Sin ayuda de los padres los menores no son capaces de dejar de ver porno
▶ Los niños normalizan estas imágenes y no saben que son ficción sin nadie que les guíe Siete de cada diez menores reconocen consumir pornografía de manera frecuente, según datos de Save the Children
a cabo un acto sexual con el menor y el pederasta sí. Utilizan imágenes cotidianas de nuestros hijos y hacen montajes en los que parecen con actitud sexual. También está el ‘groomer’ que engatusa y solicita fotos sexuales. Se trata de un adulto que utiliza técnicas de halago y engaño para ganarse la confianza del menor y conseguir que le mande imágenes y vídeos de contenido sexual y pornografía infantil realizadas por el propio menor con el objetivo de concertar con él un encuentro sexual. Esto existe y esto pasa. —¿Qué tres consejos daría a las familias para evitar todos estos riesgos? —Les diría primero que internet y las redes sociales tienen muchas ventajas, pero hay que supervisar su uso y atreverse a entrar en las plataformas donde están sus hijos para saber qué contenidos ven y fomentar el diálogo para advertirles de los riesgos. También les aconsejaría que no permitan que las pantallas sustituyan las conversaciones familiares. Hay que hablar con los hijos e interesarse por lo que ven en redes, por sus amigos virtuales, que nos expliquen quiénes son, qué hacen..., al igual que les preguntamos con quién salen a la calle y, además, que sepan que si ven o les pasa algo extraño pueden contar con sus padres para ayudarles y que no se les va a juzgar de primeras porque pueden tener confianza. «Un menor no tiene capacidad por si solo para dejar de ver pornografía online. Necesita ayuda de sus padres». Este es uno de los principales mensajes lanzados ayer durante la mesa redonda organizada por The Family Watch con motivo del Día Mundial de los Padres y de las Madres decretado por Naciones Unidas: «Hipersexualización y sus consecuencias para las familias».
La realidad, explicó María Contreras, psicóloga, sexóloga del programa «Dale una vuelta» y experta en el tratamiento de la adicción a la pornografía, «es que vivimos en una sociedad hipersexualizada con demasiados estímulos que fomentan esta cuestión. No sabemos gestionar las emociones, ni los padres, ni los hijos y el ambiente en general no ayuda».
En concreto, los adolescentes, prosiguió esta experta, «consumen porno en ‘mainstream’ (gratuito) y este suele ser muy violento, carente de emoción, de afecto y lleno de mentiras, lo que provoca graves consecuencias para ellos, que carecen de criterio, no saben interpretar lo que ven, que es ciencia ficción y no es real. Aunque lleguen por casualidad a estas imágenes, tienen un impacto brutal en su cerebro. De hecho, tienden a normalizar las conductas de violencia que visualizan y hace que cada vez les sepa a menos y necesiten ir subiendo de escalón».
Por fortuna, la familia «es un factor de protección», aseguró Contreras, para quien «los padres, como principales protagonistas de la educación de sus hijos, tienen que armarles con herramientas. Es decir, igual que ponen mucho empeño en que sus hijos sean brillantes a nivel académico, vamos a poner empeño en que nuestros hijos tengan éxito en su vida sexual. Y en mundo hipersexualizado, la educación sexual es cotidiana». Es decir, aclaró Domingo Malmierca, coordinador general de la Cátedra de Comunicación Digital de la Infancia y la Adolescencia de la Universidad Complutense de Madrid, «que para lograr hablar de sexo con tus hijos antes has tenido que dedicar tiempo para abordar otros temas con naturalidad: Tiempo en la cocina, en el coche, delante de la televisión... Se puede aprovechar la visualización de una serie juntos, para después hacer preguntas tipo: ¿cómo quieres que sea tu vida? ¿Cómo vas a tener hijos? ¿Los vas a encargar por Amazon? Es imprescindible una buena comunicación familiar».
«Igual que preguntamos a un hijo con quién sale a la calle, hay que conocer quiénes son sus amigos virtuales»
El objetivo, añadió Malmierca, es «erradicar este virus de la pornografía para siempre, igual que otros virus que nos acechan, teniendo una visión positiva de la vida, que ayude a impulsar a los menores para que apuesten por ser mejores personas en vez de tener un mejor cuerpo o ser el que mejor perrea. Antes de tener una charla sobre sexo, hay que hablar de amor».
En esta lucha, concluyó Paula Gómez-Angulo, directora general de Infancia, Familia y Natalidad de la Comunidad de Madrid, «los colegios y las familias tienen que ir unidos para que haya una educación afectivo-sexual de manera sana. El debate de la hipersexualización tiene que estar en la mesa para atajar esta problemática que afecta, no solo a las familias, sino a la sociedad en su conjunto». «Necesitamos que exista una deontología y un fomento de la responsabilidad de la sociedad», corroboró Sonsoles Vidal, abogada y profesora de Derecho Penal en la Universidad Complutense.