Seis meses de terapia para que el café vuelva a oler a café tras pasar el Covid-19
▶Además de la pérdida del olfato, el coronavirus, en ocasiones, provoca alteraciones que convierten en desagradable cualquier aroma El clavo no es la mejor opción para estos tratamientos
Nerea Gentil todavía recuerda aquel martes en el que la cebolla de la hamburguesa que se estaba comiendo le empezó a saber mal. A partir del fin de semana siguiente, ya no fue capaz de disfrutar de ningún alimento. De esto han pasado ya dos meses y ahora empieza una terapia en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid para volver a notar el olor real de la comida –y disfrutar así de su sabor– y poder recuperar la vida que tenía antes de que el Covid-19 alterara su organismo.
«Mi día a día es horrible. Soy profesora y en el comedor del colegio lo paso muy mal. El olor a comida es lo que más me molesta, como el olor a tabaco o a café», relata a ABC minutos después de haberse cruzado con una persona que bebía un café, lamentando lo desagradable que le ha resultado el momento. Nerea se infectó con el virus en enero y perdió el olfato y el gusto, aunque los recuperó prácticamente del todo poco después. Pero tres meses más tarde, y tras volver a ponerse enferma, su rutina dio un vuelco al empezar a notar cómo toda la comida olía a basura. «Psicológicamente también afecta mucho, porque ya llevo dos meses así. Y condiciona tu vida: no puedes salir a cenar con amigos ni celebrar tu cumpleaños... etc.», cuenta esta joven de 30 años, que actualmente se alimenta a base de algunas frutas –no tolera todas–, arroz y pasta sin acompañamiento alguno, queso y algo de jamón de York, aunque poco a poco.
Como ella, son muchas otras las personas que han sufrido alteraciones en el olfato tras pasar el coronavirus y, por tanto, se nota en los hospitales. Así lo afirma Franklin Mariño, médico del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid,
Algunos de los kits de entrenamiento para recuperar el olfato que se comercializan incluyen el clavo entre los aromas que los pacientes tienen que oler a diario, algo que no comparten algunos profesionales, pues no es un olor al que la población española esté acostumbrada. «Hay gente que no sabe a qué huele esta especia, entonces no tiene sentido que un paciente entrene con él si no lo ha olido en su vida y no sabe qué recordar», dice el doctor Mariño, que insiste en que el olfato depende mucho del aprendizaje y experiencias.
donde ya antes de la pandemia trataban este tipo de enfermedades, pues, al contrario de lo que se pueda pensar, la pérdida del olfato por virus respiratorios es la causa más frecuente de alteración del olfato en general, explica. «Antes lo veíamos con algunos virus respiratorios como el resfriado común, pero cuando tienes a miles y miles de personas afectadas por un virus respiratorio como el coronavirus, que afecta al olfato, las consultas se disparan», asegura. Si antes de la pandemia por cada 25 pacientes uno manifestaba pérdida de olfato, ahora son ocho o nueve, dice.
En la mayoría de los casos, explica Mariño, el olfato se recupera aproximadamente un mes después de haber pasado el virus. Pero muchos otros pacientes necesitan trabajarlo mediante un entrenamiento para poder volver a oler. También hay casos de parosmia, como el de Nerea, en los que el sistema del olfato se regenera de forma anómala y los afectados no son capaces de sentir el olor real, sino que suelen notar aromas desagradables. «Los pacientes lo describen como olor a huevo podrido, a incienso, a gasolina o a quemado», remarca. El máximo exponente es la cacosmia, que consiste en que ese olor desagradable se convierte en constante. «He visto pacientes que me dicen que todo les huele igual, a podrido».
Para estos casos de parosmia o pérdida del olfato, y una vez los médicos confirman que es consecuencia del virus, se lleva a cabo una prueba de olores en la que se facilita al paciente varios rotuladores con aromas distintos. En la primera, el afectado huele un rotulador y, de entre las cuatro opciones que le da el doctor, tiene que decantarse por el aroma que cree que es. Hay de naranja, limón o incluso pescado. La segunda prueba, llamada de discriminación, consiste en dar al paciente tres rotuladores de los que dos son iguales para que identifique cuál es el que huele diferente. Por último, se lle