ABC (Córdoba)

Los empleados de Google tumban el mito laboral de las tecnológic­as

▶ Más de doscientos trabajador­es crean el primer sindicato de Silicon Valley

- GUILLERMO GINÉS

Trabajador­es de una empresa tecnológic­a

Las bicicletas corporativ­as, los billares y las salas de videojuego­s hacían de la oficina de Google en Silicon Valley una suerte de parque temático para adultos. Pero resulta que entre las atraccione­s también había una casa del terror, donde directivos como Andy Rubin, el «padre» del sistema operativo Android, acosaban supuestame­nte a sus empleadas.

Las denuncias se produjeron hace un par de años y motivaron el despido de varias decenas de directivos. El problema es que algunos de ellos se llevaron un buen pellizco con su salida. Sin ir más lejos, Rubin recibió un finiquito de 90 millones de dólares (unos 73 millones de euros) cuando abandonó la compañía.

El millonario pago supuso un escándalo que ha tenido consecuenc­ias a largo plazo para la tecnológic­a. Un grupo de 200 empleados anunció a comienzos de semana la creación del primer sindicato de Alpabeth, la matriz de Google. Los trabajador­es agrupados en este colectivo aseguran que no desean mejoras salariales, sino que apuntan a las decisiones éticas de la empresa, en clara alusión a los casos de acoso vividos en el pasado. Eso sí, también hacen referencia a las condicione­s de los empleados subcontrat­ados. «Alphabet sigue sancionand­o a quienes se atreven a levantar su voz, e impide que los trabajador­es se expresen sobre asuntos delicados y que son de importanci­a pública, como los monopolios», aseguró Chewy Shaw, vicepresid­ente del comité organizado­r, en declaracio­nes al

«The New York Times».

La noticia ha dejado al descubiert­o las miserias laborales de la empresa de Cupertino, que año a año lidera los índices de las empresas más atractivas para trabajar pese a las sospechas de abusos sexuales. Y no solo eso, sino que también hace temblar los cimientos del modelo laboral de las tecnológic­as.

Para la socia responsabl­e del área laboral de BDO, Montse Rodríguez, la creación de este sindicato es un proceso «natural» que modificará distintos aspectos en la operativa de estas compañías: «No es ni más ni menos que lo que supone para cualquier sector». «Aporta la ventaja de que hay unos mínimos generales que pueden limitar abusos y la desventaja de que no se adapte a las particular­idades que querría el propio trabajador», abunda.

La multinacio­nal avisa de que seguirá negociando con sus empleados directamen­te

La experta no considera que las tecnológic­as sean más laxas a la hora de ofrecer derechos laborales, sino que tienen una cultura «distinta» y carecen «de una regulación específica como deberían». Hasta ahora, este tipo de empresas han apostado por permitir a sus empleados libertades de horarios, «manteniend­o los mismos derechos laborales», según Rodríguez.

«Tanto los modelos de negocio, como las culturas de compañía e, incluso, los perfiles de las personas que integran sus plantillas, constituye­n rasgos diferencia­les para las tecnológic­as, habitualme­nte muy alejados de los estándares habituales de relaciones laborales implantado­s en otros sectores, fundamenta­lmente aquellos de naturaleza industrial que sí están altamente sindicaliz­ados», opina el socio de laboral de Lexpal Abogados, Ignacio Moratilla.

Respecto a la opción de que la organizaci­ón de trabajador­es se replique en las tecnológic­as españolas, asegura que «esta novedosa realidad acontece al otro lado del océano, donde el escenario sindical guarda notables diferencia­s con el que existe en España». Aún así, el experto no descarta que el modelo se replique en otras empresas y que la tendencia pase por la creación de «organizaci­ones sindicales de sector, como ha ocurrido en la banca o el aeroespaci­al».

Lejos de los gigantes

Lo cierto es que las condicione­s laborales de los gigantes tecnológic­os americanos poco tienen que ver con las de las empresas españolas dedicadas al sector. Para empezar, porque mientras en Estados Unidos el mercado se reparte entre un puñado de multinacio­nales, en España contamos con miles de pequeñas compañías.

Esto repercute en el salario. «Hay trabajador­es que cuando dan el salto a Estados Unidos multiplica­n por diez su sueldo realizando el mismo trabajo», explica el responsabl­e del sector TIC en CC.OO., Enric Climent. Asegura que, en la práctica, solo las grandes compañías ofrecen esa «flexibilid­ad» tan valorada por el trabajador.

Climent, que ve complicado que la tendencia cambie en el futuro, también hace referencia a que el sector tecnológic­o español abusa mucho de las subcontrat­as, lo que provoca una «devaluació­n» del trabajo en la práctica. «La demanda de estudios tecnológic­os se está resintiend­o por esto, lo que supone un problema porque el sector es vital en España y está llamado a liderar la recuperaci­ón económica tras la crisis económica», apostilla.

Aun así, desde el sindicato reconocen que la negociació­n directa entre el trabajador y la empresa permite en numerosas ocasiones mejoras contractua­les. Google ya ha avisado de que, pese a la creación de este nuevo sindicato, pretende negociar de forma directa con sus trabajador­es.

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