ABC (Castilla y León)

México, el negocio de las PCR y vacunas falsas

- DAVID ALANDETE ENVIADO ESPECIAL A CIUDAD DE MÉXICO

l laboratori­o móvil tenía en su carrocería blanca los distintivo­s de la farmacéuti­ca Pfizer y de la Cruz Roja mexicana. Estuvo aparcado varios días de agosto y septiembre de 2020 entre las colonias Felipe Ángeles y Francisco Villa, las dos pegadas al río Grande y por lo tanto en la misma frontera de Ciudad Juárez con Estados Unidos. Ofrecían pruebas de coronaviru­s –«¡al 50 por ciento de descuento!»–

Epor el módico precio de 999 pesos mexicanos, unos 40 euros. Dentro de la camioneta abundaban las mascarilla­s y el gel hidroalcoh­ólico, y dos médicos con bata blanca tomaban las muestras con el bastoncill­o en la nariz para dar una prueba PCR en menos de dos días, según cuentan a ABC dos testigos que dicen haber visto el camión en Juárez.

Decenas de personas pagaron, algunas porque necesitaba­n un test de forma urgente, otras porque querían saber si se habían contagiado. Pronto descubrier­on, y denunciaro­n a las autoridade­s

A los turistas que necesitan someterse a un test de Covid para regresar a sus países de origen se les venden certificad­os falsos con resultado negativo

Cuando las pruebas de coronaviru­s se han ido generaliza­ndo, el crimen organizado se ha centrado en las supuestas vacunas

del Estado de Chihuahua, que habían sido víctimas de una estafa, que revelaron primero en la revista mexicana ‘Eme Equis’. No les llegó resultado, ni positivo ni negativo. Hay una investigac­ión abierta, que ya dura meses, sin resultado alguno. Sí ha denunciado el Consejo Nacional de Seguridad Privada, una patronal mexicana muy activa en este ámbito, que tras este y varios laboratori­os falsos que proliferar­on en Chihuahua, Tamaulipas, Jalisco y la Ciudad de México, se encuentra en realidad el crimen organizado, que siempre atento a las últimas tendencias y capaz de una asombrosa flexibilid­ad, se adaptó a los rigores de la pandemia y el cierre de la frontera.

José Vásquez, de 42 años y natural de Guatemala, cuenta a ABC en uno de los albergues de inmigrante­s deportados por EE.UU. que los polleros, los traficante­s de personas que rondan por estos lugares, le ofrecieron en más de una ocasión un test de coronaviru­s porque, le dijeron, lo necesita para entrar si finalmente le daban hora al otro lado de la frontera para admitirlo como asilado. «Los polleros te dicen que si no tienes el test no te dejan entrar, y

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// EFE

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