Los vigilantes del sueño
Todos los hospitales cuentan con unidades que tratan trastornos asociados al periodo de descanso. En la del Río Hortega (Valladolid), el 80% de los examinados tiene apnea
Detrás de los molestos ronquidos, de la somnolencia diaria y del insomnio puede haber una causa que es importante sacar a la luz para mejorar la calidad de vida y un descanso para hacer frente a la rutina diaria. De eso precisamente se encargan las unidades del sueño que funcionan en los hospitales de Castilla y León, una especie de vigilantes para analizar qué es lo que provoca interrupciones cuando se debería dormir, por qué se producen y atender a qué es lo que produce desvelos a algunas personas a las que les cuesta demasiado caer en los brazos de Morfeo.
Se trata de un servicio altamente demandados –en muchos hay lista de espera– debido a que estos trastornos son muy comunes y a que cada vez son más las especialidades que requieren de una monitarización de sus pacientes mientras duermen para indagar sobre si es esa falta de descanso la que le produce determinadas complicaciones o viceversa. A eso se dedica la unidad del Hospital Río Hortega de Valladolid, una de las más completas que existe en la Comunidad al contar con una de las mayores certificaciones por parte de la Sociedad de Neumología para desarrollar su actividad. Al frente
está el jefe de servicio de esa especialidad, Félix del Campo, quien coordina además las instalaciones vallisoletanas que incluyen no sólo neumólogos, sino también neurofisiológos, cirujanos maxilofaciales, ‘otorrinos’, neurólogos, psiquiatras, pediatras... Y ahora también un grupo de ingeniería biomédica para estudiar un proceso que no es sencillo.
Desde su inicio, hace más de veinte años, lo que más ven y tratan es la apnea obstructiva del sueño, una patología en la que «por causas desconocidas, el sistema respiratorio colapsa y se deja de respirar» mientras se duerme, explica Del Campo. Gran parte de la población teme estos episodios, pero los expertos piden que no cunda el pánico. «No es peligroso en el sentido de haya una una muerte inmediata» a esa falta de oxígeno momentánea, «pero es un motivo por el cual tienen que acudir al médico». Sobre todo porque es considerada «una enfermedad grave» por «sus complicaciones», que pueden llegar a reflejarse en varios órganos –problemas cardiovasculares o neurológicos– y en muchos ámbitos –somnolencia diaria que puede estar detrás de accidentes tráfico o laborales–.
La noche en el hospital
Desde las unidades del sueño lo detectan con la que es su prueba «de referencia» y más común: la polisomnografía nocturna. Con unos electrodos en la cabeza que miden la actividad cerebral y otros aparatos los pacientes duermen en el hospital, se monitoriza el proceso y al día siguiente se realiza un análisis manual de las señales que se han registrado en los ordenadores de los que durante toda la noche están pendientes el equipo de enfermería. Una vez que se conocen los resultados, el balance es que «casi el 80 por ciento» de los que pasan por esas pruebas en el Río Hortega tienen la patología.
A éstas, se han sumado otras evaluaciones «más sencillas» que son también más rápidas en las que el sueño se ‘mide’ en los propios domicilios. Se destinan a aquellas personas que tienen una «alta probabilidad» de padecer la enfermedad, pacientes que tienen alguna complicación o, incluso, en los niños, donde también son frecuentes los casos de apnea. También, aunque en menor medida, se trata el insomnio, personas que tienen dificultad para dormir y para mantener el sueño. «En estos casos intervienen más los psiquiatras y neurólogos», indica del Campo sobre los profesionales que se encargan de dilucidar qué les quita el sueño a esos pacientes.
¿Ha influido la pandemia en este servicio? El responsable de la unidad vallisoletana considera que no, aunque sí asegura que tienen «muchísimas peticiones» y reconoce que existe lista de espera, aunque no es del todo
consecuencia del parón que supusieron los meses del Covid.
«Mantuvimos en parte nuestra actividad», explica, pese a que en 2020 tuvo que reducirse a la mitad. Hoy, el nivel de funcionamiento es prácticamente similar a la prepandemia, con unas mil peticiones anuales. Eso, pese a que su «impresión subjetiva» es que, de las peticiones que recibe el servicio que dirige –el de neumología–procedentes de Atención Primaria las vinculadas a problemas para dormir son ahora «el 40 o el 50 por ciento», cuando antes suponían un «25». «Más que la pandemia es la propia prevalencia, que es elevada».
Domir poco y mucho
Y es que el perfil tipo que acude a estas instalaciones es el de varón de 50 años con sobrepeso en un escenario en la que la obesidad va en aumento. De ahí que Del Campo llame a «mantener buenos estilos de vida», pero también a cuidar la calidad del sueño. «Si me quedo hasta muy tarde viendo la tele, me levanto pronto y no recupero el sueño no duermo lo suficiente. Es malo dormir poco, pero también mucho y la fragmentación del sueño conlleva alteraciones», concluye.
Lo cierto es, dice, que sí han subido «un poquito» el número de pruebas que se hacen al incrementarse las domiciliarias que dan agilidad al sistema y porque ahora «se monitoriza mucho más», tanto los tratamientos como, por ejemplo, a los pacientes que han sufrido un ictus, con hipertensión, e incluso problemas oftalmológicos. Uno de los problemas de la apnea, indica, es que conlleva otro tipo de enfermedades, como problemas cardiovaculares, y también que conlleva «aplicaciones legales», en el caso, por ejemplo, de accidentes laborales y de tráfico, que requieren de un estudio y seguimiento.