Las multas de 431.000 euros del Sepe lapidan los cursos para formar a los trabajadores
▶ La Inspección se apoya en una norma obsoleta para trabar el sistema de bonificaciones
Si las carencias de formación para los trabajadores en los centros de trabajo suponen uno de los principales factores de la actual desviación entre la oferta de empleo y la capacidad de las empresas para absorberla por la falta de cualificación para el desempeño de ciertas profesiones –principalmente por la digitalización y la tecnificación de las mismas–, las trabas administrativas para la contratación e impartición de los cursos de formación para empleados ahondan en la herida.
Estas trabas, concretamente, se centran en la segunda vía de formación para los trabajadores, la bonificada, distinta a la de los clásicos cursos ofrecidos por el Sepe después de haber sacado a concurso una serie de materias que cubrir formativamente. Es en la segunda vía –en la que las empresas contratan los cursos con empresas formadoras y posteriormente se lo bonifican en el pago de cotizaciones de los trabajadores– donde la Administración está lapidando su uso a golpe de inspecciones leoninas que terminan por ahuyentar los empleadores de contratar estos cursos, tal y como ya publicó ABC en exclusiva.
Sin embargo, esta misma práctica fiscalizadora por parte del Sepe a las empresas que tratan de bonificarse los cursos contratados se realiza por parte de la Inspección de Trabajo a las empresas que imparten los cursos. En este sentido, cabe aclarar dos aspectos relevantes: el Sepe actúa de acuerdo a la legalidad, si bien lo hace a partir de una interpretación severa de una orden ministerial que data de 2007 –replicada en la Ley 30/2015, de 9 de septiembre– y que proviene de un marco de actuación (precios establecidos para las distintas formaciones y requisitos para las compañías formadoras) fijado en 2004.
De hecho, la Abogacía del Estado ya emitió un dictamen al respecto de estas medidas, asegurando que son «atípicas y sin regulación especial». Cabe recordar en este punto que el Sepe emite una media de 80.000 cartas a empresas por bonificarse estas facturas en las cuotas y que ya en un primer filtro solo 50.000 reciben una segunda comunicación reiterando en la falta y amenazando con la multa. Por lo que desde el sector se denuncia de partida un cierto arbitraje en este tipo de propuestas de sanción y un marcado cariz de interés recaudatorio.
Para las empresas formadoras, la orden ministerial en la que el Sepe apoya estas actuaciones viene a recoger también qué aspectos de la formación a impartir son facturables y cuáles no. «De facto, no se les permite obtener beneficios por impartir la formación», señala a ABC el presidente de Asociación, Formación y Empresa (AformaE), José Luis García Guglieri.
En este caso (ver imagen), el Sepe reclama a una empresa formadora más de 431.000 euros al considerar que se ha beneficiado de la impartición de los mismos, desglosando los costes imputables al servicio, y los que no.
«La mayoría de los procesos que el Sepe abre a las compañías, y que después propician investigaciones mucho más serias de la Seguridad Social, terminan en nada», señala Glugieri lamentando que se demuestre la inocencia del empresario «después de haber tenido durante años la losa de una posible multa de más de 400.000 euros».
«Estamos hablando de un drama que persigue a cientos de familias y del que no se habla porque, bajo el yugo del Sepe y la Seguridad Social, los afectados no se atreven a denunciar públicamente», explica el presidente de AformaE.
La Abogacía del Estado tilda de «atípica» la vía administrativa para reclamar las cuantías que considera mal bonificadas
BARCELONA
Manel Domínguez (Barcelona, 1951) no quiere oír hablar de ‘economía sénior’, algo que le suena más bien a política de marketing de las empresas. Su empeño, en realidad, es acabar con el ‘edadismo’, esa tendencia que lleva a la sociedad a arrinconar a las personas mayores de 65 años, un desperdicio de talento y de recursos.
«Es aberrante que se obligue a jubilarse a profesores de universidad, a médicos de gran trayectoria...», explica a ABC este doctor en Comunicación, periodista de largo recorrido, convencido de que el equilibrio intergeneracional es no solo
El viernes con Unicaja cayendo un 10%, Sabadell un 7% y Santander un 5%, era un buen día para reivindicar los bancos como idea de inversión. Por un lado, están los resultados que han publicado estos últimos días. Han sido en general muy buenos, en algunos casos extraordinarios. Ni siquiera los del banco malagueño tenían grandes peros. Además, lo que hemos conocido estos días sirve para confirmar que en los próximos trimestres las cuentas de la banca van a seguir haciéndolo bien y en cierta medida a contracorriente. El escenario macro que está emergiendo es el mejor de los mundos para la banca: crecimiento al trantán y tipos de referencia ni muy altos ni desde luego lo bajos que han estado estos últimos años, que es algo que no estaba tan claro no hace tanto.
Con los resultados en la mano, sabemos que la banca está cotizando a menos de cinco veces beneficios (crecientes) y una rentabilidad por dividendo de (casi) doble dígito. Tienen capital de sobras y muchos incentivos para devolvérselos al accionista. Lo de los bancos americanos ha quedado claro que no es excusa. A estas alturas ha quedado más que claro que el problema no tiene nada que ver con la banca europea y que no hay efecto contagio posible. Es un problema de bancos con clientes «demasiado buenos», lo que desde luego no es lo que pasa en la banca europea: algo bueno tienen que tener que Silicon Valley esté al otro lado del charco.
Que el mercado esté en modo no quiero saber nada como demuestra un comportamiento como el del viernes pasado –no sé quien puede estar vendiendo por ejemplo Bankinter o BBVA con los resultados que publicaron hace nada y a los precios actuales–, tiene la clara lectura contraria de que aquí solo hay cortos, por lo que en algún momento el ‘squeeze’ podría ser de manual.
La semana pasada conocimos el dato de crecimiento del primer trimestre. En los tres primeros meses del año, la economía española ha crecido medio punto, lo que dejaría el crecimiento del año cerca del 2%. Las lecturas del dato, como siempre, van por barrios y es aconsejable coger algo de distancia para no dejarse llevar por las interpretaciones siempre interesadas de unos y otros.
Si hace sólo un año nos hubieran dicho que la economía española iba a estar creciendo a este ritmo tras los miedos que se desataron con la invasión de