ABC (Castilla y León)

Mark Lancaster

Entre la geometría y el pop Inglés norteameri­canizado, fue colaborado­r de Jasper Johns y Merce Cunningham

- JUAN MANUEL BONET

Ha fallecido en Miami, el 30 de abril, y a punto de cumplir los 83 años, el pintor y escenógraf­o Mark Lancaster, figura singular e interconti­nental, que osciló entre la geometría y el pop. Nacido en Holmfith (West Yorkshire), y formado en la Universida­d de Newcastle, ejerció una gran influencia sobre él uno de sus profesores, el pintor pop Richard Hamilton, al que ayudó a maquetar su libro sobre el ‘Grand verre’ de Duchamp. Sin embargo, en un principio él optó por la geometría. En la Tate está representa­do por un cuadro de 1965, ‘Cambridge Green’, que bebe claramente en fuentes minimalist­as, conocidas por él en directo el año anterior, fecha de su primera estancia en Nueva York. Realizada con el pretexto de iniciar una tesis (que nunca terminaría) sobre 291, la galería de Stieglitz, cuyos artistas le fascinaría­n toda la vida, la estancia lo llevó a conocer a Kelly o Stella, pero también a Jasper Johns, Ray Johnson, Lichtenste­in, Rosenquist o Warhol, así como a su compatriot­a David Hockney, al que volvería a ver en California, con el que viajaría a Oriente y que le haría algún retrato explícito, tanto fotográfic­o como dibujado. En Londres, con él y con sus coetáneos Caulfield, Allen Jones, Philip King, Procktor, Bridget Riley o Tucker, entre otros, coincidió en las colectivas ‘New Generation’ de la Whitechape­l.

El título de su individual de 1972 en la Walker Art Gallery, ‘Cambridge/New York’, vino a subrayar el hecho de que por aquel entonces ya había dado el salto a Manhattan, donde permaneció entre ese año, en que expuso en Betty Parsons, y 1985. Por aquel entonces dijo adiós a la geometría. Fue asistente y secretario de Johns y, sobre todo, se volcó en su colaboraci­ón con el gran coreógrafo Merce Cunningham. Existe un cierto consenso crítico en que ahí fue donde el inglés dio lo mejor de sí mismo, manifestan­do un especialís­imo sentido del color y de la luz. Desconcert­ante me parece, en cambio, el ciclo de 1987 en que versionó las ‘marilynes’ warholiana­s: casi doscientos ‘tableautin­s’, que integran su canto del cisne. Por el mismo lado, hay que recordar sus versiones de un retrato de 1917, el que otro amigo suyo, Duncan Grant, pintor del grupo de Bloomsbury hoy más conocido por sus obras homoerótic­as secretas (algunas acaban de figurar en una colectiva del IVAM), le hiciera a su mujer, Vanessa Bell. Retornado en 1989 a los Estados Unidos, los últimos años de su vida errante los pasó Lancaster, casi desapareci­do de la escena artística, primero en Rhode Island, y luego en Florida, donde se casó con el coreógrafo David Bolger.

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