Málaga despliega la alfombra roja para la edición con más películas de su historia
▶ El festival arranca este viernes con 37 estrenos y hasta 246 proyecciones en menos de dos semanas
Málaga ya cuenta las horas para dar la bienvenida a cineastas, estrellas y amantes del séptimo arte a su 27 Festival de Cine. El certamen arranca hoy bajo el lema ‘Más cine, por favor’ y con el propósito renovado de ser tanto una ventana a la industria cinematográfica española como escaparate de producciones internacionales, talentos emergentes y autores consolidados.
El año pasado el Festival marcó un hito al acoger el mayor número de películas en su historia: 232 producciones que en su mayoría cautivaron al público y los críticos. En esta ocasión, el certamen no solo se ha propuesto igualar ese logro, sino superarlo con creces. La cifra de 246 audiovisuales seleccionados para ser exhibidos durante poco más de dos semanas, desde el 1 hasta el 10 de marzo, confirma la expansión de esta cita con el cine en la Costa del Sol.
Uno de los cambios más notables en la programación de este año es la redimensión de la Sección oficial, que se ha transformado en un gran expositor de cine con un total de 37 estrenos, de los que 26 son filmes españoles. Directores consagrados como Isaki Lacuesta, Kike Maíllo, David Trueba, Benito Zambrano y Emilio Martínez Lázaro, ganador de la Biznaga de Oro por ‘El otro lado de la cama’ y director de éxitos como ‘Ocho apellidos vascos’, se encuentran entre los nombres destacados que presentarán sus últimas obras en esta edición.
La competencia por las Biznagas de Oro promete ser reñida, con una selección diversa de películas que abarcan distintos géneros y estilos. Entre las películas españolas a concurso se encuentran títulos como ‘Un hípster en la España vacía’, de Emilio Martínez Lázaro; ‘El hombre bueno’, de David Trueba; ‘Segundo premio’, de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez; ‘La abadesa’, de Antonio Chavarrías, y ‘Dragonkeeper: Guardiana de dragones’, de Salvador Simó, que tiene el honor de inaugurar el certamen.
Destacan también los debuts de las directoras Clara Bilbao, con ‘Tratamos demasiado bien a las mujeres’ –protagonizada por Antonio de la Torre y Carmen Machi–, y Sonia Méndez, con ‘As neves’, que aborda el acoso escolar y las redes sociales. A ellas se suman Celia Rico, Andrea Jaurrieta, Àlex Montoya y Pau Durà.
En cuanto a la competencia internacional, el cine iberoamericano estará representado por la película póstuma del peruano Óscar Catacora, ‘Yana-Wara’; ‘Lluvia’, de Rodrigo García Saiz (México); ‘Radical’, de Christopher Zalla (México); ‘La mujer salvaje’ de Alán González (Cuba); ‘Golán’, de Orlando Culzat (Colombia), y ‘Descansar en paz’, de Sebastián Borensztein (Argentina), así como las coproducciones con Uruguay ‘Naufragios’, de Vanina Spataro, y ‘Los terrenos’, de Verónica Chen.
La sección fuera de concurso presenta también una amplia selección de películas, aunque con mayor peso del cine español. Directores reconocidos como Kike Maíllo, Benito Zambrano, David Marqués, Nacho García Velilla y Laura Alvea, entre otros, presentan sus últimas obras, abarcando desde la comedia al biopic.
Directores consagrados como Isaki Lacuesta, Kike Maíllo, David Trueba o Benito Zambrano estrenan sus nuevos títulos
En el espacio dedicado a las series, destacan adelantos exclusivos de producciones tanto nacionales como internacionales. Entre las más esperadas este año figuran la serie ‘Eva y Nicole’, inspirada en la glamurosa vida nocturna de Marbella y la Costa del Sol durante los años 80 y 90, y la nueva producción de Disney ‘Nos vemos en otra vida’.
La actriz Marta Etura encabezará la gala de inauguración que tendrá lugar esta noche en el Teatro Cervantes. Estará acompañada por las promesas emergentes de ‘Te estoy amando locamente’ Omar Banana y La Dani, mientras que la periodista Elena Sánchez y el actor Julián López serán los anfitriones de la noche de clausura.
El impacto económico del festival también es notable. La inversión directa roza los dos millones de euros, pero desde la dirección del certamen destacan que el evento genera un retorno significativo para la ciudad. En la edición anterior, el retorno estimado rondó los 107 millones de euros.
Como todo el mundo sabe, la novela de Frank Herbert sobre el planeta Dune (Arrakis en el interior de la película) no es de las que se puedan abrir por cualquier página y meterse en ella, pero esa enorme complejidad la ha suavizado el director Denis Villeneuve en su adaptación cinematográfica. Una especie de bálsamo narrativo hacía ‘legible’ y disfrutable su primera película, y a esta ‘Parte Dos’ se entra de modo fluido y sin mayores explicaciones: están enfocados sus protagonistas, en especial Paul Atreides (Timothée Chalamet) y sus nuevos compañeros de lucha, los Fremen, esa tribu del desierto que cabalga como ‘cowboys’ sobre el lomo de gusanos gigantescos, y se empieza a enfocar la naturaleza de Paul Atreides como una especie de Mesías para la supervivencia del planeta.
