A POR LOS 40 AÑOS
Andalucía vuelve a estar entre las regiones más pobres de Europa, a pesar de haber recibido desde 1986 más de 100.000 millones de euros de fondos procedentes de la UE. El fiscal cifra en 680 millones los fondos de la Junta de Andalucía sin control en el caso de los ERE. Y ABC señalaba este viernes las cuentas pendientes en infraestructuras del ejecutivo autonómico con Córdoba, algunas tan clamorosas como la Ronda Norte prometida en 2010.
Estos datos objetivos harían presagiar un revés electoral en las próximas elecciones autonómicas para el partido que gobierna. Sería lo normal. Pero las encuestas anuncian lo contrario, que el PSOE volverá a ganar y prolongará su mandato en Andalucía hasta los 40 años. En ninguna región española se ha perpetuado una fuerza política así. Una anomalía histórica que nos obliga a intuir este posible decálogo del socialismo andaluz para ganar elecciones:
Primero, el PSOE se ha hecho con el voto de la gente sencilla de los pueblos, mayoría en Andalucía, ofreciéndoles soluciones eficaces a sus problemas reales: pan, a partir de PFEA, antiguo PER; trabajo, a partir de subsidios de desempleo; y circo, a partir de fiestas populares por todas partes y por cualquier motivo.
Segundo, el PSOE no asusta a nadie, al contrario, infunde confianza, normalidad, seguridad, con un mensaje subliminal: «Todo el mundo va a vivir bien con nosotros».
Tercero, el PSOE no ha andado escaso de medios. Asaltó la prensa del Estado, privatizándola con empresarios subvencionados hasta formar una cadena propia; potenció emisoras de radio y televisión, dirigidas por sus militantes; y dotó a sus Ayuntamientos y Diputaciones con revistas subvencionadas y televisiones locales.
Cuarto, el PSOE fustiga al adversario conforme a la máxima de los mejores detractores: «Hay que mirar primero y criticar después la paja del ojo ajeno, antes que detenerse un instante en la viga del propio».
Y así, tras cada elección, se ahorra los análisis propios para lanzarse en tromba contra el PP, con los latiguillos más clásicos y pegadizos, como que éste «va camino del récord Guinness en fracasos electorales».
Quinto, el PSOE ha sabido atraer a ese mundo intelectual, cultural, literario y folklórico de Andalucía, tocando sus fibras más agudas de gloria, basándose en títulos honoríficos como los de «hijos predilectos» o «hijos adoptivos» de la Madre Andalucía, o desde protagonismos retribuidos con poder, fama y dinero.
Sexto, el PSOE ha logrado que muchos andaluces se pregunten qué puede hacer Andalucía por ellos, en forma de subvenciones, en vez de qué pueden hacer ellos por Andalucía. «¿Que volvemos a estar entre las regiones más pobres? Bueno, así recibimos más fondos de la UE», confesaba un alto cargo.
Séptimo, el PSOE ha sabido escoger muy bien a sus representantes, elegidos siempre de entre los fieles seguidores, sobre todo en los pueblos, donde «se pasa lista» para que no haya dudas ni sorpresas.
Octavo, el PSOE cuida y protege a los suyos como a la niña de sus ojos, con ritmo de vieja seguidilla: «Que no les falte
La noche electoral, como dice un amigo mío, «no vale echar las culpas a los demás sin mirar nuestras propias manos»
de ná, de ná, de ná...».
Noveno, el PSOE se ha hecho con la marca y ha pasado de ser un partido a ser la propia Andalucía: «Andalucía es el PSOE y el PSOE es Andalucía». Así, cualquier critica a la gestión socialista en Educación o Sanidad, la Junta la convierte en crítica contra los andaluces.
Décimo, el PSOE no gana elecciones. En cada jornada electoral, los andaluces se votan a sí mismos, a quién si no van a votar, «¿A los que no son ellos?». Eso, ni pensarlo.
Este puede ser el decálogo del PSOE para estar gobernando Andalucía desde mayo del año 1982. Algunos de ustedes me dirán que para explicar tal continuidad en el poder también habrá que pensar si la alternativa política ha sido atractiva en todo este tiempo.
Quizás lleven algo de razón, pero tampoco es fácil construir una alternativa frente a un régimen tan bien consolidado. En cualquier caso, la palabra final la tendremos los votantes el próximo 2 de diciembre. Y esa noche, como dice un amigo mío, «no vale echar las culpas a los demás, sin mirar antes nuestras propias manos y decisiones»·