ABC (Castilla y León)

«Todo eran buenas palabras, pero no cumplía nada»

▶Algunos de los que trataron con Junqueras en 2017, del Gobierno o la Generalita­t, lo definen como desleal ▶El líder de ERC dice lo que le convenga en cada momento, pero no se atreve a hacer nada, resumen los que le conocen

- ÀLEX GUBERN / DANIEL TERCERO BARCELONA

El 21 de noviembre de 2016, a falta de menos de un año para los hechos del otoño negro de 2017, Enric Millo tomaba posesión del cargo de delegado del Gobierno en Cataluña. Cobraba impulso la llamada ‘operación diálogo’, con la que el Ejecutivo de Mariano Rajoy trató de convencer al independen­tismo de que podía haber una salida a la ya anunciada colisión de 2017. Sobre el fracaso de la citada operación, y lo que vino después, se ha escrito mucho, aunque quizás no tanto sobre el papel determinan­te que tuvo Oriol Junqueras, que se prestó a jugar el rol del secesionis­ta bueno.

La foto del entonces vicepresid­ente catalán tomando del hombro a Soraya Sáenz de Santamaría en la inauguraci­ón del Mobile World Congress de febrero de 2017 fue en realidad un espejismo. Un espejismo o, directamen­te, un engaño, según quien lo analice. «Nos tomó el pelo a todos», concluye rotunda una de las personas que más directamen­te vivió aquellos acontecimi­entos para resumir la actuación de Junqueras. El giro estratégic­o anunciado por el preso de Lledoners aparcando de manera táctica la unilateral­idad y aceptando los indultos es puesto en duda por quienes trataron con él en esos momentos decisivos. «Dirá lo que convenga decir. Como hizo en los meses previos a 2017. El PSOE está cayendo en el mismo error de creer que es de fiar», añaden.

Uno de los protagonis­tas de esos días fue Roberto Bermúdez de Castro, entre 2016 y 2018 secretario de Estado para Administra­ciones Territoria­les, y encargado de aplicar el artículo 155 de la Constituci­ón

en Cataluña tras su aprobación por el Senado el 27 de octubre de 2017. «Antes del 155, Junqueras nunca se ponía en contra de nada, todo eran buenas palabras, pero no cumplía nada.

R. Bermúdez de Castro

Sec. Estado 2016-2018

Es un lobo con piel de cordero», recuerda Bermúdez de Castro. Para el que fue ‘hombre de negro’ del Gobierno en Cataluña, el líder de ERC no puede haber cambiado desde entonces pues sus posiciones eran muy radicales y poco fiables: «Siempre que nos la podía meter doblada, nos la metía».

El sentimient­o de engaño era evidente y Junqueras actuó con cierto aire de superiorid­ad, llegando incluso a bromear, en alguna de las reuniones, con la posibilida­d de acabar en la cárcel, como así ocurrió después.

La misma impresión es la que relata Enric Millo, que recogió su experienci­a en su libro crónica ‘El derecho a saber

Enric Millo

Del. del Gobierno 2016-2018 la verdad’, que recoge pasajes que dan cuenta del verdadero envés de quien ahora asegura abogar por el diálogo y el acuerdo. «Junqueras me pidió que la reunión no fuera pública ni se diera a conocer a los medios», relata Millo sobre un encuentro solicitado por el entonces vicepresid­ente. Como sucedió con otras reuniones privadas con Puigdemont en esa época, la razón siempre fue la misma, «no trasladar a la opinión pública» que el diálogo con el Gobierno seguía abierto. Doble discurso. Ya en el despacho de la Consejería de Economía, y tras pedirle a Millo que entregase su móvil y mantuviese en todo momento un tono de voz bajo ante el miedo a ser grabados –incluso llegaron a utilizar signos para hablar de según qué temas–, Junqueras le aseguró que «era partidario de hacer las cosas de otra manera», asumiendo de nuevo el papel de hombre de paz, en el fondo no partidario del choque de trenes.

Incapaz de asumir públicamen­te su propia posición, o la que decía que era su posición, sugirió a Millo una vía indirecta para frenar el ‘procés’, señalando que algunos diputados de la mayoría independen­tista en la órbita convergent­e tampoco compartían la estrategia de colisión, y que quizás se les podría convencer de que no votasen a favor de las leyes de desconexió­n que se acabarían aprobando en las infaustas jornadas del 6 y 7 de septiembre.

Cuando Millo le preguntó cómo pensaba persuadir a esos diputados, Junqueras le respondió que él no podía hacer nada, pero que «tal vez nosotros sí les podíamos convencer». El asombro del delegado del Gobierno Millo fue mayúsculo. Junqueras le dijo que si convencían a los diputados y se paraban las leyes de desconexió­n, ellos estaban dispuestos a renunciar al ‘procés’. Todo humo, porque a la vez Junqueras dejó claro a Millo que «desde su partido no iban a hacer nada para evitarlo y que, si el destino nos llevaba a esa colisión, asumirían las consecuenc­ias», añade. Cataluña caminaba hacia el precipicio. Junqueras jugaba a dos bandas. La poca utilidad

«Junqueras, siempre que nos la podía meter doblada, nos la metía»»

«Antes del 155, Junqueras nunca se ponía en contra de nada, todo eran buenas palabras»

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