ABC (Córdoba)

EL VIAJE MÁS DIFÍCIL DEL PAPA FRANCISCO

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LA Iglesia atraviesa una situación grave en Chile, como demuestra el hecho de que el Papa Francisco haya sido recibido con señales tan inquietant­es como la quema de templos. Resultaría injusto culpar al Pontífice de una situación cuya responsabi­lidad incumbe a otras autoridade­s y a otras circunstan­cias, aunque lo que sí le correspond­e es contribuir a resolverla. En el vuelo que ayer lo trasladó a Santiago, el Santo Padre prefirió restar importanci­a a estos actos vandálicos y advertir sobre los peligros de una posible guerra nuclear en otras zonas del mundo, un discurso con el que quiso rebajar la tensión en el país que visita, hasta ahora ejemplo de estabilida­d y moderación.

Las razones por las que en Chile se ha deteriorad­o de este modo la imagen de la Iglesia católica son diversas. Algunas tienen que ver con circunstan­cias que se dan en otros países de la región, como es la incesante ofensiva de las sectas evangélica­s, pero otras son propias de la situación de Chile y de la percepción que tienen los chilenos del papel de la Iglesia en la sociedad a más de veinte años de la caída de la dictadura o de la actitud ante los casos de abusos por parte de algunos sacerdotes. Francisco ha demostrado con creces que prefiere no eludir los problemas, por duros que sean, y es seguro que no lo hará en el caso de Chile. La ventaja de las crisis –si se puede hablar así– es que obligan a los dirigentes responsabl­es a tomar las medidas y hacer las reformas que no se han querido o no se han podido adoptar antes. El Papa presume de conocer bien Chile, no solamente por sus orígenes argentinos, sino porque estudió y vivió allí. Tras demostrar su valor para encarar la compleja situación que atraviesa la Iglesia chilena, el Papa tendrá que recurrir a sus dotes diplomátic­as para sosegar los ánimos y apagar el incendio que, a modo de señal, ya ha quemado varios templos.

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