EL ÁNGULO OSCURO
Al ‘orden constitucional’ vigente le importa mucho más la democracia que la supervivencia de la comunidad política
EN realidad, otorgando el indulto a los políticos indepes presos, el doctor Sánchez no hace sino subsanar burdamente las incongruencias de nuestro ‘orden constitucional’, completamente perverso y disolvente, que ampara las ideas políticas que atentan contra la supervivencia de la comunidad política (¡con tal de que se defiendan ‘por vías democráticas’, por supuesto!), que ampara y patrocina la formación de partidos que postulen tales ideas y su concurrencia en ‘elecciones libres’ y su acceso a las instituciones... ¡impidiéndoles sin embargo ejecutar sus ideas! ¿Se imaginan cuán grotesca e inicua nos parecería una ley que permitiera cultivar remolacha y cosecharla, pero prohibiera procesarla para convertirla en azúcar? Pues esto exactamente es lo que hace nuestro ‘orden constitucional’ con las ideas separatistas: por un lado, las considera plenamente legítimas y dignas de amparo, sin importarle que sean corrosivas de la comunidad política; por otro, pretende que no puedan llevarse a cabo.
Esta aberración jurídica y filosófica se prolonga, además, en puniciones chapuceras y hasta arbitrarias. Pues nuestro ‘orden constitucional’, que estimula y ampara perversamente las ideas que corroen la comunidad política, se saca luego de la manga un infumable artículo 155, que consagra la discrecionalidad; y regula los delitos de sedición y rebelión con una redacción que delata de forma evidentísima (la elección del verbo ‘alzarse’ es muy delatora) que están concebidos para castigar levantamientos militares; pues, para la mentalidad democrática, sólo el ‘ruido de sables’ constituye un peligro. Al ‘orden constitucional’ vigente le importa mucho más la democracia que la supervivencia de la comunidad política; y a esta perversión suma cierto panfilismo que le impide identificar como enemigos a sus propios hijos, amamantados a sus opíparos pechos, pletóricos de mamandurrias y sobornos. De este modo, cuando esos hijos díscolos o descarriados se revuelven contra la teta de la que chupan, el ‘orden constitucional’ les brinda la salida ‘in extremis’ del indulto, que les concede aunque no hayan mostrado signo alguno de arrepentimiento. Se trata, por supuesto, de una solución irracional y perversa, pero perfectamente congruente con un ‘orden constitucional’ que ha hecho de la irracionalidad y la perversión, de la aporía lógica y la aberración jurídica y filosófica, el clima que garantiza su subsistencia. Indultando a los indepes presos, el doctor Sánchez no hace sino asegurar el ‘orden constitucional’, que necesita mantener en su ‘consenso’ a los enemigos de la comunidad política, para que la sigan envenenando. Pues, igual que el moho se funda en la putrefacción, el ‘orden constitucional’ se funda en incorporar al ‘consenso’ todos los venenos que corroen y disuelven la comunidad política.
El indulto no es más que la guinda de un pastel venenoso. Y revolverse contra la guinda sin renegar del pastel es tanto como poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias.
PODRÍAMOS intentar explicar el pasteleo de Sánchez con los separatistas con alambicadas disquisiciones politológicas, incluso espolvoreando citas de Maquiavelo, Burke, Gramsci y Ernest Gellner para que nos quede molón. O podemos explicarlo llanamente con un dicho gráfico de nuestras abuelas: «El que con niños se acuesta, meado se levanta». Existe además un tercer modo de contarlo: la parábola de la rana y el escorpión, que algunos atribuyen a Esopo. El escorpión Oriol pide a la rana Sánchez –y que Mi Persona disculpe la metáfora– que la cruce a la otra orilla de un río. «¿Y cómo sé que no me picarás?», pregunta cauta la rana. «Pues porque nos hundiríamos los dos», responde muy razonable el escorpión, que al parecer ha renunciado a la vía unilateral. Pero a mitad de trayecto, el arácnido no puede resistirse y clava su aguijón amarillo y venenoso a la rana. Los dos se van a pique. El batracio no entiende nada: «¡Ahora moriremos los dos! ¿Por qué lo has hecho?», inquiere agonizando. «Es mi naturaleza», se sincera el escorpión.
En efecto, es su naturaleza: quieren la independencia por motivos meramente emocionales, ajenos a cualquier consideración práctica, racional o solidaria, y todo debe supeditarse a la sagrada meta. Por eso Sánchez I el Magnánimo es en realidad un rey desnudo, que nos ha embarcado en una mascarada –regalar indultos a cambio de nada– sin más móvil que intentar comprar por unos meses el apoyo de los separatistas que lo sostienen. A los que rechazamos el indulto de unos presos condenados por graves delitos, que jamás se han arrepentido, nos llama «rencorosos» y «vengativos». Mientras se da un voltio por Buenos Aires con ínfulas de jefe de Estado, proclama pomposamente que es la hora de «la magnanimidad». Con esa vocecilla melosa que reserva para cuando se nos pone ñoño, habla de ‘concordia’. Uno de sus ministros llega a comparar a Junqueras con Mandela (lo cual es un delirio, porque Nelson luchó contra una peste, la segregación racial, y aun así fomentó la unidad con los que habían machacado a los suyos; mientras que el buen Oriol es un xenófobo que aboga por romper con sus compatriotas de siempre solo por ínfulas de superioridad).
Toda la pamplina buenista se ha desmoronado de forma sonrojarte al destapar el jueves los periódicos que la Guardia Civil detuvo en octubre a un dirigente de ERC con un ‘powerpoint’ que detallaba el nuevo plan independentista: ganar las elecciones y formar otro Ejecutivo separatista (lo que ya ha ocurrido), el perdón de los presos (ya conseguido), utilizar la ‘mesa de diálogo’ para desgastar al Gobierno y ganar adeptos para la causa mediante quejas victimistas, y acto seguido, romper los muebles y convocar un referéndum; y si Sánchez no se pliega, otra declaración de independencia. Ese es el retrato real del escorpión con el que baila la rana. Una información que el Ministerio del Interior ocultó a los españoles, que de no ser por la prensa libre seguirían en Babia. Colón es una ocasión de parafrasear a Cicerón y preguntar en alto: ‘Quousque tandem abutere, Sánchez, patientia nostra?’
No han tardado sus aliados en destapar que todo es un camelo, que solo les vale la independencia