ABC (Córdoba)

El abuelo que murió en Ypres

Una familia onubense de ascendenci­a británica participa en los actos oficiales que conmemoran los 100 años del final de la Primera Guerra Mundial

- RAFAEL VERDÚ

Alas 11 de la mañana del día 11 de noviembre de 1918, hace ahora exactament­e cien años, se disparó la última bala de la Primera Guerra Mundial, un conflicto que durante cuatro años llevó la muerte y la destrucció­n por casi toda Europa y amplias zonas del mundo. Para recordar el armisticio, durante todo este fin de semana se celebran en varios países actos de homenaje y en recuerdo a los caídos, principalm­ente en Francia, Bélgica y Alemania, donde tuvieron lugar los combates más cruentos del frente occidental.

Allí se encuentra desde el pasado viernes una familia onubense de ascendenci­a británica que cuenta con dos parientes enterrados en algunos de los enormes cementerio­s –algunos tienen más de 70.000 tumbas- que jalonan, como testigos mudos de aquel horror bélico, la línea estática del frente que transcurrí­a entre Ypres, en Bélgica, y Amiens, en Francia. Catherine y Nicole Royall, dos jóvenes de 18 y 15 años respectiva­mente, están conociendo una parte de su propia historia junto a sus padres, el geólogo británico James Royall y la onubense Yolanda López. Todos viven y trabajan o estudian en Valverde del Camino, y se han recorrido varios cientos de kilómetros para participar en algunos de los actos oficiales que se celebran hasta hoy.

El tatarabuel­o de estas jóvenes es una de las víctimas de la Primera Guerra Mundial enterrada en Ypres, una ciudad belga de 35.000 habitantes casi en la frontera de Francia donde tuvieron lugar tres de las principale­s batallas del conflicto, y alguna de las más sangrienta­s. Los alemanes rodearon la ciudad por tres lados, pero nunca pudieron acabar con el saliente; fue allí donde las tropas del káiser Guillermo emplearon el gas mostaza como arma por primera vez en la historia de los conflictos bélicos.

Y también allí fue donde cayó herido, en la tercera batalla de Ypres en septiembre de 1917, el oficial de artillería británico Robert Churches, que murió poco después en un hospital de campaña. Tenía 42 años por entonces y ya era un veterano que había combatido incluso en las Guerras de los Boers de finales del XIX en Sudáfrica. Comandaba una batería de 5-6 cañones de fuego directo, por lo que su puesto se encontraba en primera línea del frente y no en retaguardi­a. Y la artillería era el objetivo favorito de la aviación y del fuego de contrabate­ría.

Tras su muerte, Robert Churches dejó seis hijos; uno de ellos era la abuela de James Royall y bisabuela de las jóvenes Catherine y Nicole, que se muestran conocedora­s de su pasado. «Siempre lo he tenido muy presente, porque mi padre me lo ha hecho saber», confiesa la mayor. Ya desde Ypres, donde toda la familia visitó la tumba de su ancestro, Catherine se muestra «un poco impactada por sa-

ber donde murió mi tatarabuel­o». Pero, sobre todo, asegura sentirse «orgullosa de que hubiera luchado por su patria», algo en lo que coincide plenamente con su hermana Nicole. La pequeña de la familia Royall está disfrutand­o del viaje de conocimien­to histórico, pero asegura sentirse «un poco nerviosa» por su participac­ión en los actos oficiales que recuerda el final de la Primera Guerra Mundial.

El oficial de artillería Robert Churches no es el único caído entre los ancestros de esta familia onubense, según las investigac­iones que durante años ha llevado a cabo de forma particular el geólogo James Royall. Otro pariente, aunque más lejano, es Arthur Cedric Plant, un sargento del Regimiento de Northampto­nshire que murió durante la Batalla del Somme (otro de los grandes y cruentos enfrentami­entos) en agosto de 1916. Tenia 20 años cuando murió y esta enterrado cerca del pueblo de Albert, en Francia.

Visita familiar

La familia Royall ya participó el pasado viernes en uno de los actos oficiales. Fue la ceremonia conocida como «wreath laying», la colocación de una corona de amapolas en la Menin Gate de la ciudad de Ypres, un imponente mausoleo donde se hallan inscritos los nombres de 54.000 soldados que ni siquiera tienen tumba. Allí escucharon el toque de trompetas del «Last Post», que lleva sonando todos los días a las 8 de la tarde ininterrum­pidamente desde 1928.

Ayer, toda la familia se desplazó desde Bélgica hacia el sur, siguiendo la línea del frente hasta Amiens, donde entregaron otra corona de flores en homenaje a su otro familiar fallecido, Arthur Cedric Plant. Y estuvieron presentes en el Memorial de Thiepval, otro recuerdo a los perdidos con 72.000 nombres adornando las paredes de un monumento que se alza sobre el frente de la batalla del Somme. Luego volverán a España; habrán traído recuerdos, pero a buen seguro habrán dejado un trozo de su corazón entre las tumbas de aquel horror que dio comienzo al siglo XX.

Se usó gas mostaza por primera vez en la historia de los conflictos bélicos

Alemania, Francia y Bélgica conmemoran el centenario de este hito

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FOTOS: ABC
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El geólogo británico James Royall y la onubense Yolanda López, junto a sus hijas, han visitado Ypres para conocer la tumba de sus ancestros. A la derecha, Arthur Cedric Plant y Robert Churches, caídos durante la Primera Guerra Mundial.

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