ABC (Castilla y León)

El fotógrafo español Emilio Morenatti gana el premio Pulitzer

▶ El fotoperiod­ista ha sido reconocido por sus imágenes de la pandemia

- DAVID MORÁN BARCELONA

ta de la asociación de familias con hijas e hijos sordos de Cataluña, ‘Volem Signar i Escoltar’ (Queremos Signar y Escuchar), llevó recienteme­nte al Congreso lo que ya se conoce como ‘síndrome de la privación lingüístic­a’, que no es otra cosa que el hecho de privar a los alumnos sordos de recibir esa educación bilingüe, y que esta sea de calidad. Precisamen­te cuando se clama contra el hecho de que haya autonomías que están marginando idiomas de esa enseñanza vehicular –incluido el propio castellano–. González y Díaz presionan: la ‘ley Celaá’ o Lomloe contiene una medida de promoción de educación bimodal para este colectivo. «El Gobierno tiene una prueba de fuego. Veremos cómo se materializ­a y si es capaz de lograrlo», dicen, incrédulas, las familias.

En España, según los últimos datos publicados por INE, hay 1.064.600 personas mayores de 6 años sordas o con algún tipo de pérdida auditiva. En casa de Antonia, en la localidad madrileña de Leganés, hay dos de ellas. Maestra de Educación Infantil, Laura no encuentra trabajo después de que a comienzos de curso se prescindie­se de su labor en un colegio. También se privó a una compañera suya de Granada de su plaza de oposición sacada con mucho esfuerzo. La segunda ganó una batalla inédita en la Justicia, por lo que ya se ha incorporad­o a su puesto. La primera, confiesa su madre, no ha encontrado acomodo. Pero lucha como nadie. Se aferra desde hace más de un año y medio a su proyecto ‘Aprende con Lauu’ en las redes, donde se cumple aquello de ‘si la montaña no va a Mahoma...’ porque sigue enseñando. Matemática­s, que es su área. «No encontraba trabajo y pensé de qué forma podía dar visibilida­d a la situación de paro en que nos encontramo­s los profesiona­les sordos. Que las personas miren la realidad de lo que podemos hacer los maestros sordos en las aulas que desarrolla­n proyectos bilingües (lengua oral, lengua de signos)».

El azote de la pandemia ha jugado una mala pasada al alumnado sordo. «Se les ha dejado fuera de todos los protocolos Covid», denuncia la plataforma Docentes Sordos. El aprendizaj­e no ha sido funcional. Las mascarilla­s que han obstaculiz­ado la lectura labial, la dependenci­a de programas y materiales audiovisua­les poco adaptados a la lengua de signos, la falta de empatía de las administra­ciones y la decisión de prescindir del refuerzo que necesita la educación para las personas sordas les ha dejado atrás. La mayor parte del alumnado sordo comenzó el curso en septiembre sin intérprete­s y, quien lo tiene, no dispone de él todo el horario lectivo. Se les niega la posibilida­d de contar con esas figuras para seguir las clases aunque tengan un implante coclear o audífono, lo que trastorna su trayectori­a educativa, denuncia la plataforma. «El acceso sigue dependiend­o del territorio donde se viva. Si es un pueblo de la España rural...», protesta Díaz. Este año ha sido un torpedo contra la línea de flotación de la inclusión educativa.

Personas preparadas como Laura no han encontrado hueco en el sistema. Alumnos y docentes consideran que es discrimina­torio arrebatar a alguien su oportunida­d de avanzar por una discapacid­ad. Ahora Laura cosecha parabienes y cientos de ‘likes’ de más de 10.000 seguidores pendientes de sus lecciones; mientras, aguarda a que alguien cuente con un trabajador sordo. «Mi sorpresa ha sido que utilizan el proyecto profesores que tienen alumnado sordo, y me escriben contando que les ayuda en su trabajo en las aulas. Porque explico Matemática­s a través de los cuentos para las familias», apunta Laura.

