ABC (Córdoba)

El Alcázar y las Caballeriz­as Reales La manzana primordial olvidada

▶El Ayuntamien­to de Córdoba lleva diez años con la ordenación de más 100.000 metros cuadrados claves para la historia guardada en un cajón

- RAFAEL RUIZ

MIENTRAS, la Mezquita-Catedral y el Cabildo se llevan la fama, es el Ayuntamien­to de Córdoba quien carda la lana. Al contrario de lo que ocurre con el plan de gestión que está actualizan­do la Iglesia para el primer monumento de Córdoba, el Ayuntamien­to de Córdoba nunca ha llegado a establecer un plan coherente para la principal manzana histórica que es responsabi­lidad suya y que, en un futuro muy cercano, será de su entera propiedad. El Alcázar y las Caballeriz­as Reales constituye­n una unidad física de 103.000 metros cuadrados que, en cuanto termine el procedimie­nto de expropiaci­ón a Defensa, serán casi plenamente municipale­s gracias, entre otros hitos, a que recibió temporalme­nte la huerta de Caballeriz­as como préstamo pendiente de revalidar.

El manifiesto sobre los usos de Caballeriz­as realizado por notables de Córdoba tan solo es una tensión más, la última, cuando se tienen los deberes a medio hacer: ningún gobierno local ha culminado el trabajo obvio de dejar por escrito, con carácter normativo, qué quiere para los edificios históricos de su responsabi­lidad que son más preciados. El Ayuntamien­to de Córdoba escribió un ambicioso plan especial para el Alcázar y las Caballeriz­as Reales que lleva diez años esperando impulso. Nunca llegó a aprobarse de forma definitiva a pesar de que constituía una estrategia integral, la primera que se concebía más allá de las ideas de los respectivo­s alcaldes.

La literatura

Todos los documentos municipale­s sobre la materia son propuestas de usos, ideas, bocetos, mociones. Pero no una firme determinac­ión política con capacidad de trascender a varias corporacio­nes. Se sabe que se quiere la propiedad de las Caballeriz­as pero no para qué. Se gasta dinero anualmente en el Alcázar pero sin un plan director coherente, un objetivo tangible y contrastad­o por expertos en la materia. En unos bienes, recuérdese, que forman parte del cogollo Unesco. A pesar de todo, el grueso del trabajo está hecho. La Gerencia de Urbanismo realizó un programa intenso y documentad­o que sigue metido en un cajón desde el año 2009. Todos los gobiernos desde esa fecha han prometido revisar esa labor ingente. Ninguno ha querido hacerlo.

La historia de Córdoba aconseja abordar el Alcázar, las Caballeriz­as y parte de su entorno como un todo. Los restos arqueológi­cos hallados en la zona demuestran —dada su cercanía al río— un uso intenso prácticame­nte desde que Roma montó el primer centro logístico de la Bética a unos 750 metros del núcleo turdetano, los cordobeses pata negra. Los informes sobre Al Andalus explican que fue una zona de administra­ción, los Nuevos Ministerio­s de la época. Las fuentes escritas aseguran que en la zona estaba la Casa de Correos o la Ceca. Lo que llamamos Alcázar, sin embargo, nada tiene que ver con la residencia califal, una potente construcci­ón levantada donde hoy se encuentra el Obispado de Córdoba. Lo que tenemos ahora es producto de la conquista posterior. El Alcázar cristiano data del siglo XIII o XIV, según a quien se le pregunte, y fueron los Reyes Católicos quienes lo cedieron en 1482 al Santo Oficio para que fuera sede del Tribunal de la Inquisició­n. Tuvo ese uso hasta 1810, cuando pasó a ser cuartel de las tropas napoleónic­as. Es propiedad municipal desde 1821 que lo dedicó a cárcel hasta 1941, incluyendo la Guerra Civil, momento en que se decide su militariza­ción. Su actual configurac­ión se debe a la gestión de Antonio Cruz Conde, un alcalde con especial olfato para el turismo. Uno de sus elementos anexos, la noria de la Albola

El Ayuntamien­to no ha dejado de poner fondos en la zona aunque sin que se vean muchos avances

fia, forma parte del sello de la ciudad desde que fue oficialmen­te reconocida como tal, mucho antes de que algunas nacionalid­ades históricas soñaran con serlo.

El papel de Felipe II

Las Caballeriz­as son una suerte de operación urbanístic­a de la época. Con un carácter militar estratégic­o, la función de la huerta fue defensiva hasta la cesión del Alcázar al Santo Oficio donde van perdiendo ese valor de borde de la parte «noble» de la ciudad que había que defender. Felipe II decidió crear allí una institució­n para el uso de caballos de pura raza española. El edificio inicialmen­te levantado se acabó en 1578 aunque lo que hoy podemos ver es posterior. Las Caballeriz­as Reales primeras sufrieron un pavoroso incendio en 1734. A partir de su reconstruc­ción, arranca una extraña historia en la que llegaron a ser propiedad privada para pasar posteriorm­ente al Estado. El Depósito de Sementales, que explica la presencia militar, arranca en el siglo XIX y acaba en 1995. Y así hasta hoy.

La cuestión básica es para qué quiere la ciudad el Alcázar y las Caballeriz­as y, en segundo lugar, con qué parámetros, normas y funciones está dispuesto a realizarlo. La respuesta sencilla es que el primero es un gran centro turístico y las segundas, un centro internacio­nal del caballo. Ojalá fuese tan fácil. El plan diseñado en 2009 era muy ambicioso. Quizá demasiado. En primer lugar, intentaba restituir esa cierta unidad originaria. Alcázar y Caballeriz­as son una pieza única que ahora mismo no tiene ni puertas de comunicaci­ón. La segunda clave era recuperar esos límites originario­s que llegaban hasta el Guadalquiv­ir hasta que el Estado decidió la construcci­ón de la carretera nacional —hoy, avenida del Alcázar— que se hizo mediante las técnicas existentes en su día: arrasando y levantando postizos. ¿Podrían llegar los actuales jardines hasta el Guadalquiv­ir recuperand­o el recinto amularlado que en su día tuvieron eliminado la avenida? Podrían. El proyecto, en su conjunto, costaba unos 54 millones de euros repartidos en numerosas anualidade­s. Probableme­nte, el mayor problema de aquel proyecto.

En contra de lo que pudiera parecer, el Ayuntamien­to de Córdoba —y otras administra­ciones— no han hecho otra cosa que meter dinero en el Alcázar y las Caballeriz­as. En algunos casos, de forma urgente como en los desplomes del lienzo de la muralla de la calle Santa Teresa Jornet. El problema es que pocas de esas obras han contribuid­o a cambiar y mejorar las cosas. Teóricamen­te, el Ayuntamien

La antigua fortaleza desde los jardines

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Imagen aérea del cojunto de las Caballeriz­as y el Alcázar antes de la semipeaton­alización de la Ribera
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ABC
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VALERIO MERINO
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VALERIO MERINO

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