ABC (Córdoba)

Una «estructura épica» para el científico que emuló a Ícaro

El ingeniero José Luis Manzanares recuerda para ABC las claves del puente que ideó en homenaje al sabio del Califato que intentó volar desde la Arruzafa

- RAFAEL AGUILAR

Fue el último puente para Córdoba. Que Abbas Ibn Firnás sea conocido en la ciudad es mérito en gran medida del ingeniero sevillano José Luis Manzanares, el autor del paso elevado que lleva el nombre del científico y sabio de Ronda que se afincó en Córdoba durante el Califato y que en el año 852 fabricó un artilugio para volar, lanzándose desde la torre de

La Arruzafa, muy cerca del sitio en el que está emplazado hoy el Parador Nacional.

Hoy se cumplen diez años de la puesta de largo de ese puente: 270 metros de longitud, 25 millones de presupuest­o, seis carriles (tres por sentido), una estampa portentosa y el símbolo del hombre y su vuelo. La gran pasarela de una Variante Oeste coja, sin el tramo restante diez años después, cuando más se reclama por el buen devenir que se atisba para logística. Gran puente... a pocas partes todavía. El entonces ministro de Fomento, José Blanco, y el que fuera alcalde de Córdoba, Andrés Ocaña, encabezaro­n la comitiva oficial. Nada más se supo del Gobierno sobre esta carretera de alta capacidad.

La historia dice que Ibn Firnás estuvo tres o cuatro minutos planeando y aterrizó junto al río, y de muy mala manera: el experiment­o casi le cuesta la vida. «Me olvidé de que para ser pájaro no solo se necesitan alas: también hace falta una cola», dicen los escritos de las época que se lamentó el científico, que arrastró hasta el final de su vida dolores intensos por las lesiones que se hizo al tomar tierra y cuya aventura le valió no pocas mofas de los cronistas omeyas a los que no les caía bien.

Ayesa, la empresa de Manzanares, ganó en 2004 el concurso del Ministerio de Fomento para construir el tramo sur de la Variante Oeste, que enlaza la A-45 y la A-4 casi en la Cuesta de los Visos con la N-437 (Carretera del Aeropuerto). La obra, de seis kilómetros costó 83 millones de euros, e incluía ese paso fluvial a la altura de Casillas, y que hizo el quinto de la capital (tras el Romano, el de San Rafael, el del Arenal y el de Miraflores) y el último que se ha inaugurado. Hoy se cumple una década de la puesta en servicio de una infraestru­ctura que para su autor constituyó una «oportunida­d para reencontra­rse con su pasado y con sus inicios profesiona­les».

«Mi primer destino laboral fue en Córdoba, en 1964, en la sede de la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Guadalquiv­ir (CHG), y guardo un recuerdo muy bonito de aquella época. En 2004 volvía a la ciudad para hacer un puente. Me ilusionaba», asegura el ingeniero a ABC.

¿Y por qué se inspiró en el sabio árabe que quiso ser Ícaro con más voluntad que acierto? «Soy el padre de una teoría sobre los puentes urbanos: y es que se trata de una oportunida­d que tiene una ciudad de hacerse con un tesoro urbanístic­o. A mi concepto de puente urbano lo denomino ‘estructura épica’, y consiste en intentar que con ellos se escriba una historia de la ciudad, lo que ocurre es que en vez de con pluma y papel

En el centro de estas páginas, los primeros bocetos del puente que ideó José Luis Manzanares para Córdoba y que el ministro de Fomento en 2011, José Blanco, inauguró el 14 de enero de ese año nosotros lo hacemos con hormigón y acero», indica José Luis Manzanares. El autor partió de otra premisa: «Los puentes de Córdoba, salvo el Romano, no tenían un sello de distinción. Cuando empecé a pensar en su diseño me centré en la época del Califato, que es cuando la ciudad fue importante. En Córdoba era muy poco conocida la figura de Ibn Firnás, pero yo sí sabía de él: fue un científico malagueño que vivió en el Califato y al que se le considera el padre de la aviación, aunque en los libros sobre ella apenas se le cita».

La solución elegida está a la vista desde hace una década: un puente de gran luz, con dos vanos de 170 metros y con una pila central y dos arcos espaciales de hormigón y acero que se

Padre de la firma Ayesa, es uno de los ingenieros más reconocido­s. Empezó a trabajar en Córdoba en 1964

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Del boceto al hormigón
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