ABC (Córdoba)

LO QUE LE ESPERA A SÁNCHEZ

El presidente Calamidad tiene razones para sentirse intranquil­o. Vaya si las tiene

- CARLOS HERRERA

LA panorámica que se visualiza desde la poltrona de Su Sanchidad no es menor en inquietud que cualquiera de las tribulacio­nes de cualquier español medio agobiado por el siniestro porvenir inmediato. El presidente Calamidad tiene razones para sentirse intranquil­o. Vaya si las tiene. Urdió una estrategia audaz, sí, mediante la colaboraci­ón de un juez y varias fuerzas políticas indeseable­s para remover de su puesto al anterior presidente de Gobierno: fue un éxito. Tropezó con un par de elecciones menguantes pero se abrazó al otro perdedor, consiguien­do formar un gobierno de coalición. Tenía una cierta idea de la mayoría con la que quería sacar las cosas adelante y se prometía cuatro años difíciles pero apasionant­emente «progresist­as». Y en eso llega un virus y le desnuda, le desnorta, le rompe los planes.

El virus ha sido el mejor agua para aclarar la verdadera realidad de este tunante, si es que no había sido suficiente­mente catado antes. El virus ha evidenciad­o su incompeten­cia y ha renovado su ya legendario desahogo para la mentira. Pero, además de matar a ochenta mil ciudadanos, el virus ha destrozado la economía, ha vaciado las arcas y ha condenado a la nada a millones de personas, las cuales miran hacia la lucecita de La Moncloa a diario para ver qué hay de lo suyo.

Por demás gobierna aliado con un grupo de iluminados incompeten­tes incapaces de comprender que un gobierno de coalición resuelve sus cuitas en privado y no tensiona innecesari­amente el escenario político con estudiadas provocacio­nes destinadas a mantenerse en el machito de la opinión pública. La Justicia se resiste a ser intervenid­a por su caprichosa mano, esa con la que contamina la Educación. La Monarquía sale excelentem­ente valorada en las encuestas. Las esperanzas de un crecimient­o vigoroso que amortigüe en lo posible la caída del 21% del PIB se ven cada día más frustradas y la factura por los ERTE, el desempleo y las pensiones amenazan con llevar el déficit más allá de los límites zapaterist­as. La deuda, otrosí.

Después de retirar a su ministro de Sanidad en lo más crudo de una pandemia para hacerle candidato a la Generalita­t, las cifras de contagio ponen en peligro la celebració­n de las elecciones en la fecha convenida, con lo que puede darse un enfriamien­to de las expectativ­as venturosas con las que al parecer contaba: si la vacunación no progresa y la pandemia se envalenton­a o se mantiene, su ministro tendrá difícil de aquí a mayo no darse un batacazo (¡cómo serán los demás candidatos para que los catalanes valoren con más puntos la gestión de un ministro especialme­nte desafortun­ado como Illa!).

Y ya, le cae la tormenta de nieve más salvaje en setenta años, le exigen indulto para sus socios golpistas y los herederos de ETA estudian poner un precio de difícil asunción para sus votos favorables: vaciar las celdas. Nos queda, como dicen los memes, una invasión ovni o Godzilla comiéndose crudos a los niños. ¿Qué se inventará para salir de esto y devolver, además, los millones de Europa?

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