Un seguro para cubrir los gastos médicos del Covid
las cifras de caminantes han sido paupérrimas. Pero aún con todas las limitaciones, 60 peregrinos recogieron la Compostela en enero, 14 en febrero y 194 en marzo. Hacer el Camino sin aglomeraciones tiene sus ventajas. Para muchos, con la masificación de los últimos años se había perdido parte de su encanto. En la terraza del Bar O Ceadoiro, Maryna toma fuerzas con un pincho de la tortilla que ha hecho famoso al establecimiento entre los peregrinos. Es la única clienta. Natural de Bielorrusia, llegó a España para trabajar en Zaragoza como ingeniera a principios de 2020. Emprendió la Ruta porque necesitaba «aprender a estar sola», confiesa, después de un año difícil en el que se encontró
Para intentar atraer viajeros, la Xunta ha contratado un seguro Covid para ofrecer «tranquilidad a los turistas y peregrinos». Todos aquellos que se alojen en establecimientos reglados tendrán automáticamente cobertura si contraen el Covid. De este modo, los 2,5 millones de visitantes que espera el Gobierno gallego ya en 2021 no deberán preocuparse por gastos médicos, quirúrgicos, de hospitalización e incluso repatriación. Durante este año, la Xunta espera sobre todo a peregrinos nacionales y no cree que los extranjeros se animen hasta el 2022. sin familia residiendo en el extranjero. Aunque durante varios meses pudo volver a Bielorrusia, le resultó difícil trabajar desde casa sin el contacto con sus compañeros. A Maryna le queda solo una etapa para llegar a Santiago, pero seguirá hacia Finisterre para «pasar unos días junto al océano». Hace diez jornadas que salió de Astorga y apenas se cruzó con nadie. «Los primeros días son difíciles, pero luego solo quieres andar más y más. Ahora no soy capaz de hacerme a la idea de regresar a mi vida anterior», relata.
Tan pronto llegó a Sarria, el Camino cambió y le permitió compartir experiencias y conversaciones con otros peregrinos. Entre otros conoció a Salvador y Laura, una pareja de Alicante, que a primera hora de la mañana inicia etapa en Arzúa. «Los primeros 13 kilómetros entre Samos y Sarria los hicimos solos, fue muy bonito, mágico. Después coincidimos en restaurantes o bares con unas 40 personas», explica Salvador. Este año tenían «más ganas que nunca de estar al aire libre» y destacan el «trato espectacular» que reciben allá por donde pasan. «La gente de los negocios está muy contenta de vernos», explican, tras haber pasado la primera parte del año apenas sin clientela. Muchos emprenden el Camino por razones espirituales, por reflexionar sobre los cambios que necesitan sus vidas o simplemente porque «es muy agradable esto, sin más historias», como dice Pedro Ibarra, valenciano de 73 años. Basta con echarse andar, y como explican los extremeños Ángel y Primitiva, «¿Cuál es la causa por la que hago el Camino? La encontraremos en el Camino».
A punto de cumplirse un mes del fin del estado de alarma, el tramo del Camino Francés que transcurre por Castilla y León «comienza a despertarse del estado de coma» en el que llevaba desde los meses más duros de la pandemia. Es el símil que utiliza Juan Carlos Pérez, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Astorga para explicar esa «vuelta a la vida» que cree que está experimentando la vía milenaria en estas últimas semanas.
Este resurgir se está percibiendo, sobre todo en la provincia de León. Los albergues de la comarca leonesa de la Maragatería están recibiendo una media de 20 peregrinos diarios actualmente: «Es cierto que no es mucho, pero veníamos de cero, así que creemos que vamos por el buen camino», señala ese amante de la Ruta Jacobea que ve con optimismo el futuro. No en vano, desde el viernes Castilla y León rebajó a 2 su nivel de alerta, lo que implica un aumento al 50 por ciento de los albergues y otros establecimientos de hostelería que jalonan la vía. Este cambio ha supuesto la apertura de más negocios, facilitando el hospedaje del peregrino, que ya tiene una plaza asegurada en cada tramo de la ruta. Es sobre todo, un caminante de edad media («entre 40 y 60 años») y nacional, aunque ya se comienza a ver peregrinos extranjeros, fundamentalmente «belgas, franceses e italianos».
Precisamente una italiana ha sido la primera huésped el pasado jueves del albergue Casa del Cubo, el alojamiento municipal de Burgos, cerrado desde el inicio de la pandemia. «Estamos todos viendo la luz al final del túnel», apunta Jesús Aguirre, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Burgos, donde confluyen este verano grandes acontecimientos como el octavo centenario de la Catedral y la celebración de una nueva exposición de Las Edades del Hombre, cuyas otras dos sedes estarán repartidas por otros dos núcleos claves en la ruta: Sahagún (León) y Carrión de los Condes (Palencia). También a este municipio palentino comienzan a llegar caminantes, sobre todo, en bicicleta. Confían en estas agrupaciones que gestionan algunos de los establecimientos públicos, que la búsqueda de espacios abiertos contribuyan «mucho» a que las rutas que llevan a Santiago sean elegidas como opción vacacional. Así lo cree Anselmo Reguera, al frente de la asociación en León, que estima que el número de caminantes podría llegar al 50 por ciento de los niveles prepandemia.