POSTALES
La ‘mesa de diálogo’ con los nacionalistas que Sánchez ha aceptado es en realidad una ratonera. Ni él puede darles la autodeterminación ni ellos pueden renunciar a ella
Aredoble de tambor y toque de corneta, es decir, a generala, se ordena a todas las fuerzas gubernamentales empuñar las armas para defender el indulto de los condenados por la intentona separatista en Cataluña, que Pedro Sánchez se dispone a proclamar, contra todas las sentencias de los más altos tribunales, normas constitucionales y parecer de la inmensa mayoría de los españoles, incluidos muchos que le votaron. Para ello, han movilizado a los que podríamos llamar segunda hornada socialista, Almunia, Barón, Carmena, Sauquillo, ya que la primera, con Felipe González al frente, se oponen, mientras la maquinaria propagandista del régimen airea las más peregrinas teorías. Al no poder alegar ningún argumento jurídico que contradiga hechos y sentencias, echan mano de la «extrema sensibilidad», las «circunstancias especiales» y las «consecuencias desastrosas» que puede tener no indultar a quienes de forma tan arrogante como ilegal se pasaron por el arco del triunfo los principios básicos de un Estado de Derecho y siguen presumiendo de ello. Pero beneficiar sólo beneficiaría a quienes se llevaron el dinero a Andorra.
Empiezan por enarbolar la «utilidad pública» de tal medida, ya que «demostraría que España no es enemiga de Cataluña ni desea causarla daño». El problema es que quien ha mostrado animosidad no es España, sino aquellos catalanes que saltándose todas las normas legales pretendieron romper su unidad. En cuanto a la «utilidad», ¿de qué le ha servido a Cataluña su arrebato independentista? De entrada, ha visto emigrar a buena parte de sus principales empresas, ha dividido a su sociedad en dos facciones que se miran más como enemigos que como conciudadanos y perdido influencia fuera y dentro.
Por último y más importante ¿van esos indultos a mejorar la convivencia entre Cataluña y el resto de España? No, al no ser la única demanda nacionalista, sino la primera de otras que desembocan en la independencia. Algo que no puede darles ningún Gobierno español, al no tener poderes para ello. Lo que causará más confrontación, más rabia, más distanciamiento.
La ‘mesa de diálogo’ con los nacionalistas que Sánchez ha aceptado es en realidad una ratonera. Ni él puede darles la autodeterminación ni ellos pueden renunciar a ella sin reconocer su fracaso. ¿Estamos condenados a lo que Ortega definió, hará pronto un siglo, «conllevancia» que más que conllevarse sería no aguantarse? Un ejercicio de alto riesgo sería ofrecer a los secesionistas un referéndum con la condición de una frontera dura en el Ebro y los Pirineos. Imagino que lo rechazarían, no por quedar fuera de Europa, sino por temor a perderlo. Los referendos los carga el diablo.
NADA más complicado en política que pasar de predicar a dar trigo, de las musas al teatro. Ahí tienen a nuestro legendario ‘vicepresidente social’, que en cuanto tuvo que transitar de la soflama a la gestión le dio la pájara y hoy habita en la depre, semiolvidado, descoletado y a la espera de bolos televisivos. Recordemos algunos clásicos del ‘progresismo’ opositor:
–«Hay que derogar la reforma laboral». Promesa estelar de Sánchez cuando llegó al poder. Realidad: pasados tres años ahí sigue, aunque cada semana digan que se la cepillan.
–«Rajoy, el del plasma». Un presidente alérgico a los medios, un tópico que caló. Realidad: ofrecía más ruedas de prensa que Sánchez y concedía entrevistas a medios que lo fustigaban encarnizadamente. Hoy Mi Persona se comunica con unos ‘Alo Presidente’ teledirigidos y rechaza las entrevistas en medios críticos.
—«Basta ya de la vergüenza de las devoluciones en caliente». Gran clásico. Realidad: llegaron al poder y, por supuesto, han recurrido a las devoluciones en caliente.
—«La pobreza energética del Gobierno empobrece al país», clamaba el Sánchez opositor. Hay docenas de quejas similares. «El recibo de la luz continúa su ascenso meteórico. Los políticos con intereses demasiado comunes con las eléctricas son los responsables», apuntaba ya el prejubilado Iglesias. Realidad: ha llegado el gran tarifazo y Podemos se encoge de hombros, mientras el PSOE alega pamplinas varias, se niega a reconocer que sus medidas ecológicas golpean el bolsillo y propone a las familias como alivio poner la lavadora en horario de botellón.
—«El problema catalán se arregla con diálogo». La culpa del ‘procés’ era del terco «inmovilismo de Rajoy», que no se avenía a dialogar con los buenos de los sediciosos. Resultado del diálogo de Sánchez: récord de apoyo electoral a los partidos separatistas; un flamante gobierno presidido por ERC, impulsora del golpe de 2017, que vuelve a amenazar con la república; y unos indultos y reformas penales que pondrán barato romper España. Un éxito.
—«Vamos a regenerar la vida pública». Ya están en ello, aunque a su estilo: récord de nepotismo desde La Moncloa, colocación de una cuchipanda de militantes socialistas en los gigantes públicos, conversión del CIS en un departamento de Ferraz, regresión en Transparencia, una ministra del PSOE como fiscal general, intento de maniatar a los jueces y guerra abierta con el Supremo por los indultos, y una TVE con récords de manipulación y con panfletos inéditos en la televisión pública, como el de antes de comer en La 1.
—«Vamos a devolver a España a su lugar en el mundo». Estamos en junio. Biden lleva seis meses negándose a telefonear a Sánchez. La diplomacia gubernamental es fofa e inane, como ha mostrado la crisis con Marruecos. No pintamos nada. Aunque eso sí, han conseguido llevarse mejor... con Maduro.
Sobre lo que decía el ‘progresismo’ opositor y lo que ha ocurrido