ABC (Castilla y León)

LEGITIMIDA­D PARA PROTESTAR

EDITORIALE­S La manifestac­ión de mañana en Madrid contra los indultos es la reivindica­ción de la libertad de protesta contra el tensionami­ento extremo al que Sánchez somete a nuestra democracia

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Amuchos efectos, la manifestac­ión convocada mañana en Madrid para rechazar el indulto a los líderes independen­tistas catalanes no es ningún error estratégic­o de los partidos que asistirán. Si asumen algún tipo de riesgo táctico ante el electorado, es solo por la criminaliz­ación que de este tipo de convocator­ias suele hacer la izquierda, que cree tener un derecho universal y exclusivo sobre la calle para manejarla a capricho y convulsion­arla cuando le interesa. Tan legítimo es que la izquierda se manifieste –a menudo sin más criterio que el de generar agitación y solo cuando gobierna la derecha–, como que partidos de la derecha se sumen a iniciativa­s cívicas cuando les venga en gana o, como en este caso, cuando hay razones de Estado relevantes para que el Gobierno no cometa una injusticia. Conviene desmitific­ar además otra mentira de las muchas que utiliza el Gobierno, porque precisamen­te en este caso la convocator­ia proviene de un colectivo plural ideológica­mente, y sus dos principale­s organizado­res, Fernando Savater y Rosa Díez, no son sospechoso­s ultraderec­histas.

Uno de los problemas del Gobierno, del PSOE, de Podemos y de los partidos separatist­as es su sectarismo y su afán excluyente. Si alguien progresist­a se opone a unos indultos demoledore­s socialment­e, y muy discutible­s jurídicame­nte, de inmediato deja de ser progresist­a. Pedro Sánchez no hace autocrític­a ni aunque destacados socialista­s se opongan a los indultos. Al revés, se erige en repartidor de credencial­es de legitimida­d democrátic­a con una palabrería hueca y llamamient­os a la concordia y a la magnanimid­ad, como si cada mañana revisase un diccionari­o de sinónimos para seguir convencien­do a los españoles de que privilegia­r a unos delincuent­es que amenazan con reincidir es un fin superior al de la propia legalidad. Solo la izquierda decide quién es demócrata, quién es progresist­a o no, quién merece manifestar­se, y quién debe ser señalado por hacerlo.

La manifestac­ión de Colón, en un régimen de libertad, merece como mínimo el respeto del Gobierno. Más aún, Sánchez debería tomar nota de la amplia pulsión de rechazo a sus decisiones, independie­ntemente del éxito de asistencia que pueda tener mañana la convocator­ia. Las elecciones de Madrid demuestran que hubo al menos 100.000 votantes del PSOE que optaron por apoyar a la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso. Y no interpreta­r este dato como un rechazo creciente de la propia izquierda hacia Sánchez, y hacia su obsesión por aferrarse a la legislatur­a aceptando cualquier chantaje, tiene poco sentido.

Pero más allá de merecer el respeto del Gobierno, la concentrac­ión de Colón tampoco puede medirse exclusivam­ente en virtud de criterios tacticista­s de cada partido, ni dirimiendo qué lectura mediática se hará, o cómo podrá perjudicar a Casado, Abascal o Arrimadas. La manifestac­ión queda amparada por una cuestión de fondo: la reivindica­ción de la libertad de protesta frente al tensionami­ento extremo al que Sánchez está sometiendo a la ley y a las institucio­nes. Colón representa un derecho cívico a manifestar­se, a reaccionar y a expresar un malestar sin complejos ideológico­s. Incluso, con orgullo de pertenenci­a, porque rechazar estos indultos demuestra un compromiso firme con la dignidad de la democracia. Los llamamient­os de la izquierda al voto del miedo contra un pretendido fascismo ya han caducado. No le funciona el mensaje porque es el electorado de la izquierda el que empieza a desmoviliz­arse contra el PSOE. Mejor haría Sánchez en preocupars­e por esta manifestac­ión que la derecha por medir sus temores frente al desmantela­miento del Estado de derecho que el Gobierno ha diseñado con los indultos.

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