Un campo asfixiado por la sequía y los costes prevé una cosecha «catastrófica»
▶Augura ya que la recogida en buena parte de la Comunidad será «nula» y cifra las «pérdidas» en el sector en más de 2.000 millones de euros
«Es que se te caen las lágrimas». Al mirar las tierras en las que el cereal apenas levanta unos palmos y las espigas ni se intuyen cuando ya deberían haber comenzado a granar. Entre los agricultores la sensación es de impotencia. Otra campaña de trabajo «a pérdidas» en la que a muchos ni les merecerá la pena cosechar. La sequía hace estragos «por segundo año consecutivo», también en Castilla y León, donde la cosecha, asumen con resignación y la vista puesta en el cielo y las previsiones meteorológicas a ver si cae algo, todavía sólo «es mala». Pero, añaden, puede llegar a «castastrófica», pues se vive un momento «alarmante». El principal granero de España llega al día de su patrón, San Isidro Labrador, con mucho que rogar y poco que celebrar. Da por asumido que este año la recolección de cereales hará retrotraer los datos a los «catastróficos» a 1992 y 2017, los dos peores ejercicios que recuerdan, también cuando la escasez apenas permitió llenar los silos. Tirando de ‘optimismo’, el dirigente de Asaja en la Comunidad, Donaciano Dujo, ya cifra en unos 2,5 ó 3 millones como mucho las toneladas que podrán recogerse, muy por debajo de un año medio, cifrado en unos 6,5 millones. Un 70 por ciento menos que un año normal, apunta Jesús Manuel González Palacín, de UCCL.
«Estamos en un punto crítico», señala con «mucho nerviosismo» en el cuerpo Rubén Arranz, al frente de una explotación agraria en Campaspero. «O llueva ahora, ¡ya! O no vamos a coger nada», señala mientras resopla y aún con la confianza en que al menos puedan llegar a los 2.000 kilos de cereal por hectárea, lejos de la media de unos 3.500 en esa zona de la provincia de Valladolid y los impensables 6.000 que han llegado a tener veranos buenos. Y puede ser «peor», apenas llegar a los 500.
Excepto en el norte de Burgos, donde sí ha llovido algo más, en el resto de la Comunidad el cereal «ya está muy afectado» y hay zonas en Valladolid, Ávila, Segovia, Zamora y Salamanca donde «prácticamente se ha perdido todo», alerta Aurelio González, de La Alianza UPA-COAG. Para los cereales y otros cultivos como la colza –que habían empezado a ganar terreno– «ya no hay solución» en buena parte de Castilla y León, lamenta, con el temor de que 2023 entrará en la estadística de los «peores años». Y es la cuarta sequía en siete años, recalca Dujo, quien apunta que en la zona sur y centro la cosecha «será nula».
Y no sólo se ve afectado el secano, el mayoritario en cereales –de los aproximadamente dos millones de hectáreas que se siembran en la Comunidad, 1,6 millones son sin irrigación–. En el regadío, la falta de agua también tiene los cultivos lastrados. «Vale ya más el coste que la producción», advierte Luis, un agricultor segoviano, que ve cómo ni siquiera regando el trigo gana altura y peso suficiente. Pendiente de la evolución del cereal, Rubén también acaba de sembrar el girasol. Lo ha hecho «con miedo a que no nazca si no llueve» y con la tierra muy seca. Es otro de los cultivos cuya cosecha está en entredicho, con las leguminosas y proteaginosas como la alfalfa y los garbanzos abocadas a «no» producir.
Mermas también en regadío
Y regadíos como el maíz, la remolacha o la patata también amenazados, pues hay zonas, como las dependientes de los sistemas Pisuerga y Bajo Duero con las reservas en los embalses a menos del 50% y una dotación reducida a la mitad que mermará como mínimo en un porcentaje similar la producción, alertan desde las organizaciones agrarias. En su explotación, Rubén también tiene guisantes, ajos, remolacha roja... Por ahora, con el agua de la perforación lo «van manteniendo, pero ya teme que también llegarán las restricciones,
con las consiguientes mermas y pérdidas. El regadío «no está mucho mejor porque no vamos a poder acabar la campaña», advierte también Palacín sobre un panorama que se presenta «dramático» y el riesgo de que haya profesionales que no puedan aguantar este nuevo golpe y levantarse de nuevo. «Y una explotación que cierra, sabemos que no vuelve a abrir», subraya
González. La situación de sequía es aún más dura si se tiene que cuenta que se añade a la del pasado y a que «nunca se había gastado tanto» para intentar sacar adelante los cultivos. Con «la sementera más cara» que recuerdan, que ha pasado de unos 500 euros por hectárea a unos mil, Dujo ya estima unas «pérdidas de más de 2.000 millones de euros».