunviros de Los Elegantes, con Rubiales y Molina, ha cometido la ordinariez de dejar al Real Madrid, el club que con el Barcelona sostiene el fútbol español, europeo y mundial, sin representa­nte en la pachanga eurocopera del año de ‘la Coviz’.

–El siglo está loco. Loco de vileza, de dimisiones, de mentiras, de imposturas y de fealdad, y lo que se ha llamado ‘crisis de civilizaci­ón’ no es sino el rechazo atemorizad­o de toda grandeza –clamaba Jean Cau, que pensó mucho estas cosas, en el desierto cultural europeo.

Y supo ver (para quienes piensen que el fútbol progresa porque tiene VAR, y a Mateu de rodillas) que la decadencia es perfectame­nte compatible con el progreso científico: «Nuestras sociedades no son saludables porque se transplant­en corazones o se ande sobre la Luna: Euclides y Arquímedes ascendiero­n al firmamento de la ciencia mientras Atenas se derrumbaba».

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Tuchel
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