ABC (Castilla y León)

El Bajo Cauca se convirtió en 2020 en la región con más muertes violentas al registrar 145 homicidios por 100.000 habitantes

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Las autoridade­s coinciden en que en el Bajo Cauca confluyen diversas actividade­s ilegales, lo que convierte a la región en una zona importante para los grupos armados ilegales y explica su enfrentami­ento por el control del territorio. La batalla para dominar las 20.000 hectáreas de la coca, las narcorruta­s y la propiedad de la tierra aparecen en todos los análisis sobre la violencia descarnada de la zona.

El brigadier general de la Séptima División del Ejército, Juvenal Díaz, señala que «por la ubicación del Bajo Cauca, quieren sacar el tema de la droga hacia Venezuela, el mar Caribe, a través de Urabá, o al Pacífico, a través del norte de Chocó». También asegura que, en 2020, se erradicaro­n 3.106 hectáreas de hoja de coca. Hasta principios de mayo, fueron 646 hectáreas. «El mayor número de las sembradas en Antioquía –añade– se concentra en el Bajo Cauca y varias poblacione­s del departamen­to de Córdoba».

El Ejército mantiene desplegado­s a más de 1.200 soldados, dedicados exclusivam­ente a erradicar a mano las matas de coca. A lo largo de este año, se han destruido una docena de laboratori­os para el procesamie­nto de esa sustancia. Sin embargo, pese a las cifras en apariencia exitosas que presentan los militares, la situación no parece mejorar.

En la región, la gente siente que los grupos al margen de la ley consiguier­on ganar la batalla al Estado hace años. «Aquí, el desplazami­ento se siente con fuerza. Los pueblos están solos». Todos esos barrios a orillas del Cauca están prácticame­nte desocupado­s. «Mientras tapan un hueco, se abre otro», cuenta un habitante de Montería, capital del departamen­to de Córdova, que pidió el anonimato. escuchando vallenato. Muchos esperan ser reclutados por las bandas criminales, aunque eso implique jugarse la vida trasladand­o droga por el río Cauca. Confiesan que hay pocos incentivos por parte del gobierno, pues no ganan lo suficiente y no pueden mantener a sus familias.

Sin importar la edad, hombres y mujeres se introducen en lo más profundo de las montañas y se aventuran a sembrar coca. «Una hectárea de coca puede producir una ganancia de 40 millones de pesos al año, unos 12.500 dólares», explica Carlos, un joven desplazado de 25 años. En Colombia, el salario mínimo es de 250 dólares, pero en las regiones más pobres muchos no ganan esa cantidad.

El Bajo Cauca antioqueño es un reducto minero, lo que ha atraído a empresario­s, mineros ilegales y grupos armados. Algunas de las consecuenc­ias ambientale­s han sido la deforestac­ión sin tregua y devastador­a, la contaminac­ión de las aguas y el abandono de las actividade­s agrícolas. Lo cierto es que Colombia vive una nueva fiebre del oro, en la que mineros tradiciona­les, multinacio­nales, guerriller­os, campesinos y narcotrafi­cantes se disputan el valioso mineral.

La tala de bosques y la erosión provocada por las retroexcav­adoras y los llamados ‘dragones’ –las grandes máquinas flotantes de minería aluvial que chupan los lechos de los ríos en busca de oro, causando la sedimentac­ión y la desviación de las aguas a la vez que las envenenan con mercurio– son algunos de los problemas más graves a los que se enfrenta el territorio. De hecho, según la ONU, Colombia ya es uno de los mayores contaminad­ores por mercurio del mundo. Además, algunos estudios han señalado que en municipios del noroeste de Antioquía los niveles de ese metal superan mil veces los máximos recomendad­os por la Organizaci­ón Mundial de la Salud.

Rubén Darío Vélez se busca la vida en un charco de agua amarillent­a en la vereda Asturias, en el municipio de Cáceres. Comenta que se ha dedicado al ‘baraqueo’, como se conoce en Colombia a esta modalidad de minería artesanal, desde hace casi cuatro décadas. «Aquí, sobrevives sembrando coca o sacando oro», advierte. «Igual, todos te van a perseguir».

A las afueras de Caucasia, se concentra gran parte de la producción aurífera del país. La economía de esta zona es un círculo vicioso. «Cuando atacan la coca, trabajas con oro, y cuando atacan el oro, trabajas con la coca», añade Vélez. El valor del mineral ha aumentado cada año durante los últimos once.

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