EUROPA CORRIGE LA MALVERSACIÓN
La reforma penal que impulsó Sánchez para beneficiar a los condenados del ‘procés’ por exigencia de ERC ha sido desautorizada por la Comisión, que exige ahora penas más duras adaptaría en principio a la directiva. Sin embargo, la cesión de Sánchez ante ERC permitió al Congreso aprobar dos nuevos tipos atenuados de malversación, que en realidad desnaturalizaban ese delito. Esta suerte de ‘doctrina Junqueras’ rebajaba a un máximo de tres años de cárcel (la mitad) la condena para quien destinase dinero público a un uso privado si no hubiese ánimo de lucro o enriquecimiento personal. De igual modo, se rebajaba a un máximo de cuatro años la pena a quien destinase dinero público a un objetivo diferente del que originariamente estaba previsto. Estas dos reformas –realizadas ‘ad hoc’ para favorecer a los separatistas que pagaron la consulta ilegal con fondos de la Generalitat– deberán decaer ahora.
Esto desmonta los dos principales argumentos que manejó el Gobierno de forma falaz meses atrás: ni esa reforma era imprescindible y forzada por la Unión Europea para adaptarnos a la realidad de otros códigos penales, ni la distinción entre el ánimo de lucro personal y el desvío de fondos a actividades políticas debía interpretarse del modo selectivo que planteó Moncloa. El primer aviso se lo dio la propia Sala Penal del Tribunal Supremo cuando acordó en enero que la reforma del Gobierno no podía ser aplicable a los condenados del ‘procés’. La segunda advertencia la lanza ahora la Comisión Europea. Todo cae por su propio peso porque ni lo aprobado en España tiene demasiada lógica jurídica, ni es cierto que hubiese ningún otro objetivo que el de lograr de una vez por todas una exoneración definitiva de Oriol Junqueras y los demás acusados para que decaiga su inhabilitación y facilitar así su posible acceso a listas electorales. Esta modificación de la malversación sólo era la última fase de un largo plan que Moncloa inició con los indultos. Y también, un artefacto jurídico que amenazó con revisar a la baja las condenas de muchos políticos corruptos, algo incomprensible en un Gobierno que hizo de la ‘tolerancia cero con la corrupción’ su bandera de regeneración. Pero ese era el precio de contentar a ERC.
Sánchez acabará mediando para recomponer la unidad de la extrema izquierda. Se juega sus opciones de supervivencia
Cacaben las elecciones de mayo, sea cual sea su resultado, Sánchez se pondrá a los mandos de una operación para recomponer la unidad del espacio político de extrema izquierda. Sus interlocutores de confianza convocarán reuniones, mostrarán encuestas y ejercerán de árbitros en una negociación donde el presidente se juega sus últimas opciones de supervivencia. Simplemente, el PSOE no se puede permitir una fractura del voto radical que divida las fuerzas e impida la consecución de bastantes escaños en las circunscripciones más pequeñas. Ya intervino al respecto en algunas capitales como Sevilla: ante el pronóstico de un recuento apretado, susceptible de decidirse por la mínima, un miembro destacado de la nomenclatura sanchista ‘bajó’ para propiciar que las tres candidaturas surgidas de la fragmentación del ámbito podemita acudiesen a las urnas unidas y evitar así una catástrofe como la de las pasadas autonómicas de Andalucía.
Lo que está ocurriendo entre los seguidores de Yolanda Díaz y de Pablo Iglesias es un forcejeo por las posiciones de peso, una disputa por los puestos de privilegio con las redes sociales como palestra del duelo. El caudillo de Podemos, que lo sigue siendo, quiere en primer lugar asegurarse escaños suficientes para poder formar, llegado el momento, un grupo propio en el Congreso, y en segundo término lograr que en ese grupo figuren Belarra, Montero y otros dirigentes de su entorno directo. Y en una cosa al menos tiene razón: entre ambos grupos no existe diferencia alguna ni en programa ni en ideas ni en proyecto; apenas unos matices tonales, de formas, que en todo este tiempo no han impedido su concurrencia en el mismo Gobierno. En realidad, tampoco las hay con el propio socialismo una vez que su líder ha asumido de pleno la línea populista como centro de su esquema estratégico. Y las pocas que se han producido se han resuelto sin mayor esfuerzo.
Con alta probabilidad, al final habrá acuerdo, aunque circula la teoría de que Iglesias da a Sánchez por amortizado y se prepara para liderar en solitario la resistencia contra la derecha después del descalabro. Es posible que así sea, pero esa hipótesis resulta compatible con el objetivo de obtener cierta masa crítica de respaldo parlamentario. Y para eso necesita subirse al barco de Sumar en condiciones de poder controlarlo en caso de naufragio y de entrar en el Ejecutivo si éste revalida el mandato por alguna inesperada conjunción de astros. Su mejor baza pasa ahora mismo por estimular el conflicto y esperar a que la dispersión provoque el 28M un ataque de pánico. Dejar que Díaz sienta la presión y el presidente, promotor en la sombra del invento yolandista, intervenga ante la certidumbre del fracaso. Se trata de demostrar que el indio sigue en la puerta de la tienda, aunque se haya cortado la coleta, y que es mejor tenerlo dentro meando para afuera.
La identidad es frágil y siempre se encuentra amenazada por la cosa prohibida: formular un pensamiento