VISTO Y NO VISTO

ESPAÑA estuvo una vez en Italia, pero ahora Italia está en España: entró con el árbol de treinta pisos de Calentano, y luego Zapatero le dio las eléctricas; Mariano, las televisiones; Florentino, el banquillo del Real Madrid; y Casado quiere darnos un gobierno de concentración ‘a la italiana’, donde él haría de Mario Draghi, un Béla Lugosi del centrismo entre De Gasperi y Andreotti, que, según Montanelli, iban siempre juntos a misa: De Gasperi para hablar con Dios, y Andreotti, para hablar con los curas.

En el 77 se buscó en el mercado una democracia apolítica (la política, se nos decía, sólo lleva a la guerra civil), con lo cual, en vez de una Constitución americana, nos trajimos, como de los chinos, una Constitución mitad alemana y mitad italiana, naciones con una tradición democrática como la nuestra.

—Toda Italia –avisó Ruano– está hecha para ‘dos’: las góndolas, las ‘carrocelas’, o para un tercero muy en concordia.

Ese tercero muy en concordia es España, donde todas las grandes fechorías se cometen en nombre de la concordia. Tom Paine se inclinaba, antes de darse a la bebida, a creer que todos aquellos que abrazan la doctrina de la reconciliación pueden incluirse dentro de las siguientes descripciones:

—Hombres interesados en los que no puede confiarse; hombres débiles que no pueden ver; hombres con prejuicios que jamás verán; y ciertos hombres moderados que tienen un concepto del mundo europeo más alto del que éste se merece.

Y esta última clase, remachaba, mediante deliberaciones insensatas, será la causa de un mayor número de calamidades que los otros tres tipos juntos.

De nuestra ‘reconciliación’ (promovida por el Partido) salió un Sindicato de profesionales del poder con la unanimidad por consenso y el sistema proporcional (que corroe la conciencia nacional) por garantía de permanencia. Sánchez piensa: para que la derecha no nos tenga miedo, hagámonos ricos como ella. Y Casado redondea: si lo que gusta es la izquierda, gobernemos como ella. Italia.