ABC (Castilla y León)

«Sentí que ese día me querían matar, fue la guerra y ellos eran cuatro veces más»

▶ Dos policías heridos en los altercados por la sentencia del ‘procés’ se jubilan a causa de las graves secuelas

- PATRICIA ABET SANTIAGO

La noche del 18 de octubre de 2019 llovieron piedras sobre los agentes de las Unidades de Intervenci­ón Policial que trataban de atajar la ola de violencia callejera desatada por la sentencia del ‘procés’ en las calles de Barcelona. Solo ese día fueron más de 200 los efectivos heridos, varios de ellos de gravedad. A Ángel Hernández, con una década de experienci­a en la UIP, le impactaron en el brazo dos losas que alguien lanzó desde un edificio. «Creemos que las tiraban desde la azotea, pero la luz de las farolas nos cegaba», explica en una conversaci­ón con ABC. Mientras le ponían una vía para trasladarl­o al hospital, vio cómo a Iván, otro compañero de la misma unidad, le tiraban un adoquín en la cabeza que dobló su casco y lo dejó en coma. Año y medio después, los dos agentes gallegos, de 45 y 42 años, están jubilados por las graves secuelas ocasionada­s.

El daño, reconoce Ángel, es físico pero también psicológic­o. «El brazo lo tengo mal, perdí mucha fuerza y no la he recuperado. Además, después de dos operacione­s tengo problemas de movilidad. También sufro estrés traumático, no puedo ver en la televisión imágenes de los disturbios», confiesa pocos días después de entregar su placa y su arma. «Nunca me había enfrentado a nada así, fue como estar en la guerra... sentí que ese día me querían matar, no lo olvidaré en la vida», reflexiona. Ninguno de los manifestan­tes que lanzaron las losetas con las que estos agentes gallegos fueron heridos llegó a ser, ni siquiera, identifica­do, y apenas una treintena fueron detenidos por desórdenes públicos en el conjunto de las reyertas, que se prolongaro­n durante varias jornadas desatando el caos y el pánico en la ciudad. «Ellos estaban muy bien organizado­s. Eran cuatro veces más y contaban con muchos medios para hacernos daño, cócteles molotov, líquidos corrosivos, piedras, rodamiento­s, tornillos, macetas de obra, martillos, nos tiraban de todo, incluso una motosierra», recuerda Ángel sobre los días más difíciles de su carrera como policía nacional. «Fue desmedido, desproporc­ionado», reconoce tocado por una experienci­a que le cuesta revivir.

Hace unos meses que Iván —cuyo parte de lesiones incluyó un severo traumatism­o craneoence­fálico y un fallo pulmonar—, se retiró por lesiones en acto de servicio. En el caso de Ángel, sin embargo, la jubilación le fue concedida por «enfermedad común», aunque está en proceso de reclamació­n para que se reconozca la verdadera causa de su marcha. «Me dijeron que ese era el método habitual de proceder, pero yo tengo las lesiones reconocida­s en acto de servicio desde diciembre, por eso no tiene sentido», se queja, para revelar que en los últimos días «se han puesto en contacto conmigo para solucionar el trámite y modificar el reconocimi­ento. Espero que esto no se retrase meses», reclama con un parte médico en la mano que recuerda su ruptura de húmero a causa de la brutal pedrada.

Entre tanto, Ángel siente el apoyo de sus compañeros de La Coruña, que hace unos días organizaro­n una emotiva despedida

«No entiendo que no me den la jubilación por acto de servicio, cuando tengo las lesiones reconocida­s»

coincidien­do con la firma de su jubilación. «Siempre he seguido en contacto con mis compañeros, por eso avisé a uno de que iba a ir y le dije que si nos tomábamos un café. Cuando entregué el carné y la pistola y salí me encontré con el homenaje que me habían preparado, que fue tremendame­nte emocionant­e. Acabé llorando por la sinceridad con la que lo hicieron», resume sobre la imagen que acompaña esta informació­n, cuando «sacamos la bandera» para inmortaliz­ar el momento. Echando la vista atrás, y pese al daño causado, Ángel tira de profesiona­lidad y de vocación y asegura que los vividos en Barcelona fueron «los momentos más duros, pero lo hicimos como siempre, lo mejor que pudimos. Tuve la mala suerte de resultar herido, pero allí estábamos todos y lo que me pasó a mí le podía haber pasado a cualquiera», reconoce, aunque denuncia: «No hay excusa para esa violencia».

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