Todo el primer tercio es un fantástico espectáculo cinematográfico en el que la aventura, la épica y el romance le procuran a la historia un ritmo y una visualidad excelentes, y transcurre en esos espacios grandiosos y desérticos, con una gran ambientación sorprendente, además de una presencia mucho más activa e interesante de los personajes que interpretan Zendaya y Javier Bardem. Del mismo modo, tiene un último tercio grandioso y lleno de lucha épica y sentido cinematográfico. Pero es una película de casi tres horas, y se permite (o no puede evitar) alguna abolladura narrativa en su tercio central.
Esa zona central del argumento, más narrada y filmada en el ‘interior’, donde se resuelven intrigas palaciegas, venganzas reales, confabulaciones y maniobras de poder, todo ese mundo de oscuridad, profecías, reverendas madres, nasciturus que tomarán el cetro…, todo ese proceso argumental, en realidad crucial para el sentido de la historia, por momentos se hace ‘bola’, a pesar de que entra en juego un personaje potente, el sobrino y heredero del Barón Harkonnen, que interpreta Austin Butler, y cuyo carácter brutal y sanguinario le pone una punta de cayena a las partes más engorrosas, por no llamarlas ‘aburridas’.
También se hace aún más visible (lo era ya en la primera parte) esa estética visual e ideológica de índole islámica, excesivamente subrayada ahora con el nuevo profeta y la llamada Guerra Santa, una especie de ‘yihad’ planetaria, que ya estaba, por cierto, en el original de Herbert. La cámara y la simpatía de la película se coloca al lado de esos guerreros contra el imperio, contra la colonización y contra la destrucción de la cultura y los recursos. Y hay que saltar por la contradicción profunda que esto implica: cómo aceptar esa línea blanca sobre la Guerra Santa tan islámica, cuando es fácil advertir sus propósitos como profundamente colonizadores y destructores de otras culturas y recursos.
Y en esta segunda parte ya se advierte aún más acusada su afinidad con ‘La Guerra de las Galaxias’, con sus cruces de estirpes, retorcidos parentescos, ‘poderes’ secretos, ‘elegidos’ y ambiciones siderales. No es difícil contactar con todo ello y con su aspiración de saga, y más aún con el despliegue del fascinante trabajo de diseño artístico y visual, por sus personajes coloreados de épica o de villanía y con sus excelentes y reconocibles actores. Tampoco es difícil ponerse de perfil ante todo este festín de moralidades e ingenio cinematográfico y dejar que pase sin que te roce.
El director Kristoffer Borgli estrenó hace un par de años una rareza titulada ‘Sick of myself’ que tenía voluntad de comedia negra y dos personajes entre insanos y estúpidos. El artilugio argumental era ingenioso, casi tanto como este que ahora es el motor de su nueva película, también con un personaje tirando a bobo, pero más afable y digno de compasión. La noticia es que a este personaje, que combina lo dramático y lo humorístico, lo interpreta Nicolas Cage, aquel actor que fue excelente, que luego fue un auténtico horror y que, ahora, por algunos de sus últimos títulos, vuelve a buscar la excelencia en su actividad profesional. Naturalmente, él es lo mejor de esta película de Borgli.
Se cuenta la desventura de Paul Matthews, padre de familia, profesor, persona sin atractivos visibles e invisibles (un paréntesis para describir el aspecto de Nicolas Cage en la pantalla, muy calvo, regordete y algo pánfilo), y que de repente y sin explicación lógica empieza a aparecer en los sueños de los demás; sus hijos, sus alumnos, vecinos y hasta de personas que no lo conocen. Una manera absurda de hacerse popular (aunque no más que otras tan en boga) que le cambia la vida y la relación con sus semejantes, puesto que los sueños son ingobernables y su interpretación peligrosa.
Kristoffer Borgli ameniza su narración con el intercalado de realidad y sueños, permitiéndonos ver al personaje en su sosa vida real y en la caprichosa cabeza de sus semejantes. Aunque lo interesante de la película son las reflexiones sobre todos esos asuntos tan epidérmicos que sacuden nuestra sociedad, como la gloria banal, el ruido de redes, la ‘cultura’ de masas, las acusaciones sin fundamento o la erótica de la fama. Resulta, en realidad, más negra que comedia, aunque tiene algún momento de humor patético, y es Nicolas Cage quien gobierna los sentimientos hacia su personaje con una interpretación matizada y con una entrega muy personal hacia alguien, este cuitado Paul Matthews, que, en cierto modo, responde a algunas cuestiones que habrá debido resolver Nicolas Cage sobre sí mismo, un actor de ensueño y un actor de pesadilla.