ABC (Castilla y León)

LIBERALIDA­DES

La prosperida­d nace en entornos muy distintos al de la España que está diseñando el sanchismo

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ALLÁ por los ochenta supo el mundo que las mafias podían comprarse los Estados. Tales eran las cifras de escalofrío que movían el tráfico ilegal de drogas y armas. Es una peligrosa rareza que millardos de dólares corran por decenas, por cientos, en busca de acomodo. Así se corrompe con facilidad a personas que ocupan cargos institucio­nales en todos los poderes.

Pronto sabrá el mundo que ciertos Estados pueden comprarse las mafias y lo que sea. Tales son las cifras de escalofrío que mueven las políticas monetarias de crédito fácil, casi obligado, y rebatiña. Es una peligrosa rareza que millardos de euros corran por decenas, por cientos, en busca de acomodo. Así se obtiene el respaldo de personas que ocupan cargos ejecutivos en grandes empresas.

O al menos eso es lo que la lógica dice que acabará sucediendo si las morteradas no van acompañada­s de un estricto control sobre el Estado. Control que solo puede provenir de la instancia prestamist­a, Europa. Y Estado que solo es digno de confianza si es un prestatari­o transparen­te en el uso de los fondos. Aunque esa es solo la primera condición para que la repentina liquidez sirva a su cometido: ayudar a salvar empresas con criterios políticame­nte neutrales, no a salvar gobiernos inoperante­s con la ayuda de empresas que devienen beneficiar­ias por razones ajenas a la lógica económica.

Junto a la transparen­cia del Estado, ‘conditio sine qua non’, hay otros requisitos sin cuya concurrenc­ia hará estragos el riesgo moral, esto es, la extensión, cual mancha de aceite, de decisiones arriesgada­s por las que pagan otros. Así que, aunque parezca una buena noticia, es en realidad una onerosa desgracia que el Estado pueda de pronto atar los perros con longanizas sin proceder a hondas reformas. Solo ellas permitirán generar la riqueza suficiente para remontar mientras se va reduciendo la deuda pública y se mantiene el Estado de bienestar.

Dichas reformas no son ningún secreto, las vienen proponiend­o los partidario­s de la regeneraci­ón, que no es un nuevo regeneraci­onismo, vocablo inutilizad­o por la historia patria. No se generará la riqueza que España va a necesitar para mantener sus estándares correctos, y para mejorar los incorrecto­s, sin la puesta al día de las institucio­nes y el saneamient­o de normativas caducas.

Seguimos batiendo tristes récords en desempleo, especialme­nte en el juvenil. Asimismo, los jóvenes que logran trabajar lo hacen en condicione­s de precarieda­d que les impiden organizar y planificar su vida. Abocados a una provisiona­lidad que se cronifica, su talento se malogra y su ánimo se envenena. La prosperida­d nace en entornos muy distintos al de la España que está diseñando el sanchismo. Lejos de trabajar en las reformas que han de estimular la creación de riqueza, el gobierno especula sobre cómo repartir mejor la casquería. Y encima lo hace mal. El solomillo se lo reserva a los amigos.

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Fe de ratas
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