Por exceso o por defecto

Llueve sobre mojado en una España abonada a la tensión, la riña y el desequilibrio, también hídrico. Mientras el Ebro se desborda y anega miles de hectáreas, con un caudal que en Zaragoza llegó a superar los 2.000 metros cúbicos por segundo, más al sur los pantanos siguen medio vacíos, con los embalses de Entrepeñas y Buendía, en la cabecera del Tajo, de donde se trasvasa agua hacia la cuenca del Segura, a solo el 22,89 por ciento de su capacidad. Hace solo unos días, mientras Aragón se preparaba para contener la riada, el presidente murciano se quejaba de que el Ebro hubiera arrojado al mar «en solo doce horas todos los hectómetros cúbicos de agua que necesitaría la región de Murcia para todo un año». Desde el Ejecutivo regional de Aragón, la respuesta fue inmediata, e incluía palabras tales como «impresentable». Más de lo mismo.

Ni siquiera las generosas lluvias registradas en las últimas semanas han logrado una tregua en la batalla por el agua que desde hace décadas libra la cuenca mediterránea con las zonas más húmedas, un retrato al natural de esa España desarticulada y ajena a los pactos nacionales en la que nunca llueve a gusto a todos. Con la UME desplegada en la Ribera Baja, donde el Ebro alcanzará hoy su punta, en Murcia hacen balance y echan cuentas, como cada año, para tratar de paliar la sequía. Hay quien propone trasvasar agua a los acuíferos naturales para abastecer a la población y los regadíos, pero nada podrá hacerse sin un acuerdo nacional que de una manera u otra, y mientras los ríos desembocan en el mar para completar el necesario ciclo del agua, ponga fin a la pelea. Embalse de La Pedrera, en el término municipal de Orihuela (Alicante)