Las Damas Negras
Sólo cinco de las ocho mujeres que mantuvieron relaciones «sexoafectivas» con el policía infiltrado en la casa okupa llamada La Cinètika se han querellado contra él por «utilizarlas». Las tres restantes han renunciado a cualquier reclamación porque al parecer tienen pareja estable, sin que de momento se sepa si informaron de tal circunstancia a su amante, al que ahora acusan de haberlas violado por ocultarles su verdadera identidad.
Las que le han denunciado le reprochan, entre otros delitos, abusos sexuales continuados, tortura contra la integridad moral, descubrimiento de secretos e impedimento del ejercicio de los derechos civiles. Aunque las relaciones fueron consentidas, al hacerse pasar el policía por un activista, las denunciantes se sienten «traicionadas», «violentadas» y hasta «violadas», según han declarado en diversos medios de comunicación, siempre bajo seudónimo, para no revelar su identidad. «El enemigo ha dormido en mi cama», ha dicho una de ellas. Otra lamenta «la facilidad con que ha pisado nuestros espacios, ha entrado en nuestras casas y se ha metido en nuestras camas». Una tercera llega a decir que «no existe reparación posible cuando sabes que te ha violado un policía nacional», aunque todas revelan que, mientras creían que el hombre era Marc Hernández Pon –el nombre falso que utilizó el agente– se hicieron ilusiones de tener un futuro junto a él. Una de ellas relata en su denuncia que «me quería presentar a su madre».
No se sabe si el agente conocía la condición de adúlteras de por lo menos tres de sus amantes, ni si en caso de tal ignorancia piensa presentar algún tipo de denuncia por haber sido utilizado como factor de posible desestabilización de un matrimonio o relación de pareja. Lo que sí se sabe es que el temor a ser descubiertas por sus parejas es superior al horror irreparable de haber tenido en la cama a un policía nacional, lo que sin duda se puede considerar un extraordinario progreso moral en la izquierda antisistema, que de un modo tan notable antepone el dogma esencialmente
católico de la fidelidad conyugal a su lucha política «contra las fuerzas de represión del Estado». La vida está llena de victorias inesperadas, incluso en los momentos más inesperados, si sabemos usar bien la luz. Que en la adúltera pueda más el respeto al marido que la rabia antisistema es de una ternura que imposible que no conmueva a este torpe columnista de derechas. Me ha caído una lágrima, lo tengo que confesar.
Por lo demás, y hablando desde la mejor buena voluntad posible, revelar la minuciosa identidad de cada cual en los encuentros sexuales no sólo no tiene por qué ser un aliciente sino que puede perfectamente resultar un desactivador de todas las voluntades.
El misterio suma lo que la realidad resta, y muchas veces, casi siempre, la revelación es un antídoto del deseo, y no saber del todo es lo que más ayuda a que la emoción prevalezca. Como en aquella noche ya muy lejana, en que siendo yo muy joven, y muy procaz, y altamente insensato, en una discoteca de Barcelona entré con una mujer en el baño y sentada en la taza mientras me atendía, alzó la vista para preguntarme:
–¿Tú eres Salvador Sostres? –Sí-, le dije impacientado por la urgencia de que volviera a sus atascos.
Y ella me respondió con un demoledor:
–Ah, es que yo estudié en las Damas Negras con tu madre.