Badosa y Davidovich descubren el vértigo de la élite
▶ La catalana cae ante Zidansek y el andaluz, con Zverev, atenazados por los nervios y lejos de su mejor versión
Los dos lo admitían, cada uno con sus palabras: más allá de Zidansek y Zverev, habían sucumbido ante sí mismos, incapaces Paula Badosa y Alejandro Davidovich de dar su mejor versión en su día más grande, esos cuartos de final de Roland Garros de los que salen ambos con la misma palabra: decepción. «Me he puesto demasiada presión, no he sabido gestionar todo esto, se me ha hecho un poco grande. Es el día que más siento una derrota», aceptaba la catalana después de ver cómo su tenis, superior al de la eslovena, no era suficiente para atrapar esas semifinales con las que soñaba y hacía soñar. «Decepcionado conmigo mismo. A lo largo del partido ni física ni mentalmente estaba bien, me pesaba todo. Ahora mismo solo tengo en la cabeza la derrota», exponía el malagueño, atrapado en su propia red de enfados y despistes de los que no pudo salir.
Se van los dos con la cabeza baja porque no era la mejor de las despedidas, eclipsadas sus dos buenas semanas por este último recuerdo en la Philippe Chatrier. Especialmente duro el adiós de Badosa, pues estuvo muy cerca de alargar esta semana de pasión y lo dejó escapar más por frustración propia que por mérito de la rival, más acertada, eso sí, en los puntos que deciden las cosas. «Ha sido mi peor partido de toda la gira», aceptaba, honesta en la autocrítica, temerosa por el futuro: «Se me ha escapado una oportunidad; espero que no sea la última». Está en su mano que no lo sea, pues, a pesar del desenlace de ayer tras dos horas y 26 minutos, con opciones para ganar el primer set, firme en el segundo y sin convicción justo cuando más la necesitaba (47 errores), ha mostrado al mundo y, sobre todo a sí misma, que tiene todo para disputarle las victorias a la que sea.
Ha cambiado el rol, puño en la mesa y en la tierra, con más victorias que ninguna (17-3), y con clase y tenis para el abordaje definitivo a la élite. Aterrizó en París como promesa, se marcha
como favorita, y ese siguiente nivel en su meteórica reconstrucción todavía falta trabajarlo. La progresión, eso sí, es más que adecuada: semifinales en Madrid, primer título en Serbia, cuartos de final en Roland Garros... «Han sido demasiadas primeras cosas», admitía. Si la cabeza y la actitud acompañan, es tiempo ahora de curar las heridas y aprovechar esta derrota para seguir aprendiendo.
Lecciones que también se lleva Davidovich, sorprendiendo con el primer break del partido, pero sin poder saborear la regularidad que lo había impulsado hasta aquí. Se enfrentó a otro volcánico, pero que tiene las espaldas ya más hechas y, sin ser erudito en las grandes rondas, son sus primeras semifinales, sí puede dar alguna que otra clase de cómo gestionar los arrebatos. Apenas le duraron al alemán un par de juegos esa pelea con la jueza de silla. Centrado ya porque las alturas así lo obligan, despertó su mejor tenis y acribilló a balazos a un desquiciado Davidovich, incapaz de poner remedio para enlazar más de dos puntos seguidos. Solo dos juegos pudo sumar después de tener mano para igualar a cinco en la primera manga: 37 errores no forzados en una hora y 36 minutos.
«Físicamente estaba con un dolor de espalda bastante agudo, me he tratado horas y horas con mi fisio. Hoy [por ayer] me levanté mucho mejor, pero ha sido un drama ponerme los calcetines. Me pensé salir o no a la pista porque no quería dar la imagen que al final he dado. Todo lo que he hecho estos días..., y acabar así un Roland Garros es duro mentalmente. Me ha fallado el físico, la mentalidad», aceptaba el malagueño, atenazados los nervios, la presión, las expectativas en la espalda, reflejando el cuerpo la tensión que se produce en la cabeza.
Mañana, quizá pasado, verán Roland Garros 2021 como el torneo que fue, su magnífica presentación al mundo. Todavía hoy soñarán con esos nervios que fueron su peor rival.