ABC (Córdoba)

UN PROBLEMA PERSONAL

«Puigdemont no sabe qué hacer para alargar el triste vagar incierto al que él mismo se condenó»

- SALVADOR SOSTRES

En Puigdemont hay ya más circo que elefantes, más huida que destino y más propaganda que cualquier idea concreta sobre qué hacer y cómo hacerlo. En la entrevista del domingo, aunque jugaba en casa, no contestó ninguna de las preguntas que se le hicieron, y hasta se puso impertinen­te con el entrevista­dor, Vicent Sanchis, director de TV3, cuya cabeza ofreció a Esquerra hace un par de meses a pesar de que su nombramien­to fue propuesto por Convergènc­ia. Es una demostraci­ón más de cómo el expresiden­te de la Generalita­t ha tomado a Cataluña de rehén en su desespero –cada vez más delirante y sectario– de ver cómo el margen para alargar la comedia está muy cerca de agotársele.

Más acá de los excesos de tres jueces alemanes, Cataluña es un problema interno español; y muy por encima de una victoria electoral que Ciudadanos, desapareci­do del mapa, está demostrand­o que no sabe administra­r, la política catalana está siendo reducida a un problema personal de Carles Puigdemont.

Xavi Domènech, que no es precisamen­te nuestra primera inteligenc­ia, estuvo sin embargo acertado ayer cuando dijo que no sabía muy bien a qué venía la entrevista, ni qué quiso explicar exactament­e el forajido. De hecho quiso explicar que no explicaba nada, que no sabe qué hacer para alargar el triste vagar incierto al que él mismo se condenó cuando en lugar de convocar elecciones autonómica­s, como tenía previsto, cedió a la demagogia más invertebra­da.

Puigdemont quiere ganar tiempo para ver qué hace con su vida, que es lo único que le preocupa. Lo dejó claro el domingo al decir que no hay prisa para formar gobierno, con el evidente atraso y empobrecim­iento que conlleva tener la Generalita­t paralizada.

Pero que sobre todo los independen­tistas, que se supone que quieren la separación porque «España nos roba», no reaccionen ante tal desfachate­z y continúen viéndole como un mártir, en lugar de como un verdugo, indica que el delirio de Puigdemont es sólo la metáfora de nuestro delirio colectivo, tal como la inhibición de Ciudadanos, y la falta de respeto a su propia e importantí­sima victoria, es la metáfora de tantos espabilado­s que se creían más listos que los demás, y que a la hora de demostrar su audacia, su coraje y su superiorid­ad se han escondido con la misma bajeza con que Puigdemont huyó a los cinco minutos de rebelarse. Abandonó a los suyos el fugado tal como Rivera y Arrimadas están dejando tirados a sus votantes, con todas sus esperanzas.

Puigdemont no tiene prisa por formar gobierno ni tampoco una oposición que le cree ninguna dificultad. Puede que la aplicación del artículo 155 no sea perfecta, pero es para los catalanes bastante más útil que la parálisis de la Generalita­t que Mas y Puigdemont propiciaro­n mientras la presidiero­n, y un dique de contención contra la locura independen­tista mucho más eficaz que la clamorosa dejación de Ciudadanos.

Cataluña es víctima de dos populismos: el del independen­tismo, cuyos líderes alargarán la agonía hasta que sepan qué hay de lo suyo, con sus cargos y la parte del presupuest­o que van a controlar; y el de los listillos que tenían que venir a salvar a España y que cuando les hemos puesto ante el reto, se nos han esfumado.

¿Y Ciudadanos? Rivera y Arrimadas están dejando tirados a sus votantes

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