«Las plataformas no deberían optar a las ayudas. Si son coproductores sí, pero si son el productor mayoritario no está bien»
¿Morirá el cine de autor? «Oscilo entre el sí y el no –ríe Delpierre–. Lo bueno del cine es que siempre te demuestra lo equivocada que estás». Por eso, aunque defiende la utilidad del ‘streaming’, apunta a elevar el nivel del contenido para las salas: «El espectador tiene que sentir que ir al cine es un acto emocional: ver una película en una pantalla grande es diferente a verlo en una plataforma. Y tenemos que darles motivos». De la misma opinión es Vázquez: «Hay gente que dice que el cine de autor muere, aunque pasa con todo lo artesano frente a las grandes corporaciones, pero que llegue a morir es complicado porque la conexión con una historia auténtica sigue conectando con el público». «Hay un tipo de cine que sí va a sufrir –apunta Lavigne–, el mal llamado de autor (porque hay muchos autores en el ‘mainstream’), que hasta ahora impulsaba el productor independiente y que no adquieren las plataformas. Corre el peligro de desaparecer progresivamente si no viene acompañado de apoyo, fondos y ayudas que permitan su supervivencia en un ecosistema en plena transformación. La clave es protegerlo hasta que esas plataformas de nicho sean rentables».
En España hubo un tiempo en que el cine de autor era verdaderamente rentable. «El riesgo empresarial estaba más controlado: además de que las taquillas, que eran mucho mayores, las televisiones pagaban mucho más, las subvenciones eran automáticas y el vídeo era un gran negocio. En este momento la explotación en salas es más azarosa, las televisiones pagan menos y las plataformas, que han entrado como sustitutas, no lo han hecho en la medida anterior», recuerda Riera, que discrepa frente a los agoreros. «Cada año siguen saliendo excelentes productos».
El panorama no parece desolador. Lleno de retos, sí, pero hay futuro. Longoria y Riera son los más positivos, al menos en el tiempo presente. También porque sus empresas colaboran con plataformas de manera más habitual. «A corto plazo estamos encantados de lo que pasa», dice Longoria sobre un sistema que ha disparado a la industria a niveles nunca vistos. «En el medio se tienen que definir las reglas del juego. Si nos dedicamos a fabricar películas para otros, cambia el modelo. Estamos más desamparados ante los grandes porque no les entra en el algoritmo hacer películas pequeñas. Hay que encontrar ese nuevo equilibrio y respetar el ecosistema que ha permitido crear grandes películas», sentencia. Esas historias que se cuelan más allá del algoritmo.