LA PENITENCIA
Pasarán no días, sino semanas hasta que todo vuelva a la normalidad, si normal es la vida que llevamos. No crean que exagero
LOS madrileños lo pasamos ayer bomba tirándonos bolas de nieve, sacando fotos de los coches atascados en la M-30 o, sencillamente, dándonos un garbeo por un inédito escenario blanco y sin coches, excepto los abandonados por sus dueños. Hoy, vamos a saber lo que es de verdad una gran nevada y sus consecuencias: algo así como un terremoto que, en vez de venir de las entrañas de la tierra, viene de las alturas del cielo. Las consecuencias son las mismas: el caos.
El caos en las mil formas que puede tomar. La primera, los desplazamientos. Menos mal que Madrid tiene uno de los mejores metros del mundo. Diría el mejor si se tienen en cuenta las características de este transporte urbano, amplitud de la red, frecuencia del servicio, etcétera. Pero no lo digo al no conocer todos y para que los responsables continúen mejorándolo, pero sí el mejor de las principales capitales, de Nueva York a Tokio pasando por Londres y París. Digo menos mal porque gracias a él Madrid evitará quedarse paralizado, ya que dos días de bolazos y garbeos es lo peor que puede hacerse en estas circunstancias.
Las máquinas quitanieves deben salir cuando cae el primer copo, más los camiones de basura provistos de una «pala», que creo existen gracias a algún concejal previsor cuyo nombre desconozco, para ir barriendo cuanto encuentre. Al mismo tiempo, se empezará a esparcir sal en los puntos conflictivos de tráfico y los más fríos. Es la única forma de evitar la acumulación o, al menos, reducirla.
Y de la que surgen todos los demás problemas, pues llegado el lunes, se acabó el volver a la infancia y se retorna a la jorobada condición de adulto, que incluye tantos o más deberes que derechos. Por lo pronto, ir a recoger el coche si se dejó abandonado, ponerlo en marcha y presentarse a la hora indicada en el lugar de trabajo. Luego, comprobar que todo ha sufrido de una forma u otra los efectos de la nevada, desde correos a los suministros, pasando por los servicios públicos e incluso las relaciones personales, ya que todos se han visto afectados.
Pasarán no días, sino semanas hasta que todo vuelva a la normalidad, si normal es la vida que llevamos. No crean que exagero o les estoy metiendo miedo por afán de fastidiar, uno de los deportes más populares entre nosotros. Lo comprobarán a partir de hoy. Son muchos los que desean, en Estados Unidos sobre todo, «A white Christmas», unas Navidades Blancas, pero la nieve debe limitarse a las tarjetas de felicitación, porque en la realidad resulta una distorsión de la vida cotidiana, que ya tiene bastantes pejigueras.