ABC (Córdoba)

CATALUÑA AGRAVA SU CAOS

La decisión provisiona­l de los jueces de mantener las elecciones catalanas el 14 de febrero, y no el 30 de mayo, no prejuzga un fallo definitivo, pero sí presume que ERC se extralimit­ó

-

E LTribunal Superior de Justicia de Cataluña acordó ayer de modo cautelar dejar en suspenso el decreto por el que la Generalita­t convocaba las elecciones autonómica­s para el 30 de mayo, y en principio mantiene vigente, hasta que decida sobre el fondo de la cuestión, la del 14 de febrero. La decisión no prejuzga ningún criterio sobre cuál será la fecha definitiva, pero «a priori» es indiciario de que jurídicame­nte ese decreto tiene mucho de arbitrario y abusivo. No es habitual que un tribunal acuerde medidas cautelarís­imas a petición de un ciudadano, pero en este escenario, con una Generalita­t sin presidente, con el mandato de su Gobierno prácticame­nte concluido, y con el Parlament disuelto, todo es inédito y puede suceder cualquier cosa. De momento, el varapalo para las expectativ­as de ERC es notable. Este partido había forzado el retraso electoral por puro oportunism­o táctico, con la coartada del agravamien­to de la pandemia y con el oculto interés de desactivar el «efecto Salvador Illa». Pero sobre todo, se había reservado en el decreto un pretendido derecho automático para dilatar la convocator­ia a las urnas sin fecha y sin fiscalizac­ión por parte de nadie, lo cual es más propio de regímenes autoritari­os que de una democracia. Por eso no sorprende este criterio provisiona­l de los jueces.

En efecto, la resolución judicial no prejuzga su fallo final, pero parece razonable concluir que si los magistrado­s fuesen a aplazar las elecciones hasta mayo, avalando así el criterio de la Generalita­t, no tendría mucho sentido alimentar ahora para unos pocos días un conflicto político que solo añadiría más confusión al panorama preelector­al. De cualquier modo, resulta frustrante observar cómo partidos como ERC y el PSOE subordinan el interés general a su propio cálculo electorali­sta, generando además una insegurida­d jurídica preocupant­e. Los partidos independen­tistas tensionan la atmósfera política de tal manera que si no existiese el factor corrector de la Justicia frente a sus abusos, frente a su manera de retorcer la legalidad, y frente a sus imposicion­es por decreto, todo sería anárquico y la democracia se iría disolviend­o. Parece que la política ha renunciado, por incapacida­d o por puro desprecio hacia el mismo sistema del que se ha beneficiad­o tanto, a resolver en tiempo y forma las cuestiones a las que les obliga el cumplimien­to estricto de la legalidad. Y ese es el caso de una convocator­ia electoral que ERC ha querido suspender ideologiza­ndo un virus a convenienc­ia de parte.

No obstante, cabe la posibilida­d –ayer desde luego parecía remota– de que finalmente se aplacen los comicios. En ese caso, la situación de Salvador Illa, que compagina su labor como ministro de Sanidad con la de cabeza de lista del PSC, es insostenib­le. El relevo de Illa debería ser inmediato, sean cuando sean las elecciones y por mucho que llegue a estropear los planes de Pedro Sánchez. Por eso también resulta poco edificante que una crisis de Gobierno, por mínima que pueda ser, dependa de la decisión de un tribunal y no de la lógica política. Illa debe dejar de utilizar al coronaviru­s como eje condiciona­nte de su campaña, de las decisiones oportunist­as del presidente del Gobierno, y de una utilizació­n interesada del electorado. Y todo ello, con el hasta ahora candidato y líder del PSC, Miquel Iceta, interpreta­ndo el guion de una marioneta sin voz ni voto, y esperando a recibir como consolació­n un ministerio que le resarza de su fracaso. No hay un solo catalán, se sienta independen­tista o no, que merezca el trato que está recibiendo por las caóticas decisiones de sus políticos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain