ABC (Castilla y León)

EL RECUADRO

España no se merece la imagen de pedigüeño de fama que dio Sánchez ante Biden

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AHORA que estamos en el centenario de Berlanga, le faltaba al fondo una música cañí, como por ejemplo «Dame limosna de amores». Hablo de la indignante imagen para España de ese Sánchez corriendo por los pasillos de Bruselas para ganarse los 29 segundos de fotos con los que Iván Redondo pudiera vender en su mercado de manipulaci­ones el anunciado encuentro del presidente del Gobierno con Joe Biden durante la cumbre de la OTAN. Ni eso fue encuentro ni eso fue nada. Eso fue como cuando el fan de un cantante famoso corre tras él para hacerse un selfi y presumir ante los amigos. Eso no fue encuentro. Eso fue un lamentable paseíllo mientras los asistentes a la cumbre se dirigían a otra sala. Sánchez se le pegó a Biden, quien lo miró con indiferenc­ia y hasta sorpresa, con cara de preguntars­e: «¿Pero quién demonios es este tío que no me deja tranquilo?». Sí, España no se merece la imagen de pedigüeño de fama que dio Sánchez ante Biden. Quien lo miraba como pidiendo auxilio: «¿No me puede quitar nadie a este tío de encima?». La imagen de Sánchez me recordaba al mendigo o al drogadicto que se te pega por la calle y te acompaña con su insistenci­a: «Anda, dame para un bocadillo». Ni un mal bocadillo de dignidad le concedió Biden a España; quizá ni se creía que ‘aquello’ era un presidente, el sucesor del mismo partido del que no se levantaba al paso de la bandera de las barras y estrellas.

Y mientras esto ocurría en Bruselas, no saldría de su asombro en Sevilla el Rey Don Felipe VI. Tras un baño de multitudes en el muelle gaditano al desembarca­r del embajador de España en forma de bergantín-goleta llamado Juan Sebastián de Elcano, presidía en el estadio Olímpico el primer partido de la selección española de fútbol, vulgo ‘La Roja’, en la Eurocopa, según costumbre de la Casa. No se lo creería. Que salía al palco de honor y le daban una ovación de tarde grande, en vez de los habituales abucheos de otros territorio­s de nuestra Patria que no quieren pertenecer a ella. Y luego, empezaba a sonar la Marcha Real, y no se escuchaba un solo silbido, sino aplausos, flamear de banderas de España y el canto coral de esa letra deportiva que le han puesto al Himno: «Nero, nero...»

Antes, por la mañana, en el palacio de San Telmo, donde regiamente «una dalia cuidaba Sevilla», Don Felipe había recibido la primera Medalla de Honor de Andalucía y había pronunciad­o un bellísimo discurso en que, entre alusiones a las graves circunstan­cias políticas presentes al margen, había hecho unos hermosos y casi isidoriano­s ‘Laudes Baeticae’ con las excelencia­s de nuestra tierra, leal a la Corona como pocas desde siglos. ¿Dos Españas? Pues sí: la triste España mendicante de Sánchez acosando a Biden para hacerse un selfi y decir que ha habido un encuentro de alta política, y esta España real en todos los sentidos de la palabra, de una Andalucía fiel a la Constituci­ón del Estado de las autonomías, cuyo impulsor, el profesor Clavero, lo que son las cosas, fallecía en aquellas mismas horas, porque la muerte sí que nos sirve ‘café para todos’.

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Fe de ratas
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