Los humedales en España
El usufructo cinegético llevó a la conservación de zonas húmedas por parte de los propietarios de terrenos inundados
os humedales son aquellos ecosistemas en los que el agua es el elemento predominante. Distribuidos por todo nuestro planeta, desde las regiones polares hasta los trópicos y desde las grandes altitudes hasta las regiones secas, incluyen los manglares, turberas, pantanos, ríos, lagos, deltas, llanuras aluviales, bosques inundados, arrozales e incluso arrecifes de coral.
En determinadas épocas de la historia, e incluso en la que ahora vivimos, su cartel no ha sido precisamente alto a causa de que algunos seres que los habitan son responsables directos de la transmisión de graves enfermedades, desapareciendo muchos de ellos por la mano del hombre.
Nuestro país, fundamentalmente el peninsular, posee una magnífica riqueza
Lornitológica. Aves sedentarias, invernantes y estivales visitan regularmente los humedales a lo largo de todo el año, por lo que pueden ser calificados estos como ecosistemas esenciales para el reposo o la nidificación. Si, por otro lado, se considera que las poblaciones de aves que vienen de los países del norte o del sur son, por así decirlo, prestaciones que ellos nos hacen, honradamente tenemos la obligación de tratarlas con más celo si cabe que si fuesen de nuestra propiedad, obviamente cobrando el correspondiente usufructo cinegético.
Usufructo cinegético que motivó el espíritu de conservación a ultranza de las zonas húmedas por parte de los propietarios de terrenos inundados, fueran privados o públicos. Pero que fue decayendo paulatinamente, debido a numerosas causas, hasta llegar a cotas casi mínimas. Como ejemplo de ello tenemos datos fidedignos que lo demuestran: en 1964 el profesor Francisco Bernis, uno de los fundadores de SEO, contabilizaba 95 humedales distribuidos por toda España que eran importantes cazaderos; y en 1985, dos discípulos suyos, Ramón
// A. N. G.
Sáez Royuela y Tomás Santos, relacionaban únicamente 71, de los que había que restar, desde el punto de vista de caza, aproximadamente 24, que pasaban a tener categorías bien de parques nacionales o naturales.
Esto provocó que la caza de aves acuáticas descendiera notablemente y que sus poblaciones menguaran al reducirse sus tradicionales lugares de invernada.
Muchas han sido las causas de la desaparición de tan importantes enclaves, por un lado la captación del agua para el riego de ciertos cultivos que hicieron descender de forma espectacular la profundidad de la capa freática, y por otro lado el encauzamiento de los ríos que impidió el natural desbordamiento durante determinadas épocas del año y que cooperaba con el agua rezumante de dicha capa freática en la formación de extensos lagunajes.
No obstante queda una buena cantidad de espacios en forma de pequeñas lagunas, embalses, etc. repartidos por el territorio español, hecho que Santos Cirujano mostraba en 1992 en el catálogo que elaboró de lagunas y humedales de la Península e islas Baleares atendiendo a criterios botánicos, y que contenía el no despreciable número de 444. Ello permite que en determinadas circunstancias las aves acuáticas migratorias los utilicen en sus desplazamientos o en su reposo invernal y que incluso las sedentarias los aprovechen para nidificar, hechos que no solucionan ni por asomo el problema.
¿Dónde radicaría la solución? Pues, en primer y único lugar, en la voluntad de la Administración estatal y las autonómicas en llevar a cabo de forma coordinada las acciones adecuadas para la conservación y protección de los humedales existentes; y, en su caso y si fuera posible, para la recuperación de los desaparecidos y la creación de otros nuevos. Con ello, tal vez podríamos lograr una aceptable involución de los hechos.