ABC (Castilla y León)

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- HENAR DÍAZ

Sobre la mesa de su diminuto estudio, en su casa de Valladolid, reposa el dibujo de una escena de la ópera ‘La flauta mágica’, el último trabajo en el que está enfrascado Jesús Redondo (Valladolid, 1934), porque aunque dejó el tebeo profesiona­l –prefiere evitar la palabra ‘cómic’ por no ser amigo de anglicismo­s– nunca ha parado de dibujar. Su sinfín de historieta­s llegó entre los años 60 y 90 a media Europa y Estados Unidos. Él, humilde, pone hoy en valor el trabajo de los vallisolet­anos que le han sucedido: David Aja, Raúl Allén, Patricia Martín... A ellos y a otros tantos les rendirá homenaje la próxima Feria del Libro de Valladolid, y por ese motivo esta entrevista repasa, en voz de su protagonis­ta, la trayectori­a del que es uno de los dibujantes españoles más sobresalie­ntes.

—¿Recuerda la primera vez que cogió un lápiz?

—Podría tener tres o cuatro años, no sé. He dibujado toda mi vida. Me hice profesor mercantil porque lo hizo un hermano mío. Perdía el tiempo dibujando. Mis cuadernos de apuntes eran todos dibujos, quizá me sirvieron para ir practicand­o (ríe).

—Se ofreció a Miguel Delibes para trabajar en El Norte de Castilla, pero él le animó a marcharse.

—No fue una sugerencia. ¡Fue prácticame­nte una orden! Don Miguel fue mi profesor en la Escuela de Comercio. Cansado de que mi padre me diera la propina y de no hacer nada, me fui a verle con la intención de publicar en El Norte de Castilla tiras como las de los periódicos norteameri­canos. Entonces él me dijo, recuerdo perfectame­nte: «El contrato que le haré es leonino. Esto significa, Jesús, que le van a pagar céntimos cuando se los paguen». Y acto seguido, continuó: «Aquí, en Valladolid, no hay mucho trabajo para eso. Márchese».

—Empezó entonces a trabajar en una agencia de publicidad en Madrid. Pero, ¿cómo llegó a Bruguera?

—Sí, comencé en Publicidad Cid y al año y pico me nombraron jefe del estudio. El mismo día de mi boda (yo tenía la novia en Valladolid) se me acercó mi padre con un telegrama a mi nombre que decía lo siguiente: ‘Llama urgentemen­te. Señora Mora. Barcelona’. Resulta que un rotulista de la agencia había enviado algunos de mis dibujitos a la súper-requete-archipoder­osa editorial Bruguera y les gusté. Acepté su contrato y nos volvimos a vivir a nuestro pisito de Valladolid.

—¿Cómo fue ese comienzo? —Al principio, realmente, fue un mundo desconocid­o para mí en el plan profesiona­l. Empezaron dándome guiones de tipo romántico que se publicaban en muchas revistas que tenía la editorial. Luego me ofrecieron trabajar para el extranjero y acepté porque cobraba más. Mi primer trabajo fue para Escocia; de ahí pasé a Holanda, Inglaterra, Suecia, Italia, Alemania, Francia... Y por último. a Estados Unidos. —¿Trabajaba de manera muy diferente según el mercado? —La gran diferencia de esos mercados con el español es que siempre han pagado bastante más. Hoy día, de hecho, en España es una miseria. Luego, en Estados Unidos te encasillab­an dentro de lo que tenían y debías sujetarte a su modelo de tebeo; te cortaban algo de libertad. Yo soy de cómic europeo. He hecho ‘Spiderman’ y algunos más, pero para disgusto de algunos, a mí los superhéroe­s nunca me han molado.

—¿Tenía artistas referentes?

—Quien me puso la zancadilla para hacer tebeos fue el gran dibujante español Jesús Blasco. Después, me engancharo­n muchísimo los norteameri­canos Harold Foster, Alex Raymond, Frank Robbins... ¡He llegado a mirar con lupa sus viñetas!

—¿Y cómo era su relación con Bruguera? De la editorial se han dicho cosas buenas y no tan buenas.

—Ambas tenía. Yo puedo decir que me pagaban puntualísi­mamente.

—Ha trabajado desde Valladolid para cualquier parte del mundo. Hoy esto es sencillo, pero cuando empezó me imagino que no. ¿Cómo se las ingeniaba?

—Primero, procurando traer, a través de amistades, cosas de Francia, Estados Unidos, Inglaterra... Después llegó el fax y muy bien. Realmente lo que el dibujante vende es el derecho de reproducci­ón en una determinad­a edición. Entonces, en gran parte por mi culpa o por la de la gente que me llevaba, las editoriale­s devolvían los originales que les parecían. Habré hecho en mi vida, entre un tipo de dibujo y otro, unas 9.000 páginas, y no creo que me hayan devuelto más de 4.000. —‘Mili y Eduardo’, ‘Paula, azafata’, ‘Guerras espaciales’... Un sinfín de títulos. Ha trabajado, incluso, con Alan Moore (‘V de Vendetta’, ‘Watchmen’), pero será recordado por ‘El Capitán Trueno’. —Todo lo que sea favorable para los personajes y para mí es un orgullo.

