La variante india pone otra vez a prueba el blindaje de China
▶ El país se enfrenta a un virulento rebrote de transmisión comunitaria en Cantón
China, el país donde la pandemia empezó, es también uno de los que mejor ha gestionado sus devastadoras consecuencias. A día de hoy y según cifras oficiales, el cómputo total de casos no rebasa los 100.000. Semejante hazaña responde a un eficaz protocolo puesto en marcha ante el menor indicio que ha logrado sofocar cada rebrote con infecciones mínimas. El modelo, no obstante, enfrenta ahora su mayor reto hasta la fecha: la variante india se ha colado en la fortaleza.
La grieta está en Cantón. Desde finales de mayo las autoridades han detectado allí más de 80 nuevos casos, la primera vez que la mutación –bautizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como Delta– se transmite de manera comunitaria en el gigante asiático. La mayor conurbación del planeta, con casi 47 millones de habitantes –equivalente a toda la población de España–, permanece en alerta máxima. «Nadie es ajeno a esta guerra contra la pandemia», proclamaba la semana pasada Chen Bin, portavoz de la Comisión de Salud local.
El Gobierno ya se ha puesto manos a la obra. Como en ocasiones anteriores, el primer punto de su plan de acción consiste en realizar testeos masivos. Según la portavoz, las autoridades llevaron a cabo 18 millones de pruebas en los tres días anteriores al lunes. El segundo pasa por un minucioso confinamiento selectivo que llega a discernir entre bloques de la misma calle. Cantón ha ampliado sus zonas de excepción hasta cubrir 37 áreas residenciales que contienen 180.000 personas. Esto supone un hecho excepcional en una megalópolis que incluso en los peores días de la pandemia permaneció abierta, hasta el punto de que su aeropuerto se coronó como el más transitado del mundo en 2020 con 43 millones de pasajeros.
Con los vuelos internacionales restringidos a unas pocas ciudades, Cantón
La carga viral dobla a la de los casos registrados en la primera ola de la pandemia y la incubación se ha reducido de 5,9 a 3,2 días
representa la principal puerta de entrada a China: por allí acceden el 90% de los viajeros –chinos en su aplastante mayoría– procedentes del extranjero. El procedimiento dicta que todos sean conducidos de inmediato a hoteles acondicionados para cumplir con dos semanas de cuarentena obligatoria. Aunque se efectúe con la mayor escrupulosidad, el rebrote evidencia que el patógeno puede colarse por cualquier rendija.
El paciente cero es una mujer de 75 años residente en la ciudad. Aunque los detalles sobre el origen de su infección están siendo investigados, las autoridades sospechan que procede de un hombre aterrizado en Cantón a principios de mayo procedente de Arabia Saudí. Durante el periodo de aislamiento manifestó síntomas, por lo que fue trasladado a un hospital local que también visitó la anciana. Muestras
obtenidas en el circuito del aire acondicionado han dado positivo, según medios locales.
Esa capacidad de trazar rutas de contagio resulta esclarecedora: en lo que a coronavirus se refiere, China es un lienzo en blanco que permite calibrar el impacto de esta nueva variante y comparar su peligrosidad respecto a otras cepas. «Tiene un periodo de incubación más breve, una transmisión más rápida y una carga viral mayor, lo que hace que la situación en Cantón sea completamente diferente [a rebrotes anteriores]», explicaba en rueda de prensa Zhang Zhoubin, responsable del Centro de Control de Enfermedades de la ciudad.
La carga viral de los infectados estos días en Cantón dobla a la de aquellos casos registrados durante la primera oleada de la pandemia. La incubación se ha reducido de 5,9 días a 3,2. Al mismo tiempo, esta nueva variante también genera más asintomáticos, lo que limita la efectividad de medidas de control básicas como la toma de temperatura. El rebrote ha despertado la urgencia de los cantoneses, que se agolpan en los recintos designados para recibir la preciada inyección.