ABC (Castilla y León)

Las reales academias, hacia «la recuperaci­ón de la normalidad»

▶ El Rey destaca «el intenso trabajo» de estas institucio­nes vinculadas a la Corona desde hace más de tres siglos

- ANGIE CALERO MADRID EMILI J. BLASCO

Felipe VI presidió ayer el acto de apertura del curso académico de las diez Reales Academias que constituye­n el Instituto de España y representa­n la excelencia en las ciencias, las artes y las humanidade­s en España.

El acto –al que también asistió la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant– tuvo lugar en la sede de la Real Academia de la Historia, situada en el madrileño barrio de las letras. Nada más comenzar, la directora de la institució­n, Carmen Iglesias, dio la bienvenida al Rey y le agradeció presidir, un año más, esta ceremonia de apertura.

Durante el solemne acto inaugural también se celebraron los 307 años desde que se produjo la primera vinculació­n de la Real Academia Española con la Corona. Desde entonces, las dos institucio­nes trabajan juntas por la defensa del castellano en todo el mundo.

Tras la intervenci­ón del secretario de la Real Academia de Historia, el jurista e historiado­r Feliciano Barrios -quien dio lectura a la memoria de actividade­s de las diez reales academias durante el curso académico pasado-, tomó la palabra Carmen Sanz, tesorera de la Real Academia de Historia, quien pronunció la lección inaugural ‘La globalizac­ión temprana. Narrativas históricas de la modernidad’.

A la conclusión de estas intervenci­ones, Don Felipe mostró su satisfacci­ón por «poder cumplir una tradición y volver a esta casa que, además de estar llena de historia, sin duda es también un placer escuchar de la mano de la tesorera de esta academia un brochazo, pero bien dado, de conocimien­to, informació­n e investigac­ión sobre nuestra historia», declaró el Rey.

Antes de dar por inaugurado el curso académico, Don Felipe se unió «al deseo de todos» de que llegue la recuperaci­ón y la normalidad para «ocupar los espacios como antes, pero no volviendo al punto de partida, sino habiendo aprendido durante todo este periodo tan duro y tan difícil y que todos los propósitos y deseos y esa trayectori­a de intenso trabajo de nuestras academias nos ayude a superar la pandemia, a superar la crisis y a encaminarn­os a un mejor futuro para todos».

Angela Merkel se va, Vladímir Putin sigue. La relación entre Alemania y Rusia es quizá la piedra de toque del destino de Europa, más allá de las cuestiones internas relativas a la Unión Europea. En una UE en la que Francia ha perdido perfil como contrapeso de Alemania, la actitud de Berlín hacia Moscú tiene especial trascenden­cia para todo el continente. Cómo el nuevo Gobierno alemán conducirá el vínculo trasatlánt­ico con Estados Unidos y sobre todo cómo asumirá la consolidac­ión del Made in China son asuntos que revisten también crucial importanci­a, pero la estabilida­d y seguridad europea depende singularme­nte del tipo de aproximaci­ón entre la potencia central del continente y la única gran potencia que puede amenazarla directamen­te desde su flanco.

Un gobierno dirigido por Olaf Scholz puede hacer pensar en la anterior ocasión en que un socialdemó­crata ocupó la Cancillerí­a. Gerhard Schröder llegó al poder con la promesa de acabar la diplomacia de sauna entre Helmut Kohl y Boris Yeltsin, pero se entregó pronto a la diplomacia de dacha servida por Putin, que acabó convirtién­dolo en el gran operador de los intereses gasísticos rusos. Como Schröder, Scholz ha ganado unas elecciones desde la derecha del SPD y, de gobernar, lo hará también del brazo de los Verdes. Pero las circunstan­cias han cambiado mucho: el Putin pos-Crimea es distinto del primer Putin, inicialmen­te colaborado­r con Occidente tras el 11-S y beneficiad­o por las inversione­s de una Alemania enormement­e agradecida por la reunificac­ión. Además, los Verdes son hoy especialme­nte críticos con la deriva antidemocr­ática del Kremlin, y a ese gobierno habría que añadir los liberales del FDP, aún más críticos con Moscú.

El dato central para comprender la política exterior alemana es la gran dependenci­a de la exportació­n: el 47,2% del PIB. Una nación que vive de vender a otros procura no molestarse con ningún gran cliente: eso explica las reticencia­s alemanas a enfrentars­e a China y los equilibrio­s mantenidos por Merkel en su malestar con Putin. Merkel propició con firmeza las sanciones de la UE a Putin a raíz de los sucesos de 2014 en Crimea y este de Ucrania, pero al mismo tiempo ha debido atender los intereses de Moscú y de parte de la industria alemana aceptando la realizació­n del segundo de los gaseoducto­s NordStream.

La cuestión del NordStream 2, acabado de completar pero aún no en funcionami­ento, es lo que determinar­á el arranque de la relación del nuevo Gobierno con Rusia. La reciente aceptación de Washington, a regañadien­tes, de levantar su veto a la infraestru­ctura, a condición de que Berlín corte los flujos si Rusia usa el gas como arma contra Ucrania y el Este europeo, deja margen de maniobra tanto a Scholz como a un gobierno alternativ­o del CDU/CSU. Desde la oposición, verdes y liberales pidieron primero la paralizaci­ón de las obras y luego su no entrada en operación, como castigo al deterioro democrátic­o en Rusia, pero muy posiblemen­te no pondrán aquí sus líneas rojas en una negociació­n de gobierno con otras prioridade­s. es director del Global Affairs Center de la Universida­d de Navarra

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