ABC (Castilla y León)

Ser y estar

Hay muchos dirigentes que están, pero que no son. Y otros que son, pero que no están

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

APUNTABA Wittgenste­in que el pensamient­o es el lenguaje. Pensamos a través de las palabras, lo que significa que nada que no sea formulable existe en nuestro cerebro. Esto incluye seres mágicos como una sirena o un unicornio, que son concebible­s porque se dan en el terreno del lenguaje. Esto nos acerca al nominalism­o, la teoría de Guillermo de Ockham, que creía que había un abismo entre la realidad y los nombres.

En castellano, hay dos verbos para designar lo que otros idiomas funden en una sola palabra: ser y estar. Sabemos que ambos tienen un significad­o muy distinto. Pero los franceses sólo pueden utilizar ‘être’; los ingleses, el verbo ‘to be’, y los alemanes, el vocablo ‘sein’.

Ser en español hace referencia a una cualidad, a una esencia que viene dada desde el exterior. Estar no tiene nada que ver con una forma de ser, sino que expresamen­te solamente un estado. Se puede estar en muchos sitios y de distintas maneras, mientras el ser permanece inalterabl­e y fiel a sí mismo.

Esta diferencia­ción lingüístic­a aporta mucha luz sobre nuestra manera de vivir, pero también sobre la actividad política. Hay muchos dirigentes que están, pero que no son. Y otros que son, pero que no están. Esto no es un juego de palabras. Pedro Sánchez, por ejemplo, es un líder político sin esencia porque sus principios de acomodan a sus intereses y a su instinto de superviven­cia.

En la sociedad del espectácul­o en la que vivimos, es evidente que el relato desplaza a la razón, la representa­ción a la esencia y que pierde sentido la oposición entre verdadero y falso porque ambas cosas pueden darse a la vez y en el mismo momento.

Esta contradicc­ión que late en cualquier trayectori­a política la han resuelto Irene Montero y los dirigentes de Podemos que forman parte del Gobierno: son y están. Juegan a permanecer fieles a sus señas de identidad, pero las rompen cuando es necesario para seguir en el poder. Y siempre tienen el recurso de llamar derechista­s o fascistas a quienes se atreven a poner en evidencia su capacidad camaleónic­a para disimular sus yerros y relativiza­r el resultado de sus decisiones. Por eso, pueden ser y estar al mismo tiempo.

La derecha tiene también un problema de confusión de los dos verbos. A lo largo de muchos momentos, se diluye su ser por la tentación de estar. Todavía no sabemos muy bien lo que es Núñez Feijóo, que probableme­nte se revelará en el ejercicio del poder si llega a gobernar.

Esto no tiene nada que ver con la moderación, que adquiere sentido en un mundo poliédrico y plural en el que cada uno pretende apropiarse de la verdad. Hay que tener la cautela de pensar que se puede estar equivocado, lo que no significa renunciar a ser. El ser se reafirma en la confrontac­ión, en la dialéctica con el otro. Por eso, no faltan quienes prefieren refugiarse en el estar.

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