ELƫCATALÁNƫDEƫMEDINA
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Escribe el erudito Rovira y Virgili, en su 'Historia Nacional de Catalunya' (vol. V - pág. 449) que Alfonso V de Aragón, conocido como el Magnánimo o el Sabio, es «el único de los Trastámaras que merece elogios por parte de los catalanes». Es sabido que los libros de texto catalanes de hoy recogen toda una larga tradición de manipulaciones históricas que arrancan con el tramposo Joan Gaspar Roig i Jalpí (1624-1691) y su 'Llibre dels Feyts d'armes de Catalunya'; pasan por toda la dinastía de los Bofarull, con Próspero de Bofarull y su malintencionada reescritura del 'Llibre del Repartiment del Regne de València' a la cabeza (sin olvidar la inexplicable desaparición del testamento de Jaime I —en los tiempos en que Bufarull era director del Archivo de la Corona de Aragón—, que establecía los límites de los reinos de Aragón, Valencia y Mallorca y del Condado de Barcelona); y desembocan en lo que hoy les suministran a los pobres alumnos catalanes unas editoriales que publican innumerables falsedades históricas para poder seguir percibiendo las (s)untuosas subvenciones públicas que otorga, por buen catalanismo, la Generalitat.
Pero, entonces, ¿a qué viene la afirmación elogiosa, por excluyente, del historiador tarraconense sobre el gran rey Alfonso? Veamos. Alfonso V, como heredero de la Corona aragonesa y rey apaciguador de los reinos italianos del sur (Sicilia, Cerdeña, Córcega y Nápoles, por este orden), ejerció como argamasa y correa de transmisión bidireccional, introduciendo en la orilla oriental mediterránea, es decir, en Nápoles, el catalán como lengua oficial de la Cancillería en la que se asentaría definitivamente desde 1442 hasta el final de sus días; e importando a su vez, hacia la orilla occidental de Mare Nostrum, es decir, el reino de Aragón, todo el humanismo renacentista italiano de los Valla o Pontano, que tanto acabaría influyendo en la literatura catalana del siglo XV, sobre todo a través del famoso 'Cancionero de Stúñiga'. He ahí la razón de esa deuda de gratitud que Rovira i Virgili manifiesta en su texto.
Conocemos muy bien los hechos de armas que acontecieron durante su largo reinado, las luchas civiles de los 'remensa' (los payeses que querían liberarse del yugo que los ataba a las tierras de los señoríos y, especialmente, a las del obispado de Gerona), sus alianzas y desencuentros con familiares, según el momento, con papas y con otras casas dinásticas de la época. Todo eso lo sabemos, pero conocemos mucho menos —o casi desconocemos— el porqué de una pulsión intelectual que lo llevó a rodearse, en su corte napolitana, de los más grandes pensadores, poetas y filósofos de su tiempo, convirtiéndolo en el prototipo de príncipe renacentista y en ejemplo para otros monarcas coetáneos y venideros.
ALFONSO, HIJO DE FERNANDO DE ANTEQUERA,
regente de Castilla y luego rey de Aragón, y de Leonor de Alburquerque, había nacido en Medina del Campo, en 1396. Y hasta su toma de posesión como heredero del trono aragonés en 1416 —por ser nieto de Leonor de Aragón—, se educó en la corte castellana. Y son esas dos primeras décadas de su vida las que sin duda determinarán no sólo un carácter fuerte y valeroso, muy propio de los Trastámara, sino también una educación exquisita, refinada, amplia y a la francesa, 'comme il faut', en la que la formación militar no debía eclipsar la formación intelectual. Y esa educación le fue encomendada al noble Enrique de Villena, conocido como el Astrólogo o también como el Nigromante, apodos justificados en las dudosas aficiones que acabarían condenando a muchos de sus tratados y obras al fuego purificador, para desgracia de futuros estudiosos y lectores.
Pero Enrique de Villena, educado a su vez en Valencia y, por ello, dominador de la lengua de esas tierras — a la que probablemente deba el catalán su existencia y no al revés—, fue un sabio, un gran humanista que tocó en vida casi todos los palos del saber: astrología, poesía, medicina, lengua y hasta cocina ('Arte Cisoria', se titula una de sus obras). A lo que habría que añadir su dominio del latín, siendo el autor de la primera traducción a lengua vulgar de la 'Eneida' de Virgilio. Pero también fue hombre de corte y Maestre de la Orden de Calatrava, lo que le llevó a estar siempre en la órbita militar del rey Fernando I.
Así pues, se puede columbrar, sin mucho atisbo de yerro, que de esos caños bebió el famoso Alfonso V de Aragón para convertirse luego en un rey tan cultivado y curioso, además de en un gran conversador, como atestiguan numerosas fuentes, y en especial su 'biógrafo', el humanista Beccadelli il Panormita. No obstante lo cual, quizá fuera Villena un maestro exigente, a juzgar por el hecho de que a la postre le demostraría mayor reconocimiento el padre, Fernando, que el hijo, Alfonso, su pupilo. O, quién sabe, quizá en cuestión de agradecimientos vitales fuera el rey Alfonso, más que un castellano de cuna, un «catalán» sobrevenido de los de 'fer la puta y la ramoneta'.
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