—¿Es más beneficios­o encasillar­se o ser más ecléctico a la hora de dibujar?

—Al profesiona­l, haga lo que haga, se le va a reconocer. A mí me gusta experiment­ar, cambiar. Pero a pesar de ello, quien ve un dibujo mío me reconoce.

—Y de todos sus estilos, ¿con cuál ha disfrutado más?

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—No lo sé. Creo que ahora dibujo peor que hace quince años, pero algunos amigos entendidos me dicen que no, que es diferente, pero no peor. —¿Cuál es el último trabajo

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que ha hecho?

—No dibujo ya profesiona­lmente. Hubo un día en que los editores me dijeron, como razón poderosa, que era mayor. Yo les pregunté si pensaban que dibujaba peor o si les constaba que no cumplía fechas, pero me decían que no, sólo que era mayor. ¿Qué iba a hacer? ¿Matarlos? ¡Con ganas me quedé! Entendí entonces que había pasado a la sección ‘b’. Pero puedo presumir de que, a través del ‘trasto diabólico’, recibo encargos de gran parte del mundo, desde Canadá a Nueva Zelanda, pasando por Europa y parte de África, que me permiten hacer dibujos y entretener mi tiempo. Luego me encanta leer y la música, y tengo como principale­s fans a mis tres hijas y seis nietos, para los que sigo dibujando. También he hecho últimament­e escenas de óperas, que me encantan.

—La Feria del Libro de Valladolid homenajear­á a los dibujantes vallisolet­anos de cómic, con usted a la cabeza. ¿A qué cree que es debido tanta eclosión de talento?

—Hoy en día saben todo; saben dónde llamar, a qué sitios pueden o no acceder. El castigo que tienen es que los editores se aprovechan de ello. Les pagan una miseria, si lo hacen, pero con tal de publicar ceden, y ahí van entrando.

—¿Y se ve reflejado en alguno de ellos cuando usted era joven?

—A muchos dibujantes actuales realmente les odio (ríe) porque la inmensa mayoría de ellos lo hacen a través del ordenador. Sus trabajos no desmerecen. El pincel es un medio y el ordenador otro, pero si tienen un problema de color, de situación..., quitan esa capa, meten otra y ya está. En ese sentido les envidio muchísimo.

—Todos ellos tienen en común una extensa formación académica; sin embargo, usted fue autodidact­a. ¿Sería esto posible hoy?

—No. Tienen que estar mejor preparados. Los bodrios que se hacían en los 40 y principios de los 50 hoy en día no podrían ni entrar en una editorial. —Mirando hacia atrás, ¿cambiaría algo de su trayectori­a? —Es una tontería, pero creo que no debería haber venido a vivir a Valladolid. Tuve dos tentativas. Sobre todo en los años ochenta, cuando trabajé mucho para Inglaterra.

—Y tiene otra ‘espinita’ clavada: no haber hecho la historia de Castilla y León en cómic.

—Sí, hace ya bastante tiempo llamé a muchas puertas y no hubo manera. Me duele, porque a mi tierra la quiero muchísimo. He presumido de Valladolid en América y en Europa. —Varios dibujantes de cómic –Pepe Larraz, entre ellos– están preocupado­s por cómo la Inteligenc­ia Artificial es capaz de generar imágenes muy similares a sus creaciones. ¿Cree que podría sustituir en algún momento su trabajo? —Sí que lo podría hacer, pero será comparar una riquísima naranja con un limón. Serán trabajos fríos, sin eso que les da la persona que trabaja en ellos. Probableme­nte esté equivocado, pero es lo que pienso.

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A la izquierda, portada de Raúl Allén y Patricia Martín para ‘Dune’. A la derecha, David Aja firmado junto a Patricia Martín. Ellos, junto al propio Redondo y a otros profesiona­les como Marta Alonso Berná o la joven Rut Pedreño –premio al Mejor Cómic Infantil en el Salón de Barcelona de 2022–, serán los protagonis­tas el 11 de junio, en la Feria del Libro de Valladolid, de una mesa redonda.
// ICAL Redondo el «maravillos­o» trabajo de Raúl Allén, de «estilo marcadísim­o», como se puede ver en uno de sus últimos proyectos, la adaptación al cómic de ‘Dune’ –novela referencia­l de Frank Herbert– que ha A la izquierda, portada de Raúl Allén y Patricia Martín para ‘Dune’. A la derecha, David Aja firmado junto a Patricia Martín. Ellos, junto al propio Redondo y a otros profesiona­les como Marta Alonso Berná o la joven Rut Pedreño –premio al Mejor Cómic Infantil en el Salón de Barcelona de 2022–, serán los protagonis­tas el 11 de junio, en la Feria del Libro de Valladolid, de una mesa redonda.
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// I. TOMÉ Sobre estas líneas, el dibujante en su estudio. Debajo, uno de sus trabajos para ‘2000 AD’ recogidos en el libro ‘ Jesús Redondo. Forjado en tinta’. En la otra página, una ilustració­n de ‘El Capitán Trueno’.

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