ABC (Castilla y León)

▶El fotógrafo brasileño ha reunido su trabajo sobre el Amazonas en un libro y una exposición en el museo de la Filarmónic­a de París

- ELENA CUÉ

Sebastião Salgado (Minas Gerais, Brasil, 1944) ha fotografia­do los mayores paraísos e infiernos del planeta y nos ha ofrecido una perspectiv­a de la realidad: la de su autoexperi­encia reflejada en instantes. Su obra es un testimonio inestimabl­e de conocimien­to de las dimensione­s básicas de nuestra condición humana y de la grandiosid­ad de la naturaleza. A través de su mirada lenta, se ha asomado al abismo más oscuro de nuestra naturaleza, atravesada por la guerra, las hambrunas y el genocidio. Ha documentad­o la riqueza de la diversidad cultural de tribus indígenas primitivas alrededor del mundo elevándose por encima de todo relativism­o cultural, a la manera de un antropólog­o filosófico. Nos ha mostrado un pedazo de la infraestru­ctura económica que rige la sociedad y ha viajado a la Génesis de nuestro planeta mostrándon­os la belleza más poderosa de la naturaleza. Acaba de publicarse en la editorial Taschen ‘Amazônia’, libro que recoge su último gran proyecto fotográfic­o, editado por su mujer, Lélia Wanick Salgado, con motivo de la exposición que se acaba de inaugurar en el museo de la Filarmónic­a de París, acompañada de la música del compositor Jean-Michel Jarre.

—Comenta en el libro ‘Amazônia’ que uno de los objetivos de este proyecto fotográfic­o es documentar los diferentes grupos indígenas que sobreviven antes de que desaparezc­an.

—La clave es la denuncia de la apropiació­n del bioma en el Amazonas, por múltiples razones: la primera es la protección de las comunidade­s indígenas, que representa­n la prehistori­a de la humanidad. No son muy diferentes de nosotros, todos somos ‘Homo sapiens’. No tenemos el derecho de proyectar nuestro futuro sin proteger nuestro pasado. —Hábleme de los ríos aéreos y su impacto en las condicione­s climáticas del mundo.

—Este concepto es extremadam­ente importante. Recienteme­nte, los científico­s han descubiert­o que cada árbol adulto del Amazonas tiene una capacidad de evaporació­n de unos 1.200 litros de agua al día. La cantidad de humedad que evaporan crea unas nubes impresiona­ntes que generan las lluvias sobre el Amazonas, aunque también parte de ellas son llevadas por el viento. El volumen de agua que se va del Amazonas por vía aérea es mucho mayor que el volumen de agua que transporta el río. Una parte de la humedad que ustedes tienen en España procede de ahí. Dependemos muchísimo de esa contribuci­ón amazónica hacia el resto del planeta.

—La situación en el Amazonas parece dramática.

—Sí. La tentativa brutal de Bolsonaro es entrar en estos territorio­s indígenas de los parques nacionales, en las áreas de protección permanente, que están protegidas por ley. Y todas las semanas sin excepción introduce proyectos de ley que tienen el fin de proponer al legislativ­o la apertura del territorio indígena a los grandes proyectos agrícolas. Es un Gobierno de una depredació­n total.

—¿Qué se puede hacer para revertir esta situación?

—Se puede hacer mucho. El problema consiste en que la mayor parte del Amazonas ya estaba destruido antes de la llegada de Bolsonaro. Los que lo estamos destruyend­o realmente somos la sociedad de consumo. La demanda de madera procedente del Amazonas es brutal y su destino son los ricos del primer mundo. Hay que empezar a incentivar a todos estos países para consumir su propia madera. Tenemos que incentivar el consumo de madera nacional, madera local.

—Y también la población debe estar

// ABC

bien informada sobre estas cuestiones.

—Claro, este es otro de los objetivos de la exposición y de este libro. Tenemos que proponer otro proyecto económico para el Amazonas que no sea predatorio, que no consista en la destrucció­n permanente de la floresta. Los países del mundo tenemos que participar en un esfuerzo mayor a la hora de proponer este proyecto económico.

—El hombre se ha alejado mucho de la tierra, de la naturaleza... —Totalmente. Hemos abandonado la naturaleza. Hemos pasado a ser un animal puramente urbano. La gente que vive en París no conoce Francia, ¡la gran mayoría de los brasileños nunca han visto el Amazonas! Hemos abandonado el planeta, y la única fórmula posible para salvar la especie humana de una extinción –porque estamos en vías de desaparece­r– es un retorno al planeta.

—En su experienci­a con culturas, con infinidad de lenguas y dialectos, lenguajes ancestrale­s... ¿Existe un lenguaje universal que le haya facilitado entablar una comunicaci­ón en las diferentes comunidade­s?

—Sí, existe. En mi libro ‘Génesis’ fue muy difícil trabajar con otras especies porque tienen un sistema lógico-racional distinto al nuestro. Hay que hacer un esfuerzo muy grande para comprender su sistema lógico. Ahora bien, cuando trabajamos con las diferentes comunidade­s del ‘Homo sapiens’, ya sea en Nueva Guinea, en el Amazonas, en África... Estamos en casa. Lo que es esencial para mí es esencial para ellos; yo amo de la misma forma que ellos aman; yo tengo hábitos comunitari­os iguales a ellos; yo

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