Ser y estar
Hay muchos dirigentes que están, pero que no son. Y otros que son, pero que no están
APUNTABA Wittgenstein que el pensamiento es el lenguaje. Pensamos a través de las palabras, lo que significa que nada que no sea formulable existe en nuestro cerebro. Esto incluye seres mágicos como una sirena o un unicornio, que son concebibles porque se dan en el terreno del lenguaje. Esto nos acerca al nominalismo, la teoría de Guillermo de Ockham, que creía que había un abismo entre la realidad y los nombres.
En castellano, hay dos verbos para designar lo que otros idiomas funden en una sola palabra: ser y estar. Sabemos que ambos tienen un significado muy distinto. Pero los franceses sólo pueden utilizar ‘être’; los ingleses, el verbo ‘to be’, y los alemanes, el vocablo ‘sein’.
Ser en español hace referencia a una cualidad, a una esencia que viene dada desde el exterior. Estar no tiene nada que ver con una forma de ser, sino que expresamente solamente un estado. Se puede estar en muchos sitios y de distintas maneras, mientras el ser permanece inalterable y fiel a sí mismo.
Esta diferenciación lingüística aporta mucha luz sobre nuestra manera de vivir, pero también sobre la actividad política. Hay muchos dirigentes que están, pero que no son. Y otros que son, pero que no están. Esto no es un juego de palabras. Pedro Sánchez, por ejemplo, es un líder político sin esencia porque sus principios de acomodan a sus intereses y a su instinto de supervivencia.
En la sociedad del espectáculo en la que vivimos, es evidente que el relato desplaza a la razón, la representación a la esencia y que pierde sentido la oposición entre verdadero y falso porque ambas cosas pueden darse a la vez y en el mismo momento.
Esta contradicción que late en cualquier trayectoria política la han resuelto Irene Montero y los dirigentes de Podemos que forman parte del Gobierno: son y están. Juegan a permanecer fieles a sus señas de identidad, pero las rompen cuando es necesario para seguir en el poder. Y siempre tienen el recurso de llamar derechistas o fascistas a quienes se atreven a poner en evidencia su capacidad camaleónica para disimular sus yerros y relativizar el resultado de sus decisiones. Por eso, pueden ser y estar al mismo tiempo.
La derecha tiene también un problema de confusión de los dos verbos. A lo largo de muchos momentos, se diluye su ser por la tentación de estar. Todavía no sabemos muy bien lo que es Núñez Feijóo, que probablemente se revelará en el ejercicio del poder si llega a gobernar.
Esto no tiene nada que ver con la moderación, que adquiere sentido en un mundo poliédrico y plural en el que cada uno pretende apropiarse de la verdad. Hay que tener la cautela de pensar que se puede estar equivocado, lo que no significa renunciar a ser. El ser se reafirma en la confrontación, en la dialéctica con el otro. Por eso, no faltan quienes prefieren refugiarse en el estar.