«El AVE lideró el resurgir del ferrocarril en el mundo»
LUIS
Francisco Graciani quién se trasladó a Andalucía y firmó el contrato para construir la Estación de San Bernardo que prestaba servicio en la línea entre Sevilla y Cádiz. Mi padre también se dedicó a las obras ferroviarias e hidráulicas, primero trabajando para uno de sus tíos, que había continuado el oficio familiar y trabajó en los tranvías de Sevilla y Gelves, donde precisamente conoció a mi madre, y después fundando en 1925 su propia compañía, que tenía su nombre, Manuel Contreras Graciani, y que sí es el germen de lo que ahora somos. Tras su fallecimiento la empresa se renombró como Viuda de Manuel Contreras Graciani y cambiamos nuestra denominación social en 1988 para denominarnos Azvi.
—¿Cómo era la empresa cuando usted se pone al frente?
—Estaba muy centrada en el sector ferroviario. Teníamos varias obras importantes en marcha, como la renovación de la línea entre Baza y Guadix, y estaba encauzada la adjudicación de la renovación de la línea entre Valencia y Murcia, que era un proyecto de gran envergadura. Algunas empresas competidoras trataron de influir en Renfe para que no nos contrataran alegando que tras el fallecimiento de mi padre nosotros éramos muy jóvenes y no teníamos la experiencia necesaria para realizar la obra. Un mes antes de fallecer, mi padre ya le había explicado al jefe de departamento de Renfe lo que le iba a ocurrir, y éste demostró ser un hombre de palabra que apreciaba a mi padre porque apostó por nosotros. Hicimos un trato: realizaríamos un tramo de 10 kilómetros y si el resultado era satisfactorio terminaríamos toda la obra, y así lo hicimos. Había que cambiar traviesas de madera por otras nuevas de hormigón. Curiosamente mi abuela me enseñó una foto suya de niña en Torrellano, una de las estaciones de esa línea, porque fue mi bisabuelo quien la realizó originalmente y en esa época los contratistas se iban a vivir a la obra con toda la familia.
—Eran once hermanos y usted era el quinto. ¿Por qué le elige su padre?
—Desde pequeño había demostrado espíritu aventurero y emprendedor. Le comenté a mi padre que quería ir a la academia de San Javier para ser pilo