Marta Vinardell-Maristany, psicopedag­oga, pone voz a una enérgica protesta de Docentes Sordos, que trata de conseguir una completa accesibili­dad en sus empleos: «La respuesta de la Administra­ción es, en general, muy lenta; y, en algunas situacione­s, nula; en lugar de incluir medidas de apoyo, adopta actitudes capacitist­as, hasta el punto de apartar al profesiona­l sordo de su lugar de trabajo mediante bajas laborales». Pero la Convención Internacio­nal sobre los Derechos de las Personas con Discapacid­ad también les menta a ellos, a los maestros, y exige a los Estados que adopten las medidas pertinente­s para emplear a maestros cualificad­os en lengua de signos. Y a los niños, dice, «se les garantizar­án entornos de aprendizaj­e con adultos sordos que les sirvan de modelos de conducta». Pero el silencio institucio­nal es atronador. «Si no se cumplen las normativas es que aún hay muchas barreras por derribar. Hay que desarrolla­r modelos de educación combinada», dice el colectivo de profesores.

Y después del horror, la esperanza: dos ancianos se funden en un abrazo interminab­le, un abrazo con el que al fotógrafo se le saltaron las lágrimas, protegidos por plásticos y mascarilla­s. La fotografía, nunca mejor dicho, dio la vuelta al mundo. Igual que esa otra que también señalaba la luz al final del túnel. A saber: Francisco, de 60 años, llevaba más de tres meses ingresado en el Hospital del Mar de Barcelona. Tres meses postrado en una cama de la UCI entre respirador­es, inhalando el olor a químicos y a muerte y, de pronto, la brisa. El cielo. El mar. Porque ese mes de septiembre, después de tres meses ingresado, Francisco salió por primera vez al fresco. En camilla y acompañado por un equipo de médicos y auxiliares, pero al fresco al fin y al cabo.

Ahí estaba también Emilio Morenatti, fotógrafo jefe de la agencia Associated Press (AP) en España y Portugal que inmortaliz­ó el momento y, portada del ‘The New York Times’ mediante, firmó una de las imágenes del año. Una fotografía, que junto a su cobertura de la pandemia y, muy especialme­nte, el impacto de la misma en los ancianos, le ha valido a Morenatti un prestigios­o premio Pulitzer. Se trata del cuarto español que consigue el galardón, después de Manu Brabo, Javier Bauluz y Susana Vera. Morenatti, nacido en Zaragoza en 1969 y criado en Jerez, recorrió Barcelona fotografia­ndo calles desiertas, residencia­s de ancianos clausurada­s, cementerio­s, y morgues. El horror de la primera ola, seguido de cerca por la esperanza de enfermeras y doctoras asistiendo a enfermos en sus casas, ancianas capturadas en pleno aplauso desde el balcón... Fotografía­s todas ellas que el jurado de la Universida­d de Columbia de Nueva York, institució­n que entrega los galardones, ha calificado de «conmovedor­as».

Galardonad­o con una mención de honor en los World Press Photo de 2007 o el Premio Ortega y Gasset de Periodismo Gráfico en 2013, Morenatti ha realizado buena parte de su carrera en zonas de conflicto como Gaza y Kandahar.

Además de premiar a Morenatti, la junta directiva del Pulitzer otorgó una «mención especial» a Darnella Frazier, la adolescent­e que grabó en vídeo la detención y asesinato del George Floyd a manos de un policía. Frazier fue premiada por «grabar valienteme­nte el asesinato de George Floyd, un vídeo que desató protestas contra la brutalidad policial a través del mundo y que subrayó el rol crucial de los ciudadanos en la búsqueda de los periodista­s por la verdad y la justicia». También resultaron premiados el diario ‘Star Tribune’ de Minneapoli­s por su cobertura de la muerte de Floyd y sus repercusio­nes, ‘The New York Times’ por su tratamient­o de la pandemia de coronaviru­s; y la web BuzzFeed por su cobertura de los campos de prisionero­s construido por China para la detención masiva de musulmanes.

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// EMILIO MORENATTI

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