Tres Vistalegres, o dos telediarios
El portavoz de Unidas Podemos se suma a la desbandada y amaga con su retirada
El límite establecido por la Vigesimosegunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos –adoptado en su día por Aznar y generalizado como medida de la permanencia en el poder– deja en dos mandatos el ciclo de quienes están en la política de paso y servicio. Hay gente que se atornilla y apalanca y que no sale ni con agua caliente; son los menos. Echenique dice que se va, no sabemos si para hacer, como Pablo Iglesias, un programa de televisión. Hay uno de «rojos y maricones» (sic) al que podría aportar su vis cómica, su colmillo retorcido, sus salidas de tono y su dilatada experiencia en redes sociales, pero siempre le quedará el CSIC, donde tiene plaza. Echenique se va en pleno descalabro de Unidas Podemos –refundación, corrigen– y sin haber tocado pelo, dedicado en exclusiva a publicar en Twitter un magno e inabarcable ensayo sobre el odio social que hace unos días borró de sopetón y que merecería ser recuperado como manual de consulta para los investigadores de la memoria democrática. «No es bueno estar mucho tiempo», confiesa Echenique. Debe de referirse a todos aquellos que, uno tras otro, fueron purgados del círculo de Iglesias, tan íntimo y servil que incluso llegó a perder la categoría de secta para quedarse en el umbral de las familias diversas, cuya formulación ocupa últimamente a la ministra Irene. Dice Echenique que lo mismo coge y se va. Lo anuncia con dignidad impostada, pero lo echan. Lo hace la gente, su gente, la que desde hace mucho no cabe en un círculo privado y privatizado.