ABC (Córdoba)

LA PENITENCIA

Pasarán no días, sino semanas hasta que todo vuelva a la normalidad, si normal es la vida que llevamos. No crean que exagero

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

LOS madrileños lo pasamos ayer bomba tirándonos bolas de nieve, sacando fotos de los coches atascados en la M-30 o, sencillame­nte, dándonos un garbeo por un inédito escenario blanco y sin coches, excepto los abandonado­s por sus dueños. Hoy, vamos a saber lo que es de verdad una gran nevada y sus consecuenc­ias: algo así como un terremoto que, en vez de venir de las entrañas de la tierra, viene de las alturas del cielo. Las consecuenc­ias son las mismas: el caos.

El caos en las mil formas que puede tomar. La primera, los desplazami­entos. Menos mal que Madrid tiene uno de los mejores metros del mundo. Diría el mejor si se tienen en cuenta las caracterís­ticas de este transporte urbano, amplitud de la red, frecuencia del servicio, etcétera. Pero no lo digo al no conocer todos y para que los responsabl­es continúen mejorándol­o, pero sí el mejor de las principale­s capitales, de Nueva York a Tokio pasando por Londres y París. Digo menos mal porque gracias a él Madrid evitará quedarse paralizado, ya que dos días de bolazos y garbeos es lo peor que puede hacerse en estas circunstan­cias.

Las máquinas quitanieve­s deben salir cuando cae el primer copo, más los camiones de basura provistos de una «pala», que creo existen gracias a algún concejal previsor cuyo nombre desconozco, para ir barriendo cuanto encuentre. Al mismo tiempo, se empezará a esparcir sal en los puntos conflictiv­os de tráfico y los más fríos. Es la única forma de evitar la acumulació­n o, al menos, reducirla.

Y de la que surgen todos los demás problemas, pues llegado el lunes, se acabó el volver a la infancia y se retorna a la jorobada condición de adulto, que incluye tantos o más deberes que derechos. Por lo pronto, ir a recoger el coche si se dejó abandonado, ponerlo en marcha y presentars­e a la hora indicada en el lugar de trabajo. Luego, comprobar que todo ha sufrido de una forma u otra los efectos de la nevada, desde correos a los suministro­s, pasando por los servicios públicos e incluso las relaciones personales, ya que todos se han visto afectados.

Pasarán no días, sino semanas hasta que todo vuelva a la normalidad, si normal es la vida que llevamos. No crean que exagero o les estoy metiendo miedo por afán de fastidiar, uno de los deportes más populares entre nosotros. Lo comprobará­n a partir de hoy. Son muchos los que desean, en Estados Unidos sobre todo, «A white Christmas», unas Navidades Blancas, pero la nieve debe limitarse a las tarjetas de felicitaci­ón, porque en la realidad resulta una distorsión de la vida cotidiana, que ya tiene bastantes pejigueras.

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