Los activistas exigen a las siete potencias priorizar el océano y el clima
▶ Varios fueron detenidos tras hallar dos vehículos con granadas de humo
Los miembros de las delegaciones presentes en la localidad inglesa de Cornualles que participan desde ayer en la cumbre del G-7 se despertaron de una forma poco agradable: con el ruido de cinco ráfagas ensordecedoras de una sirena de niebla que simboliza el llamado de auxilio de los océanos y su inminente fallecimiento si los jefes de estado de las naciones económicamente más potentes del mundo no cumplen con su deber de protegerlos. La acción lleva la firma de los activistas de Ocean Rebellion, grupo que nació el año pasado en el seno de Extintion Rebellion, organización que defiende que es un deber de los ciudadanos rebelarse, por medio de la desobediencia civil pacífica, ante lo que llaman «la inactividad criminal» de los gobiernos.
Además de la alarma, los activistas colocaron a un gran número de sirenas varadas en la playa, enredadas en redes de arrastre desechadas. «Ocean Rebellion exige que el G-7 coloque al océano en la cima de su agenda», declaró Sophie Miller, una portavoz del movimiento, que añadió que «la humanidad no puede continuar con la pesca industrial» y detalló que «la pesca de arrastre por sí sola emite más carbono que toda la aviación mundial». «Estos métodos intensivos de pesca devastadores para el medio ambiente deben terminar ya», aseveró. «Es hora de que haya una política conjunta del G-7 sobre los océanos. Los mares son nuestra línea de vida, producen gran parte del oxígeno que respiramos y absorben gran parte del dióxido de carbono liberado por la quema de petróleo y gas, que está convirtiendo al planeta en una sauna. Pero la pesca excesiva y las toxinas están matando la red trófica marina, interrumpiendo la producción de oxígeno y desplazando el dióxido de carbono a la atmósfera», dijo por su parte el activista Roc Sandford, que añadió: «Los jefes de estado del G-7 están jugando a la ruleta rusa con la vida de nuestros hijos. Deben hacer que los contaminadores paguen lo que sea necesario para promover la reparación de los océanos».
«Siete personas fueron arrestadas después de que se descubrió que dos vehículos contenían pintura, granadas de humo y megáfonos», dijo la Policía.
Esta acción es solo una de las muchas que llevarán a cabo los grupos de manifestantes durante los tres días que durará la cumbre y entre cuyos objetivos están «influir en los resultados de la COP 26», que se celebrará en noviembre en Glasgow, Escocia, sobre todo en este «año crítico para la acción climática», así como destacar «las desastrosas consecuencias de las promesas incumplidas del G-7 para las personas en el sur global que ya están experimentando los efectos del colapso climático y ecológico», explicó la organización en un comunicado, en el que destaca que precisamente «los más afectados por el cambio climático son también los que menos han hecho para provocarlo. Todos los días, en el sur global, las personas enfrentan sequías o inundaciones, escasez de alimentos y migración forzada causada por el cambio climático».
El viaje del presidente Joe Biden a Europa sirve en primer lugar para restaurar la relación transatlántica, tan dañada durante los cuatro años pasados. El mensaje de Washington es reconfortante, no tenemos mejores aliados que vosotros, compartimos en gran medida valores e intereses, apoyamos el proceso de integración económica y política del continente y el papel primordial de la OTAN en seguridad y defensa.
Biden el irlandés se siente en casa en Europa, lo mismo que sus asesores el francófilo Antony Blinken y el oxoniense Jake Sullivan. Pero además de reparar la maltrecha alianza, quieren asegurarse de que los europeos combatimos el enemigo en casa, la ola populista y nacionalista de la que los norteamericanos tampoco se libran. De ahí el aviso a Boris Johnson sobre su desafío al Protocolo de Irlanda del Norte incluido por Londres en el pacto del Brexit. Se trata de un gesto de firmeza para poner límites a las gesticulaciones trumpistas del primer ministro, que pueden desestabilizar la isla del Eire y afectar gravemente a la UE.
Hay un mensaje más: los europeos no podemos ser un problema, sino un actor dispuesto a trabajar con Estados Unidos para resolver grandes retos globales. Este sería el tercer objetivo de la visita, movilizar tanto a la Unión Europea como a sus principales Estados miembros para abordar una larga lista de desafíos comunes entre los que sobresale la contención de China. A los europeos nos gusta que nos admiren y nos digan que no hay mejor sitio para vivir. Cuesta más aceptar la advertencia de que tenemos responsabilidades globales. Solo las atenderemos si superamos la carencia de medios y desarrollamos una mayor voluntad de actuar unidos en el mundo. Hasta que llegue ese momento, Washington mantiene una postura pragmática: se apoya en Alemania y Francia, a veces en el Reino Unido e incluye a otras democracias no europeas en sus planes. También colabora con la UE, pero es consciente de sus limitaciones en el exterior. La gran pregunta que deja el viaje de Biden es si la relación transatlántica se puede convertir además en transpacífica.
Los europeos no podemos ser un problema, sino un actor dispuesto a trabajar con EE.UU. para resolver grandes retos globales