El coste en cotizaciones para la empresa crece al mayor ritmo en 24 años
▶ Las últimas reformas en pensiones, las subidas del salario mínimo y la mejora retributiva elevan los desembolsos a la Seguridad Social Coste medio por cotizaciones sociales por trabajador
Una combinación de diversos factores con su epicentro en las últimas reformas aprobadas por el Gobierno está provocando un notable encrespamiento de la senda de aumento de costes laborales que soportan las empresas, acelerada tras el golpe de la crisis sanitaria por una recuperación económica jalonada por la espectacular revitalización del mercado de trabajo y una mejora de los salarios en los dos últimos años, impulsada en este aspecto por la crisis de inflación que ha mellado el poder adquisitivo de los hogares y ha obligado a los empleadores a elevar las retribuciones.
Tal y como se desprende de la última lectura realizada por el Instituto Nacional de Estadística, el avance de los costes laborales en España se aceleró de forma considerable el pasado ejercicio, cuando sólo se había desplegado la primera fase de las subidas de 800 700 600 500 400 300 200 100 0 2000 01 02 03 04 05 06 07 08 09 10 cotizaciones, plasmadas en la reforma de pensiones aprobada por Seguridad Social entre 2021 y 2023, y cuando las subidas salariales azuzadas por la inflación empezaban a acelerar (+4% en el conjunto del pasado año) tras un 2022 que cerró con un IPC medio del 8,5%.
En concreto, los costes laborales no salariales, asociados al pago de cotizaciones, cerraron el cuarto trimestre del pasado ejercicio con un incremento anual del 8%, suponiendo de media 789,6 euros mensuales por trabajador. 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 De media, en 2023 este apéndice del coste laboral soportado por el empresario creció de media un 7,5%, el mayor nivel en los veinticuatro años que recoge la serie histórica. El avance más que duplica el registrado en el año anterior, del 3,1%.
En este acelerón de costes experimentado en el pasado ejercicio tienen un peso específico tanto la histórica revalorización del salario mínimo interprofesional del 8% –para situarlo en 1.080 euros–, como las primeras aplicaciones del V Acuerdo para el
Con todo, la maquinaria legislativa que se irá desplegando en los próximos años, principalmente asociada a la reforma del sistema de pensiones –consistente en un refuerzo de los ingresos que permita absorber el aumento de gasto previsto por otras medidas paralelas como la vinculación de las subidas al IPC–, podría elevar aún más el ritmo de subida de los desembolsos de las empresas con destino a la Seguridad Social. Para 2024, la nueva subida del salario mínimo en un 5%, hasta los 1.134 euros en catorce pagas, el ligero incremento del mecanismo de equidad intergeneracional al 0,7%, y la subida de las bases máximas de cotización en un 5% supondrá un incremento de 8.000 millones en los costes soportados por empresas y trabajadores. Esto podría incrementar aún más el peso de las cotizaciones sobre el total del coste laboral desde el 26% en el que se sitúa actualmente.
Este caldo de cultivo, con incrementos remunerativos –sólo las subidas del salario mínimo afectan a algo más de dos millones de trabajadores en nuestro país–, al tiempo que se ha producido una histórica escalada de los precios de consumo, y salpicadas por la reformas sobre el sistema de cotizaciones –también en el caso de los trabajadores por cuenta propia con la introducción del modelo de aportación de cuotas en función de los rendimientos reales–, ha hecho vascular de forma significativa la capacidad de compra de los hogares españoles en los años posteriores a la pandemia.
Ahora, cuatro años después del estallido de la crisis sanitaria, el saldo neto de la evolución del coste laboral y más concretamente del componente salarial resulta en una pérdida de
¿Quiénes se benefician más de nuestra tendencia a buscar el consenso: los que lo respetan o los que lo rompen?
La semana pasada falleció Daniel Kahneman, el psicólogo israelí que es el padre de la economía conductual y que recibió el Nobel por ello. Kahneman y su colega Amos Tversky describieron decenas de sesgos cognitivos que dificultan nuestro diagnóstico de la situación y de heurísticas, que es el nombre que dieron a los atajos mentales que utiliza el cerebro humano cuando juzga y toma decisiones rápidas. Derek Rucker, profesor de marketing de la Escuela de Negocios Kellogg, ha desarrollado una investigación donde ha descubierto que cuando se trata de convencer a los demás preferimos de manera abrumadora las estrategias de consenso en vez de aquellas que resultan excluyentes como el famoso dilema de las lentejas (o las tomas o las dejas).
Más de ocho de cada diez personas prefirió el consenso a la ciega adhesión. «Una y otra vez, la gente tiende a gravitar hacia tener más personas de su lado, a costa de tener personas que sean verdaderos creyentes», dice Rucker. Es más, la gente prefirió el consenso incluso cuando la opción extrema era evidentemente mejor. (Este último aserto es especialmente cierto en España, donde hace unos años la encuesta de valores de la Fundación BBVA demostró que éramos con diferencia el país europeo que más prefería que se cometiera una injusticia con la retribución de la gente más trabajadora y talentosa a cambio de igualarla con los menos dotados y flojos). Estos resultados han llevado a plantear que la preferencia por el consenso es una heurística (pensar rápido) y que sólo se debilita cuando la gente tiene que reflexionar más a fondo (pensar despacio) sobre lo que tiene entre manos.
¿Quiénes son los que se benefician de esta querencia